13 mayo

 

 

Jesús suple al pajarito "Juanito"

 

 

 


 

Ahora bien, la sensación más dulce, más completa, más sensible, la tuve el 2 de marzo de este año. La tuve la mañana que murió Jaimito, mi pobre pajarillo.

  Pero te quedo Yo. Te tanto Yo sobre mi Corazón. No llores que Yo te amo

 


 

En junio, una tarde en que me encontraba entre la vida y la muerte, llegué a sentirme llamar por aquella niña  –"el hijo de perdición"–  que estaba en Roma. Fue un grito de invocación infinita: "¡Señorita, señorita!" Lo percibí distintamente. Ningún otro lo oyó. Mes y medio después supe por ella, de vuelta ya en su casa, el verdadero motivo de su ausencia: un hijo. Y aquella tarde, desesperada, había estado a punto, a punto de suicidarse... y me había llamado para resistir la tentación. Me había llamado con su alma a mí que nada sabía en concreto, que la creía ausente por motivos de trabajo y que no quería dar crédito a aquella "voz" del miércoles de Pasión.

Después, a veces, he llegado a ver a Jesús niño, como de siete a diez años. Bellísimo. A Jesús, ya hombre, en la plenitud de la virilidad, más bello aún.

 

Ahora bien, la sensación más dulce, más completa,

más sensible, la tuve el 2 de marzo de este año. La tuve

 la mañana que murió Jaimito, mi pobre pajarillo.

 

Ahora bien, la sensación más dulce, más completa, más sensible, la tuve el 2 de marzo de este año. No se ría, Padre, porque la tuve la mañana que murió Jaimito, mi pobre pajarillo.

Lloraba porque... soy boba. Lloraba porque me aficiono mucho a todo. Lloraba porque en mis diez años de aislamiento de enferma tengo un verdadero deseo de afectos en mi derredor, por más que sean afectos de bestezuela. Me lamentaba en silencio con Jesús y le decía: "Con todo, ya me lo podías dejar. ¿Por qué me lo quitas si me lo habías dado? ¿Hasta de un pájaro tienes celos?" Después concluí: "Pues bien... toma también este dolor. Te lo ofrezco con todo lo demás por aquello que Tu sabes".

 

"Pero te quedo Yo. Te tanto Yo sobre mi Corazón.

No llores que Yo te amo"

 

Y entonces sentí dos brazos que me rodeaban y me atraían contra un corazón, con mi cabeza sobre un hombro. Advertí el calor tibio de una carne sobre mi mejilla, la respiración y el palpitar de un corazón dentro de un pecho vivo. Me abandoné a aquel abrazo sentido sobre mi cabeza una voz que me murmuraba en los cabellos: "Pero te quedo Yo. Te tanto Yo sobre mi Corazón. No llores que Yo te amo".

Y no he llorado más ni sentido ya dolor. Advierta que cuando se me muere un pájaro, un perro, los lloros duran meses. Pero aquel día... todo concluyó con el abrazo de Jesús. Alguna vez se repite aunque con menor intensidad.

Después, el Viernes Santo de este año, o sea, el 23 de abril, fue el primer dictado de Jesús y el 1.º de mayo, el segundo.

¡Oh! Ya le he dicho pues todo y me quedo con los hombros tan quebrantados que me parece haber llevado la cruz sobre ellos arriba y abajo del Calvario.

C. 43, 28-29

A. M. D. G.