7 JUNIO
La Gracia
(Continuación)
el mundo no quiere a este Espíritu que os hace buenos
Aquí tenéis las causas de vuestra ruina y de nuestro silencio
Dice Jesús:
"Continúo hablándote de la gracia, la cual proporciona la vida del espíritu.
Cuando Dios creó al primer hombre, le infundió,
además de la vida de la materia, hasta entonces inanimada,
la vida igualmente del espíritu
Cuando Dios creó al primer hombre, le infundió, además de la vida de la materia, hasta entonces inanimada, la vida igualmente del espíritu. De otra suerte, no habría podido decir que os había hecho a su imagen y semejanza.
Cómo era de perfecta la primera criatura, ninguno de vosotros puede imaginarlo. Sólo Nosotros podríamos ver en el eterno presente que es nuestra eternidad, la perfección de la obra maestra de nuestra Inteligencia creadora. La semilla de Adán, si Adán hubiese sabido permanecer rey, cual Nosotros lo habíamos hecho, con potestad sobre todas las cosas y con dependencia únicamente de Dios –una dependencia de hijo amantísimo– hubiera sido una semilla de perpetua perfección. Mas allí había un vencido que acechaba para extraer venganza.
¿has pensado alguna vez que fue el espíritu de venganza
el que os arruinó a vosotros, hijos de Adán, y el que me
mandó a Mí, Hijo de Dios, a la cruz?
Tú, María, que dices que no podrían salir de tu corazón espontáneamente movimientos de perdón porque tu naturaleza humana te lleva al espíritu de venganza y sólo en atención a Mí sabes perdonar, ¿has pensado alguna vez que fue el espíritu de venganza el que os arruinó a vosotros, hijos de Adán, y el que me mandó a Mí, Hijo de Dios, a la cruz?
Lucifer –y era el más hermoso de entre los hermosos creados por Mí– desde el abismo adonde había caído, eternamente deforme tras la blasfemia lanzada contra su Creador, se sintió abrasado por la sed de venganza. A su primer pecado de soberbia añadió asimismo una serie de delitos, vengándose por los siglos de los siglos. Y su primera venganza fue contra mis creados Adán y Eva. Su diente envenenado puso en la perfección de mi creación el signo de su bestialidad comunicándoos su misma avidez de lujuria, de venganza, de soberbia. Y desde entonces vuestro espíritu mantiene en vosotros un duelo con los tóxicos del mordisco infernal.
Alguna rarísima vez triunfa el espíritu sobre la carne y la sangre dando entonces a la tierra y al Cielo un nuevo santo. Alguna vez el espíritu vive, a duras penas, con éxtasis de letargo en los que está como muerto y en los que vivís y obráis como criaturas privadas de luz, de mi Luz. Alguna otra vez le da muerte literalmente la criatura que desciende voluntariamente de su trono de hija de Dios y viene a ser peor que un bruto, convirtiéndose en demonio, hija del demonio.
En verdad te digo que más de los dos tercios de la raza
humana pertenece a esta categoría que vive bajo
el signo de la Bestia.
En verdad te digo que más de los dos tercios de la raza humana pertenece a esta categoría que vive bajo el signo de la Bestia. Para ella Yo morí inútilmente.
La ley de los marcados por la Bestia está en oposición con mi Ley. En una domina la carne y genera obras de carne. En la otra domina el espíritu y genera obras de espíritu. Cuando domina la carne, allí está el reino de Satanás.
La infinita Misericordia que anima a la Trinidad le dio a vuestro espíritu todos los auxilios precisos para permanecer dominador. Le dio el sacramento que borra el signo de la Bestia en vuestra carne de hijos de Adán e imprime mi Signo. Le dio mi Palabra de Vida, dióle a Mí, Maestro y Redentor, dióle mi Sangre en la Eucaristía y sobre la Cruz y dióle el Paráclito: Espíritu de verdad.
El que sabe estar en el Espíritu produce obras del espíritu. De la criatura poseída por el Espíritu manan caridad, mansedumbre, pureza, ciencia y toda clase de obras buenas junto con una gran humildad. De los otros salen, cual serpientes sibilantes, vicios, fraudes, lujurias, delitos, porque su corazón es nido de serpientes infernales.
el mundo no quiere a este Espíritu que os hace buenos
Mas, ¿dónde están aquellos que saben tender a la vida del espíritu y hacerse dignos de acoger en sí la infusión vital del Consolador que viene con todos sus dones, si bien quiere por trono un espíritu pronto y deseoso de Él? No, que el mundo no quiere a este Espíritu que os hace buenos. Lo que el mundo quiere es el poder a cualquier precio, la riqueza a cualquier precio, todos los goces de la tierra a cualquier precio, rechaza y maldice al espíritu Santo e impugna su Verdad y se enfanga con ropajes proféticos pronunciando palabras que no salen del seno de la Trinidad Santísimo sino del antro de Satanás.
