Sábado, 1.º de mayo, a las 11 horas
Los niños ¡que hayan de morir así!
Dice Jesús:
"¿Te dueles de ello? Yo también. ¡Pobres criaturas! Los niños, a los que Yo tanto amaba, ¡que hayan de morir así...! ¡Y Yo que los acariciaba con una ternura de Padre y de Dios que ve en el niño la obra maestra, todavía no profanada, de su creación..." ¡Niños que mueren asesinados por el odio y entre un coro de odios...!
¡Oh, no profanen los padres y las madres con sus
imprecaciones el holocausto inocente de sus flores
tronchadas!
¡Oh, no profanen los padres y las madres con sus imprecaciones el holocausto inocente de sus flores tronchadas! Sepan los padres y las madres que ni una lágrima de sus pequeños ni un gemido de estos inocentes inmolados queda sin eco en mi Corazón. A ellos se les abre el Cielo, pues en nada difieren de sus lejanos hermanitos muertos por Herodes en odio a Mí. Estos también son muertos por torvos Herodes, detentadores de un poder que Yo les di con el fin de que usaran de él para bien y del que me habrán de rendir cuenta.
Los inocentes son los pequeños corderos de la nueva
era, los únicos cuyo sacrificio, recogido por los
ángeles, viene a ser completamente grato a mi Padre.
Para todos vendré Yo; pero en especial para éstos, nacidos apenas a la vida, don de Dios, y ya arrancados de ella por la ferocidad, don del demonio. Mas sabed que para lavar la sangre contaminada que mancilla la tierra y ha sido vertida en odio y maldición de Mí, que soy el Amor, es precisa esta aspersión de sangre inocente, lo único que aún sepa brotar sin maldecir, sin odiar, lo mismo que Yo, el Cordero, derramé mi sangre por vosotros. Los inocentes son los pequeños corderos de la nueva era, los únicos cuyo sacrificio, recogido por los ángeles, viene a ser completamente grato a mi Padre.
Después vienen los penitentes. Mas, después, puesto que aun el más perfecto de entre ellos arrastra en su sacrificio escorias de imperfecciones humanas, de odios, de egoísmos. Los primeros en la fila de los nuevos redentores son los párvulos cuyos ojos se cierran entre horrores para volver a abrirse en el Cielo sobre mi Corazón."
C. 43, 17-18
A. M. D. G.