Mañana del 13 de mayo.
Cómo actúa el Señor en mí.
El frailecico franciscano y el P. Pío
Por el contrario, he visto y hablado (en sueños) al Padre Pío de Pietrelcina.
Ahora bien, sentir el perfume es en mí cosa habitual.
Una frase capaz de dejarnos perplejos, ya que Jesús me ha confiado muchos
Redimisti nos Deo in sanguine Tuo
Pero te quedo Yo. Te tanto Yo sobre mi Corazón. No llores que Yo te amo
La fatiga física es nada frente a la fatiga moral que
he de soportar para alzar los velos tras los que está
lo sobrenatural. ¿Por qué? Por varias razones.
Hace poco ha vuelto usted (P. Migliorini) a decirme que escriba. La fatiga física es nada frente a la fatiga moral que he de soportar para alzar los velos tras los que está lo sobrenatural. ¿Por qué? Por varias razones.
La primera, que me parece cometer casi una profanación al hacer que sean conocidos los secretos de Dios en mí. Y temo siempre que ésta, si no profanación, ciertamente proclamación, me pueda ocasionar un castigo: el de ser privada de las divinas caricias y de las palabras divina. Nosotros, los vivientes, somos siempre un poco egoístas y no pensamos que cuanto Dios generosamente nos regala puede dar satisfacción a otros y que, siendo cosa de Dios, Padre de todos, no nos es lícito ser avaros y privar a los hermanos de ella.
La segunda razón es que un resto de humana desconfianza hacia mí y hacia los demás me hace siempre pensar si cuanto yo advierto como "sobrenatural" no deba, por el contrario, ser valorado por mí como ilusión y por los demás como un desatino. He sentido tal preocupación de creerme loca que pienso si también los demás no podrán ponerme en esa misma categoría.
La tercera razón es que tengo miedo de estos favores. Miedo, porque abrigo siempre el temor de que puedan ser un engaño... ¿Es posible que yo, pura nada, pueda merecer estos favores de mi Rey? Y miedo de que en mí provoquen soberbia. Tengo la impresión de que si me ensoberbeciese por ellos, siquiera fuese por un instante, no sólo cesarían en el acto sino que, en castigo de mi soberbia, incluso quedaría yo sin ese mínimum de sobrenatural que es común a muchísimos. ¡Oh, estoy segura de que Jesús me castigaría así!
Y ahora que le he expuesto las razones por las que no me agrada hablar, le diré aquellas por las que entiendo que no soy una ilusa que tome las quimeras por verdades sobrenaturales y las palabras demoníacas por divinas.
Estoy segura por la suavidad y la paz que me invaden
tras esas palabras y esas caricias, y por la fuerza de
que me revisten
Estoy segura por la suavidad y la paz que me invaden tras esas palabras y esas caricias, y por la fuerza de que me revisten, obligándome a escucharlas –y siempre en momentos ajenos en absoluto a mi voluntad de oír esas cosas (créame, le ruego, que nada hago yo para ponerme, diré así, en actitud receptora– siento, llegado el caso, una fuerza más viva que me dice: "Haz notorio esto. Silencia a todos estotro". Y no sabe transigir con esta suave violencia...
Mas, de mi cosecha, no hay nada. Si hasta yo misma pienso (y me aflijo por ello): "Jesús calla... ¡Oh, si se hiciera sentir para consolarme un poquito...!" Tenga por cierto que Él entonces continúa callado. Sólo cuando quiere se hace oír y entonces, por más que yo esté ocupada en otra cosa que tal vez me urge realizar, debo dejarla de la mano y ocuparme sólo de Él. Como si, conforme a mi estilo, prefiero un modo de decir a otro e intento cambiarlo, no puedo. Así está dicho y así debe quedar.
Me decía usted esta misma mañana que escribiese acerca de las sensaciones pasadas. Le he contestado que no podría repetir ahora exactamente aquellas palabras y, por tanto, o las repito. Nada debe ser mío en esto. Mas, con todo, le puedo hacer una breve enumeración de cuanto he advertido.
