MAÑANA DEL VIERNES, 28 DE MAYO

 

 

El obrar de Dios depende de la

 

respuesta de la criatura

 

 


 

Una de las últimas cosas enseñadas ha sido el valor del silencio

  Ama, María, mi Corazón porque Él es el que te ha sanado de uno de tus principales defectos: la vehemencia, la resistencia, la falta de flexible adaptación a las cosas de cada hora,

  Piensa pues en esto a fin de no errar cuando te mires y veas con estupor que tus brazos echan plumas transformándose en alas:

   Y es por esto que en la cruz os di a mi Madre. No os confié al Padre del que, al morir, os rescataba, Os di a la Madre porque erais deformes o apenas nacidos y estabais necesitados de un regazo.

  Tú, mujer, hija de mujer, criatura hecha a semejanza de Dios, no seas inferior a los nacidos de los animales. Sé reconocida siempre a mi seno que te amamanta, te nutre e instruye y ámalo

 


 

Dice Jesús:

"Es ésta una lección toda para ti. Soy tu Maestro y tú lo reconoces. Este reconocimiento tuyo me da alegría. Pero quiero que reconozcas toda la profundidad de cuanto obro en ti. Muchas son las cosas que te he enseñado y muchas más te enseñaré todavía porque estás aún lejos de ser como Yo te querría.

 

Una de las últimas cosas enseñadas ha sido el valor

 del silencio

 

Una de las últimas cosas enseñadas ha sido el valor del silencio. Te lo hice comprender mostrándome a ti callado ante mis acusadores de ahora y de un tiempo, ante Pilatos y los Pilatos que no me acusan, que, humanamente no me quieren mal, pero que, por miedo, no me defienden. He visto que has aprendido dicha lección y que estás con deseos de imitarme, reconociendo de verdad que, por ti sola, no podrías nunca conseguirlo.

Este tu deseo y esta tu humildad me han inducido a obrar. Siempre que veo en uno las disposiciones idóneas, Yo opero en él. No soy tan sólo Maestro, soy también Médico y sé, como médico, que vista alguna ni diagnostico son bastantes a curar si el enfermo rehúsa someterse al médico. No es la palabra la que salva: es la obra. Así pues, Yo he obrado en ti estrechándote a mi Corazón.

 

Ama, María, mi Corazón porque Él es el que te ha sanado

de uno de tus principales defectos: la vehemencia,

la resistencia, la falta de flexible adaptación a las

cosas de cada hora,

 

Ama, María, mi Corazón porque Él es el que te ha sanado de uno de tus principales defectos: la vehemencia, la resistencia, la falta de flexible adaptación a las cosas de cada hora, enojosas, hirientes, injustas, es cierto, pero a las que es preciso hacerlas útiles, justas, amadas, pensando en la vida eterna en donde las volveréis a encontrar. Estrechada a mi Corazón, y tú sabes en qué mañana fue, Él no sólo te habló, sino que te purificó con sus llamas. Por lo que tu humanidad se ha transformado perdiendo mucho de vuestra humanidad  –podría decir: de vuestra bestialidad–  y adquiriendo mucho de mi humanidad.

Más cosas obraré en ti, si siempre te veo dispuesta y humilde, del modo que obré otras para hacerte más grata a nuestro Padre. De muchas te has preocupado de ser curada y por Quien. De otras, en cambio, al ser más suave mi mano, no te has preocupado.

 

Piensa pues en esto a fin de no errar cuando te mires y

veas con estupor que tus brazos echan plumas

 transformándose en alas:

 

Piensa pues en esto a fin de no errar cuando te mires y veas con estupor que tus brazos echan plumas transformándose en alas: todo el bien que veas haber nacido en donde antes había hierbajos y raigones de mal, es mío, te lo he regalado Yo. Por ti, no obstante tu buen deseo, nada habrías podido.

Por esto último que he hecho en ti, con lo que has llegado a ser imitadora mía en el silencio que es prudencia, que es caridad, que es sacrificio y que me agrada más que el incienso, me has tributado alabanzas proclamando ser Yo el autor de la gracia. Este reconocimiento me impele a más obrar

 

Y es por esto que en la cruz os di a mi Madre.

 No os confié al Padre del que, al morir, os rescataba,

Os di a la Madre porque erais deformes o apenas nacidos

y estabais necesitados de un regazo.

 

Soy Maestro y Médico, mas también Padre. Y si no fuese el Hombre-Dios, diría que soy Madre para todos vosotros, ya que, como una madre, os llevo, os alimento, os cuido, os instruyo, lloro por vosotros y me glorío de vosotros. El amor de un padre es ya distinto. El amor de una madre, en cambio, es el amor de los amores después del de Dios. Y es por esto que en la cruz os di a mi Madre. No os confié al Padre del que, al morir, os rescataba, Os di a la Madre porque erais deformes o apenas nacidos y estabais necesitados de un regazo.

Sed, sé para Mi una hija que reconoce los cuidados prestados a su infancia espiritual. Fíjate en los nacidos de mujer, hay pocas luces en la mente rudimentaria de un recién nacido y, no obstante, tú le ves sonreír y acariciar el pecho del que le viene la leche. Observa los nacidos de las bestias: aman el seno materno que les nutre y el ala que les cobija.

 

Tú, mujer, hija de mujer, criatura hecha a semejanza

de Dios, no seas inferior a los nacidos de los animales.

 Sé reconocida siempre a mi seno que te amamanta,

te nutre e instruye y ámalo

 

Tú, mujer, hija de mujer, criatura hecha a semejanza de Dios, no seas inferior a los nacidos de los animales. Sé reconocida siempre a mi seno que te amamanta, te nutre e instruye y ámalo con un amor que me compense y me fuerce a cuidarme cada vez más de ti. No te canses de amar. Tú sabes lo que quiero decir. No te canses de amar si no quieres que Yo me canse de obrar.

Ahora vete en paz. Recuerda, escucha y ama. Sabes qué es lo que quiero decir. Así me tendrás contento. Soy Jesús, el Jesús que es el Salvador".

C. 43, 38-40

A. M. D. G.