8 JUNIO.

 (Si bien oído el 7).

 

 

Sin el Padre no hubiera sido Mas

 

sin el Espíritu Yo no hubiera venido

 

 


 

es preciso volver a nacer en el Espíritu para poder poseer la vida eterna

  Me tenéis a Mí, Luz del mundo, y, una vez más y aún cada vez siempre más, preferís las tinieblas a la luz.

   ¡Pobres criaturas cegadas por vuestra ciencia humana!

   Hombre, muerde; muerde el fruto que te hará dios

  No podéis conciliar el Reino de Dios con el reino de Satanás

  Dejando el seno del Padre, os di a Mí mismo para hablaros.

  Venid, no rechacéis mi mano que intenta atraeros a Mí.

   Yo soy el Dios de la Paz. Brotan de Mí todas las gracias. Todo dolor se calma en Mi.

 


 

Dice Jesús:

"Sin el Padre Yo no hubiera sido. Mas sin el Espíritu Yo no hubiera venido. Porque fue el Amor del Padre el que me envió. Y tanto más presentes y operantes estamos Nosotros en un corazón cuanto más vivo en el mismo es el amor. De ahí la necesidad de poseer en vosotros el Amor, es decir, el Espíritu Santo.

 

"es preciso volver a nacer en el Espíritu para

poder poseer la vida eterna"

 

Ya lo dije: que "es preciso volver a nacer en el Espíritu para poder poseer la vida eterna". El hecho de nacer la carne de otra carne no os diferencia de los brutos sino en esto: en que vosotros seréis juzgados por no haber querido volver a nacer en el Espíritu. Los brutos no son responsables de esto. Vosotros sí. Vosotros, creyentes en mi Nombre, vosotros, regenerados por el Bautismo, sí. ¿Por qué pues vosotros no renacéis en el Espíritu? ¿Por qué dais muerte en vosotros al Amor?

¿Cómo puede ser comprendida mi doctrina si no está en vosotros el Amor? Ya lo dije: que "lo comprenderéis cuando os haya mandado el Consolador, el Espíritu de Verdad". Ahora bien, Yo os lo mandé. Subí gustoso a la cruz para redimiros y preparar el camino al Paráclito. Subí gustoso al Cielo dejando a mi Madre, la Única en la que el Espíritu se hallaba como en el seno del Padre, pues tan llena estaba de gracia. En Ella estaba más bien la misma "Gracia". Subí, dejando a los hombres a los que tanto había amado hasta el punto de morir por ellos muerte de cruz, a fin de poder mandaros a Aquel a cuya luz todo resulta diáfano. Os lo sigo mandando para alimentar esta luz conmigo mismo porque Yo estoy en el Padre y en el Espíritu y Ellos están en Mí.

 

Me tenéis a Mí, Luz del mundo, y, una vez más y aún

cada vez siempre más, preferís las tinieblas a la luz.

 

Y a Mí me tenéis en la Eucaristía con mi Cuerpo, con mi Sangre, con mi Esencia. Dios es vuestro Hermano. Mas vosotros vivís con la carne. Me tenéis a Mí, Luz del mundo, y, una vez más y aún cada vez siempre más, preferís las tinieblas a la luz. Semejáis pobres locos. En los tiempos de mi viva entre vosotros os hubieran llamado "obsesos", poseídos de un espíritu impuro que os inclina a perversiones extrañas por las que amáis las tinieblas, las torpezas, las compañías inmundas, mientras podríais vivir en la Luz y en la Verdad. Tenéis el oído y no percibís, tenéis la vista y no veis. Poseéis el habla, pero la utilizáis para blasfemar o para mentir. Tenéis un corazón y no lo alzáis al Cielo sino que lo vendéis por bajos amores y bajos intereses.

¿Por qué vivís profanando y profanándoos? Mas, ¿qué son para vosotros las palabras de Verdad y de Vida que os dejé y que el Paráclito os ha explicado a la luz de la Caridad?

 

¡Pobres criaturas cegadas por vuestra ciencia humana!

 

De cuando en cuando intento una nuevo milagro de amor y os llamo hablándoos de mil maneras. Venid, indagad, moveos. Pero, ¿cómo? Con una curiosidad científica. Vuestro espíritu no despierta al contacto del Misterio que se desvela una vez más y os muestra a Dios y su amor. ¡Pobres criaturas cegadas por vuestra ciencia humana!

Una sola es la ciencia necesaria. Y os la comunica el Espíritu de Verdad. A su luz, todo cuanto existe se santifica, se purifica, se hace bueno. Si vuestro saber trae su origen de este Saber perfecto, vuestro saber humano da obras de utilidad verdadera. De otro modo, no. Si la ciencia que poseéis es sólo ciencia humana, no es ciencia verdadera. Es profanación. Esta rasga los velos que envuelven las fuerzas cósmicas en un misterio en el que Yo, que sé dosificar el bien y el mal que debéis conocer, las he envuelto.