Como le he dicho más de una vez (, he soñado en muchas ocasiones con Jesús, con María y con los Santos. Pero, mientras Jesús siempre estaba "vivo", la Virgen y los Santos eran como estatuas o cuadros: figuraciones. Sólo a un frailecico franciscano, que ciertamente era santo, llegué a ver por dos veces como persona viva. Y en una de ellas me dijo que, de todos los males, "aquel que tenía allí –y me tocaba los pulmones– me habría causado la muerte". Este sueño lo tuve hace ahora siete años cuando nada en absoluto tenía en los pulmones.
"Con esta enfermedad has merecido tú más que una monja
en el convento. Cada año de los tuyos vale por toda una
vida conventual"
Otra vez el mismo frailecico franciscano, que no me pareció fuese San Francisco ni San Antonio, me dijo con faz radiante: "Con esta enfermedad has merecido tú más que una monja en el convento. Cada año de los tuyos vale por toda una vida conventual". Esto me lo hacía presente porque yo, viendo ya la muerte al acecho, me atormentaba a mí misma por haber hecho tan poco. Mi Superiora (muerta desde 1925) me hacía ver la muerte lejana y me la ocultaba diciendo: "Tira todavía algunos años". Por lo que yo decía: "Pero, ¿qué es lo que hago? ¡Nada! ¡Si fuese monja...!" Y fue entonces cuando el frailecico me dijo esas palabras.
Como le dije, a mi Ángel le di sólo aquella vez. Pero, en ocasiones, siento alentar sobre mi rostro un a modo de vientecillo y pienso si será mi ángel bueno que le alivia en los momentos en que me encuentro tan abatida que ni agitar el abanico puedo. En el verano de 1934 duró esta sensación varios meses: los de continuo peligro de muerte. Fuera de esto.. mi ángel se hace el muerto. Él, que tan bien cuidó de mí, lactante y llorona, en los surcos abrasados de la Tierra de Labor (, que me socorrió en el síncope de l4 de enero de 1932, nunca se ha mostrado o hecho sentir manifiestamente fuera de aquella vez ¿Quién sino él ha plantado ahora el lirio y las violetas ( tomándolos de jardines abastecidos...? Mas, ¿quién sabe?
Por el contrario, he visto y hablado (en sueños)
al Padre Pío de Pietrelcina.
Por el contrario, he visto y hablado (en sueños) al Padre Pío de Pietrelcina. Lo he visto, siempre en sueños, en éxtasis, después de la S. Misa. He visto su mirada penetrante y advertido sobre mi mano la cicatriz de su estigma cuando me tomó de ella. Y, no en sueños sino bien despierta, he sentido su perfume. Ningún jardín repleto de flores puede emanar, en plena floración, las paradisíacas fragancias que inundaron mi habitación en la noche del 25 al 26 de julio de 1941 y en la tarde del 21 de septiembre de 1942, precisamente mientras un amigo nuestro le hablaba de mí al Padre (yo ignoraba que él hubiese partido para S. Giovanni Rotondo). En ambas ocasiones, en fin, obtuve las gracias solicitadas. También Marta ( percibió el perfume. Era tan fuerte que la despertó. Después, de improviso, cesó, igual que, de improviso, habría venido.
Ahora bien, sentir el perfume es en mí cosa habitual.
Ahora bien, sentir el perfume es en mí cosa habitual. Esta misma mañana, tras una despiadada noche de agonía, lo he sentido. Incluso me ha hecho despertar del sueño que me había cogido al amanecer. Eran las seis cuando me ha despertado. La ventana estaba cerrada, no tengo flores en el dormitorio, perfumes tampoco, la puerta estaba igualmente cerrada. Ningún perfume, por tanto, podía penetrar de fuera. Ha sido como una espiral de fragancia a la diestra de mi lecho. Como vino ha desaparecido dejándome una sensación de dulzura en el corazón. Decir que es el olor de esta o aquella flor es decir poco. En este perfume están todas las fragancias. Las venas odoríferas se mezclan cual si las esencias de todas las flores creadas se agitasen en un girar paradisíaco.