Aquí tenéis las causas de vuestra ruina
y de nuestro silencio
Y esto no es ni será perdonado. Jamás. Y que no sea perdonado, ya lo veis. Dios se retira a lo alto de su Cielo porque el hombre rechaza su amor y vive para la carne y en la carne. Aquí tenéis las causas de vuestra ruina y de nuestro silencio. Salen desde el profundo los tentáculos de Satanás, el hombre sobre la tierra se proclama dios y blasfema contra el verdadero Dios, y el Cielo se cierra en lo alto. Y esto es ya piedad, puerto que, al cerrarse, detiene los rayos que vosotros merecéis.
Un nuevo Pentecostés hallaría a los corazones más duros y sucios que un pedrusco hundido en un estanque de fango que habéis escogido, a la espera de que una orden qué no admite réplicas, os extraiga de él para juzgaros y para separar a los hijos del espíritu de los hijos de la carne."
Y ahora, buen Jesús, deja que hable yo. Has dicho tantas cosas hoy que apenas si puedo copiarlas todas. En las primeras horas me encontraba tan cansada y enferma que me fatigaba el seguir tu dulce voz. Después ha ido mejor, pero ahora el dolor se apodera de mí. Es una hora del Getsemaní.
¿Por quién sufro? ¿Qué alma es la que necesita de esta agonía para sanar, para esperar, para tornar a Ti? Nunca lo sobré en este mundo, mas estoy convencida de que existe y de que esta mi amargura la debo apurar por un fin de expiación. Lo hago con gusto aun cuando el llanto baña mis mejillas. Pero, déjame llorar sobre tu Corazón porque, si es dulce amar sobre Él, es también dulce sufrir sobre Él.
Todas las tristezas acuden en tropel. Tú las conoces todas sin que yo te las enumere y, tanto Tú como yo sabemos, incluso, qué se oculta tras este negro velo que me quiere envolver. Cierro los ojos para no verlo. Hago como los niños que tienen miedo de la oscuridad. Y esta tarde me encuentro igual que una pobre niña que se ve sola en un lugar sin luz. Cada rincón es un receptáculo de sombras que toman formas aterrorizantes. Si cierro apretadamente los ojos después de haberte mirado de hito en hito como se mira al sol, no me queda sino tu Imagen en el fondo de la retina; si me abrazo muy estrechamente a Ti, ya no me doy cuenta de la soledad que me rodea y de la que tantos peligros pueden surgir para mí. Siento tus brazos en torno mío y si bien lloro, ya no tengo miedo.
Toma para Ti el llanto de esta tarde. No tengo sino esto que darte en esta noche de pena. No te digo siquiera: "Quítame esta pena". Sólo te digo: "Hágase tu Voluntad; pero, ayúdame, Jesús".
Sí, ayúdame, Maestro bueno. No me dejes ir. Todo el dolor que quieras, Señor; pero... tu cercanía siempre. Sé, creo que no es sin un fin de bien este tormento moral. Sé, espero que no es sin utilidad. Sé que si sufro con paz, ésta permanecerá en mí al estar sobre tu Corazón y la envidia del demonio no la podrá turbas. Por eso te digo: heme aquí dispuesta, por tu amor, a hacer tu Voluntad...
No más tarde de esta mañana decía que mi presente beatitud me impide sentir el mordisco de las vicisitudes humanas. Por el contrario, esta tarde he sentido lo amargo de la necesidad actual. Y he sufrido mucho por ello. Si hubiese sufrido sola, hubiera sido un sufrimiento espasmódico; mas, sabiendo bien que ninguna criatura humana me podía consolar, me he vuelto a Ti con fe. Tú eres el que quieres estos actos de fe amorosa para compensarte de todos los desamores que te niegan. Y tomas en el acto al alma generosa dándole consuelo.
Ahora lo he aprendido y vengo de prisa a refugiarme en Ti. No me contento con rogarte, llevo más adelante mi osadía y me echo en tus brazos. Eres mi Dios, pero también eres mi Hermano y mi Esposo. Por eso, además de rogarte, puedo asimismo abrazarte para no sentirme tan sola frente a un futuro, si para todos triste, para mí cargado de incógnitas aún más penosas.
Tenme así durante todo este tristísimo mes, tenme así hasta la muerte. Aunque no me hables, me basta con que Tú me dejes estar sobre tu Corazón. Acuérdate, Señor, de tu agonía y sé Tú para tu pequeñita hostia el Ángel que conforta...
C. 43, 63-67
A. M. D. G.