 

"Hombre, muerde; muerde el fruto que te hará dios"

 

Silba el dragón: "Hombre, muerde; muerde el fruto que te hará dios". Y vosotros mordéis. No sabéis que coméis vuestra condenación Llegáis a ser, es cierto, de una genialidad semidivina; habéis arrancado muchos secretos al universo y habéis esclavizado las fuerzas de la naturaleza. Mas, al no tener vuestro saber el contrapeso del amor, vuestro saber viene a ser únicamente poder destructor. Y Satanás silba su satisfacción porque en vuestros descubrimientos ve el signo que niega a Dios. Sólo su signo.

Su pusieseis para realizar el bien la centésima parte de lo que ponéis para hacer el mal, estaríais salvados. Mas seguir el Bien equivale a ser puros, continentes, misericordiosos honestos, justos y humildes. Y vosotros, por el contrario, preferís ser obradores de iniquidad."

 

Oído también el 7.

 

No podéis conciliar el Reino de Dios

 con el reino de Satanás

 

"No podéis conciliar el Reino de Dios con el reino de Satanás. No podéis complacer, a la vez, a la carne y al espíritu. Debéis escoger.

Para que podáis escoger os di la inteligencia. Para que podáis ver os di la luz. Para que podáis guiaros os di el amor y la libertad, ya que, de otra suerte, carecería de mérito vuestra existencia. Habéis errado diez, cien, mil veces.

Os di los Mandamientos para ayudaros; os di a los Profetas para gritaros mi Voluntad. Habéis errado cien, mil diez mil veces.

 

Dejando el seno del Padre, os di a Mí mismo

para hablaros.

 

Dejando el seno del Padre, os di a Mí mismo para hablaros. Siendo Dios, os di a Mí mismo humillándome a morir como un malhechor para purificar vuestro corazón y hacerlo capaz de acoger a Dios. O di al Espíritu para que fuese vuestro Maestro en el conocimiento de mi doctrina de caridad, de pureza, de bondad y de humildad. Habéis errado diez mil, un millón de veces.

Ni contar se puede el número de vuestros errores. Los acumuláis, como en una pirámide, los unos sobre los otros. Fabricáis una segunda Torre de Babel para encaramaros en ella y deciros: "Ya somos semejantes a Dios y tocamos el cielo". Satanás os ayuda y ríe. Sabe que la torre de vuestras culpas se desplomará sobre vosotros cuando creáis haber tocado el cielo y os hundirá en el infierno. Se está ya cuarteando y desmoronando. ¡Y no os detenéis!

¡Oh, deteneos, hijos, deteneos! ¡Deteneos, tesoros míos! Percibid la voz del Padre, del Hermano, de vuestro Dios que os llama, que, aún ahora, os llama tesoros porque estáis enjoyados con su Sangre. No arrojéis de vosotros con ira esa Sangre blasfemando de Ella. Alzad al Cielo vuestra frente enferma y que la lluvia divina os lave. Porque estáis enfermos, pobres hijos míos, y no lo sabéis. Os habéis dejado besar por Satanás y su lepra está sobre vosotros y en vosotros. Mas mi amor, sólo mi amor os puede sanar.

 

Venid, no rechacéis mi mano que intenta atraeros a Mí.

 

Venid, no rechacéis mi mano que intenta atraeros a Mí. ¿Creéis que Yo pueda perdonaros? ¡Oh! Aun a Judas hubiérale perdonado si, en lugar de huir, hubiese venido cabe la cruz en que moría y me hubiese dicho: "¡Perdón!" Hubiera sido mi primer redimido por ser el mayor culpable y sobre él habría hecho llover la Sangre de mi Corazón, traspasado, no tanto por la lanza, cuanto por su traición y la vuestra.

Venid: mis brazos están abiertos. Sobre la cruz, si me dolía tenerlos clavados, era tan sólo por no poder abrazaros con ellos y bendeciros. Mas ahora los tengo libres para atraeros a mi Corazón. Mi boca tiene besos de perdón y mi Corazón tesoros de amor.

Dejad las riquezas injustas y venid a Mí, Riqueza verdadera. Dejar los goces indignos y venid a Mí, Gozo verdadero. Dejad las falsas deidades y venid a Mí, Dios verdadero. ¡Qué inundados de espiritual alegría os sentiríais si os confiaseis a Mí!

 

Yo soy el Dios de la Paz. Brotan de Mí todas las gracias.

 Todo dolor se calma en Mi.

 

Yo soy el Dios de la Paz. Brotan de Mí todas las gracias. Todo dolor se calma en Mi. Todo peso torna ligero. Todo acto vuestro realizado en mi Nombre se reviste de mi Belleza. Todo os lo puedo dar si venís a mi Corazón y no al modo humano sino sobrehumano, eterno, inefablemente dulce. No os digo que ya no conoceréis el dolor. Lo conocí Yo que soy Dios. Mas os digo: el dolor resultará suave si se sufre sobre mi Corazón.

Venid. Dejad lo que fenece, lo que os hace mal, lo que os quiere mal. Venida a Quien os ama, a Quien sabe dar las cosas que no dañan ni mueren. Ayudadme con vuestra voluntad. La quiero para obrar. No porque me sea precisa sino porque es necesaria para vosotros a fin de merecer el Reino.

Venid. Ayudadme a echar al Infierno en el infierno y a abriros el Cielo."

C. 43, 67-71

A. M. D. G.