Y ahora vengamos a las sensaciones más nítidas y que provienen todas de Jesús. Él es quien se manifiesta así.
Le he hecho referencia a la sensación de tener en mí la mirada de Jesús y de mirar, a través de sus ojos, a mis semejantes. Esto es muy difícil de explicar y me ha acontecido a lo largo de muchos años seguidos desde cuando yo apenas andaba.
Después tuvieron lugar, diré así, las invasiones del amor, los sobresaltos del amor, violentos dentro de su suavidad. Era como si Dios se precipitase en mí con su voluntad de ser amado. También esto tiene difícil explicación. Esas han durado y duran todavía.
Pero desde que sobrevinieron otras más vivas manifestaciones, diría que advierto menos éstas. Tal vez sea porque me he estabilizado en ellas. Cuando se está firme en una posición, bien fundamentados en ella, ya no se dan vaivenes. ¿No le parece?
Hace ya dos años que, por primera vez, advertí una "voz"
sin sonido que respondía a mis preguntas (preguntas
que me hago a mí misma cuando medito sobre esto o aquello)
y con la voz una visión (mental)
Hace ya dos años que, por primera vez, advertí una "voz" sin sonido que respondía a mis preguntas (preguntas que me hago a mí misma cuando medito sobre esto o aquello) y con la voz una visión (mental). Lo recuerdo perfectamente. Era a seguido de la discusión que tuve con mi primo (el espiritista) ( La había contestado a una carta suya burlona e hiriente. Tres horas después, mientras recapacitaba sobre lo escrito, ya cursado, y me complacía aduciendo razones humanas y algo más que humanas en confirmación de mi fogosa carta, advertí la "voz" que me decía: "No juzgues. Nada puedes saber tú. Hay cosas que Yo permito. Hay otras que Yo provoco. Y ninguna carece de fin. Y ninguna es captada por vosotros, los hombres, con justicia. Sólo Yo soy Juez y Salvador. Piensa cuántos de mis siervos fueron tachados de endemoniados porque hablaron repitiendo palabras venidas de zonas de misterio. Piensa cuántos otros, cuya vida pareció discurrir siempre en la más sumisa observancia de la Ley de Dios y de mi Iglesia, se encuentran ahora entre los condenados por Mí. No juzgues y no temas. Yo estoy contigo. Mira: ten un instante de percepción de mi Luz y verás que la luz humana más viva es tenebrosidad respecto de mi Luz".
Y vi como abrirse una puerta, una gran puerta de
bronce, alta, pesada... giraba sobre sus goznes
con un sonido de arpa.
Y vi como abrirse una puerta, una gran puerta de bronce, alta, pesada... giraba sobre sus goznes con un sonido de arpa. No veía quién la impelía a abrirse lentamente. Se filtró de la hendidura una luz tan viva, tan festiva, tan ... no hay adjetivos para describirla, que me colmó de cielo. La puerta continuaba abriéndose y del vano, cada vez más amplio, un río de rayos de oro, de perlas, de topacios, de brillantes, de todas las piedras preciosas hechas luz, me rodeó toda, me inundó. Y en aquella luz comprendí que es preciso amar a todos, no juzgar a nadie, perdonarlo todo y vivir sólo de Dios. Han transcurrido dos años y aún veo aquel fulgor...
Más tarde, en la Semana Santa de 1942l Mejor dicho, en la semana de Pasión. De improviso, el miércoles de Pasión, me sonó una frase al oído. Fue tan viva la impresión que puedo con propiedad decir que "me sonó" por más que no percibiese sonido alguno: "De aquellos que Yo te he dado ninguno ha perecido, excepto el hijo de perdición. Y esto a fin de que tú conocieses igualmente la amargura de no poder conseguir salvar a todos los tuyos".
