5 JUNIO.
Súplica a María Dolorosa.
María, que nos tomaste por hijos al pie de la Cruz; María, que eres Madre nuestra y de nuestro Dios y Hermano Jesús, escucha la voz de tus hijos.
Henos aquí, ¡oh Madre!: nos postramos al pie de la Cruz donde agoniza tu Hijo y donde agonizas asimismo. Tú con el Corazón desgarrado viendo morir a tu Hijo. Míranos, María. Que todos seamos rociados con la Sangre de tu Hijo. El murió por nosotros para darnos la Vida y la Paz en este y en el otro mundo. Y nos volvemos a Ti que fuiste la primera piedra de nuestra redención, nos volvemos para tener la vida, la salvación y la paz de las que nos habíamos hecho indignos de poseer con nuestra forma de vivir contraria y rebelde a la doctrina de tu Hijo.
Sí, sabemos que hemos merecido el azote que ahora nos hiere. Lo reconocemos humildemente para asemejarnos a Ti que fuiste Humildísima por encima de Purísima. Pero, Madre, si eres pura, también eres compasiva. Compadécete pues de nosotros, María, que engendraste para el mundo la Misericordia misma!
¡Sálvanos, sálvanos, María, del furor enemigo!
Salva nuestras iglesias y nuestras casas, las iglesias y las casas de esta ciudad que te reconoce por Reina y Patrona.
Salva a nuestros hombres, a aquellos hombres a los que Tú, Estrella del Mar, tantas veces salvaste de las desgracias marineras.
Sálvanos a todos cuantos aquí estamos postrados a tus plantas; salva a aquellos a quienes la enfermedad les impide estar aquí con nosotros, pero que lo están con su alma y con su sufrimiento.
Salva también a los que están ausentes con su voluntad perversa, hijos desviados, los más desgraciados por haber perdido la Luz, el Camino, la Vida, al perder a tu Hijo, Verdad verdadera.
Y para penetrar con nuestra plegaria en tu Corazón compasivo, he aquí, María, que nos despojamos de los rencores, del espíritu de venganza, de la sed de ser crueles como lo son otros con nosotros. Nos acordamos en esta hora de que todos fuimos creados por el Padre, todos somos hermanos del Hijo, todos somos amados por el Espíritu. Nos acordamos en esta hora de la plegaria de tu Jesús, Mártir por nosotros: "Padre, perdónalos" y la repetimos por todos, sobre todos, a fin de ser, a nuestra vez, perdonados por el Eterno y salvados por Ti.
¡Ave María! De tu Corazón traspasado haz descender sobre nosotros la gracia de la salvación para esta ciudad, para nuestra patria, para todos cuantos mueren entre las ruinas habiendo perdido de vista el Cielo.
Santa María, ruega por nosotros. Y si la voluntad de Dios se hubiera de cumplir en nosotros cruentamente, está a nuestro lado en la hora de la muerte para llevarnos contigo, María, a verte y a darte las gracias entre los esplendores eternos de Dios. Amén.
C. 43, 56-58
A. M. D. G.