Una frase capaz de dejarnos perplejos, ya que Jesús me
ha confiado muchos
Como usted ve, una frase mitad evangélica, antigua por tanto, y mitad nueva. Una frase capaz de dejarnos perplejos, ya que Jesús me ha confiado muchos –parientes, amigos, maestros, condiscípulas y discípulas– muchos por los que he sufrido, obrado, rogado. Entre estos muchos ha habido más de uno que me ha desilusionado en mi sed de amor espiritual. Por eso era para quedarme perpleja acerca de la persona definida como hijo de perdición. Mas cuando Jesús habla, por más que la frase sea en apariencia misteriosa para los demás, va unida a tal luz especial, que el alma a la que se dirige entiende exactamente a quién se alude por Cristo.
Comprendí pues que "el hijo de perdición" era una de mis niñas de la Asociación. Una por la que tanto había hecho llevándola de verdad sobre mi corazón para salvarla, ya que me había dado cuenta de su natural... Aparentemente, el año pasado, nada había que hiciese pensar un desvarío suyo. Mas yo lo comprendí. Aumenté entonces mis oraciones por ella y... no pude sino impedir un delito de infanticidio.
El Viernes Santo vi por primera vez a Jesús Crucificado
sobre la cima del Gólgota entre los dos ladrones.
El Viernes Santo vi por primera vez a Jesús Crucificado sobre la cima del Gólgota entre los dos ladrones. Vista que se prolongó por espacio de meses, no continua sino muy frecuentemente. Se me aparecía Jesús contra un cielo hosco, en medio de una luz lívida, desnudo sobre la cruz oscura, un cuerpo cual si estuviese desangrado, un velo de un azul pálido por los lomos, el rostro doblado sobe el pecho en el abandono de la muerte con los cabellos que lo ensombrecían. La cruz estaba siempre en dirección de oriente. Al ladrón de la izquierda lo veía bien mal al de la derecha. Ahora bien, éstos estaban vivos, Jesús, en cambio, muerto. Alguna vez aún veo a Jesús en la cruz; mas ahora siempre está solo. Que yo recuerde, jamás he visto cuadro alguno semejante a este.
En junio, bajo esta impresión, escribí la poesía siguiente. Hacía años que ya no componía ninguna porque, con tanto mal, se me ha secado, cual flor que muere, la vena poética. Se la transcribo, no porque sea un dechado sino porque expresa mis impresiones tras aquella visión y las declara mejor que mis frases en prosa. Inmediatamente después escribí también esa otra a la Virgen María por más que nunca vea ni sienta a la Señora. Le copio ambas.
Redimisti nos Deo in sanguine Tuo
Sinistro é il monte dalla scabra roccia.
Il cielo si infosca sul tuo dolore
mentre ti sveni a goccia a goccia
sull'alta cima per noi, Signore.
Stai con le bracciai aperte a croce
col capo chino sotto la corona,
lo sguardo velato, spenta la voce,
vivo solo in cuore che amore sprona.
Guardi degli uomini l'odio e la guerra
che fame e stragi, nell'andar fatale,
seminan fiere per tutta la terra.
E l'uomo sempre preferisce il Male
al Bene che e tuo figlio, alla Pace
che é santo fiore di celeste aiuola,
all'Amore in cui ogni egoismo tace,
alla Fe·, vita dei popoli sola.
E Tu ancora, sí, ancora una volta sali
sul tuo Calvario per noi, e per noi ti offri,
ostia che riscatta i nostri mali,
e sul legno, alto verso il cielo, soffi.
Perché, perché novellamente asceso
sei sulla croce dolorosa? L'uomo
di folle cupidigia e d'ira acceso
contro sé stesso infierisce e domo
non é finché, vinto, nel fango tristo,
donde lo traësti a piú alta sorte,
di nuovo non sia. E contro di Te, Cristo,
si scaglia con furor cieco di morte.
Pur Tu torni, per l'uomo che t'offende,
ad espiar, ché ti sei fatto scudo
per noi contro le folgori tremende
del Padre tuo e solo, livido, ignudo,
nell'ultimo spasmo levando il viso
gridi: "Tutto é compiuto! Per quest'ora,
Padre, perdona! Ad essi il Paradiso!
lo li ho redenti una volta ancora!"16 de junio 1942
Ave María! Tu che sei la santa
proteggi questa giovinezza pía,
tu che sei ricolma, dolce Maria,
di grazia cosí tanta.
Per il Signore che é teco e te con Lui,
tu, benedetta fra le creature,
difendile dalle insidie oscure
e dai tristi giorni bui.
Per aquel Figlio che nel seno avesti
restando vergine, e che Gesú pietoso,
volgi, deh! volgi il ciglio tuo amoroso.
Regina sei dei mesti.
Santa Maria! Prega per noi mortali.
Senza di te troppo la nostra vita,
o Madre nostra, é simile a samarrita
arundine dall'ali
stanche per troppo volo, o a navicella
scosa da furia d'onde accavallate.
Deh! tu placa il nombo sull'acque irate
ché sei del mar la stella.
Nella vita e piú nell'ora in cui le luci
per noi si spegnon nel buio della morte
tu, Vergine e Madre, l'eterne porte
aprici e a Dio ci adduci.17 junio 1942
Estoy contenta de haber compuesto para Jesús y María estas mis dos últimas... chapuzas poéticas. Por más que los versos sean defectuosos, o importa. Jesús me los califica, no obstante, con una buena nota puesto que no mira a la métrica sino al amor.
En junio, una tarde en que me encontraba entre la vida y la muerte, llegué a sentirme llamar por aquella niña –"el hijo de perdición"– que estaba en Roma. Fue un grito de invocación infinita: "¡Señorita, señorita!" Lo percibí distintamente. Ningún otro lo oyó. Mes y medio después supe por ella, de vuelta ya en su casa, el verdadero motivo de su ausencia: un hijo. Y aquella tarde, desesperada, había estado a punto, a punto de suicidarse... y me había llamado para resistir la tentación. Me había llamado con su alma a mí que nada sabía en concreto, que la creía ausente por motivos de trabajo y que no quería dar crédito a aquella "voz" del miércoles de Pasión.
Después, a veces, he llegado a ver a Jesús niño, como de siete a diez años. Bellísimo. A Jesús, ya hombre, en la plenitud de la virilidad, más bello aún.
Ahora bien, la sensación más dulce, más completa,
más sensible, la tuve el 2 de marzo de este año. La tuve
la mañana que murió Jaimito, mi pobre pajarillo.
Ahora bien, la sensación más dulce, más completa, más sensible, la tuve el 2 de marzo de este año. No se ría, Padre, porque la tuve la mañana que murió Jaimito, mi pobre pajarillo.
Lloraba porque... soy boba. Lloraba porque me aficiono mucho a todo. Lloraba porque en mis diez años de aislamiento de enferma tengo un verdadero deseo de afectos en mi derredor, por más que sean afectos de bestezuela. Me lamentaba en silencio con Jesús y le decía: "Con todo, ya me lo podías dejar. ¿Por qué me lo quitas si me lo habías dado? ¿Hasta de un pájaro tienes celos?" Después concluí: "Pues bien... toma también este dolor. Te lo ofrezco con todo lo demás por aquello que Tu sabes".
"Pero te quedo Yo. Te tanto Yo sobre mi Corazón.
No llores que Yo te amo"
Y entonces sentí dos brazos que me rodeaban y me atraían contra un corazón, con mi cabeza sobre un hombro. Advertí el calor tibio de una carne sobre mi mejilla, la respiración y el palpitar de un corazón dentro de un pecho vivo. Me abandoné a aquel abrazo sentido sobre mi cabeza una voz que me murmuraba en los cabellos: "Pero te quedo Yo. Te tanto Yo sobre mi Corazón. No llores que Yo te amo".
Y no he llorado más ni sentido ya dolor. Advierta que cuando se me muere un pájaro, un perro, los lloros duran meses. Pero aquel día... todo concluyó con el abrazo de Jesús. Alguna vez se repite aunque con menor intensidad.
Después, el Viernes Santo de este año, o sea, el 23 de abril, fue el primer dictado de Jesús y el 1.º de mayo, el segundo.
¡Oh! Ya le he dicho pues todo y me quedo con los hombros tan quebrantados que me parece haber llevado la cruz sobre ellos arriba y abajo del Calvario.
C. 43, 20-29
A. M. D. G.