11 de junio.
Hacer fructificar las monedas
que os doy. ¿Cómo?
Como hacer que una pena sea
meritoria. Esta es obra de Dios
Yo quiero aliviar tu pena. No quitar tu pena sino aliviarla
De qué manera debes hacer fructificar la moneda que Yo te doy
En las ofensas piensa de los demás que no saben lo que hacen ni lo que dicen
Cuando oráis, no digáis tantas palabras. Sabe vuestro Padre qué es lo que necesitáis
Importa saber hacer todo en Mí y en mi Nombre imitándome.
Dice Jesús:
"Estás por demás afligida para copiar cuanto te he dictado, mucho más tratándose de un tema que te resulta penoso transcribir. Déjalo pues por hoy y escúchame que te hablo.
No "quitar" tu pena sino aliviarla
¡Pobre alma, tienes tanta pena! Mas Yo quiero aliviar tu pena. No "quitar" tu pena sino aliviarla. Aliviarla consolándote y aliviarla ayudándote a alzarla bien arriba para que sea del todo meritoria. Si me escuchas verás cómo duele menos la herida.
De qué manera debes hacer fructificar la moneda
que Yo te doy
No seas, María, una que no sabe hacer fructificar las monedas que Yo te doy. Cada suceso de vuestra jornada de hombres es una moneda que Dios os confía a fin de que la hagáis fructificar para la vida eterna. Sírvete de tal modo de la nueva moneda que Yo te doy, que obtengas de ella el cien por cien. ¿De qué manera?
En primer lugar, con la resignación, aceptando beber este cáliz sin volver de lado la cabeza para evitar el aplicar los labios a su borde amarguísimo.
Con reconocimiento siempre hacia Mí que te ofrezco con este justo conocimiento que sólo Yo puedo tener de hacerte bien, o sea, de hacer por ti un nuevo acto de amor.
Con confianza. Yo te ayudaré a llevar la nueva cruz y las demás que de ella se deriven. ¿No te alegra tenerme a Mí por Cirineo, a Mí, tu Jesús, que te amo?
Y, sobre todo, con visión superior. Sí, no rehúses el oro de esta cruz empañándolo con rastreros pensamientos humanos. ¿Qué te importa que el mundo no te comprenda ni aún en tus sentimientos más delicados? ¿Y qué? ¿Te preocupa que te tengan por fría, egoísta, desamorada para tu madre? ¿Y qué? ¿Te acongojas por un pobre juicio humano? No, María. Lo malo sería que hubiese Yo de juzgarte culpable en relación con los mandamientos de la Ley divina y humana respecto al comportamiento con tu madre. Pero, de los otros, no te importe.
Y, mírame a Mí una vez más. ¿Acaso no fui Yo vilipendiado con el insulto de ser un blasfemo, un rebelde al Dios de Abrahán, un obseso, un hijo sin corazón? Ningún discípulo es más que su Maestro, María, y todo discípulo debe, por tanto, serme igual, así en las ofensas que recibe como en las obras que realiza.
En las ofensas piensa de los demás que "no saben lo
que hacen ni lo que dicen"
En las ofensas piensa de los demás que "no saben lo que hacen ni lo que dicen". Perdónales por tanto. En las obras piensa tu siguiendo tu camino y alzando tan arriba tu espíritu que no alcancen allí las piedras de la maledicencia y de las rastreras miras humanas. Soy Yo quien veo y juzgo, quien te premio y bendigo. Los demás son polvo que cae.
Vete en paz, María. Mira como te toco para levantar de tu cabeza la corona de espinas. Hoy la llevaré Yo por ti. Y no busques ya otros corazones fuera del mío para consolar tu sufrimiento. Por más que recorrieses toda la tierra, no encontrarías otro que te comprendiese de verdad y con justicia como lo puede hacer Jesús, tu Maestro y Amigo.
Vete en paz. Te doy mi paz."
"Cuando oráis, no digáis tantas palabras.
Sabe vuestro Padre qué es lo que necesitáis".
"Vosotros, los hombres, para entender las cosas, necesitáis poner meticulosamente todo bien claro. Puntos, comas, exclamaciones, interrogantes y, a menudo, no sirven. Dios, en cambio, no necesita de tanta sofisticación para entender. Él ve el interior y juzga vuestro interior. Y es por eso que os dije. "Cuando oráis, no digáis tantas palabras. Sabe vuestro Padre qué es lo que necesitáis".
Vuestro Padre, María, comprende, ve, juzga con verdadera justicia y grande misericordia. No mide con vuestro metro. No condena con arreglo a vuestro código ni mira con vuestros ojos miopes. Aun cuando realmente se dé una culpa, pero el culpable no está tan humillado como para juzgarse merecedor de condena, Yo, Misericordia, digo como le dije a la adúltera: "No te condeno. Vete y no peque más".
De cómo el prójimo no comprenda con verdadera justicia, tienes continuas pruebas de ello. La última es de ayer tarde. De un solo tajo fueron heridos tu corazón de hija y tu susceptibilidad de mujer. Y esto por quien habría podido conocerte a fondo. Lo cual te demuestra una vez más que sólo Dios es infinitamente justo. Deja caer todo aquello que no sea Dios. Quiero que vivas tan sólo de Dios.
Dos microscópicas palabrita omitidas impidieron
que comprendierais el verdadero significado de la frase
¿Quieres un ejemplo de cuán limitada sea la perspicacia humana? Tú, al transcribir una frase mientras Yo te dictaba, por parecerte ya claro el pensamiento, omitiste dos palabritas: en ella. Dos microscópicas palabritas. Mas después, ni tú ni otros habéis captado el verdadero significado de la frase. "En ella (María) estaba, por cierto, la misma Gracia", es decir: Dios, la misma Gracia, estaba plenamente en María. Una omisión insignificante, pero que ha hecho, sí, que no entendieseis bien del todo el sentido de la frase.(En el dictado de 8 de junio)
Así es en todo. La limitada vista intelectual humana ve superficialmente y, con frecuencia, mal, incluso en la superficie. Por eso os dije: "No juzguéis".
Por qué deja lagunas el Señor en las revelaciones y deja
a María Valtorta que cometa alguna modificación para
demostrarle, que dejada a sí, yerras enseguida
Para persuadirte a ti y a otros de que cuanto escribes no es cosa tuya, dejo, de intento, ciertas lagunas en tu mente, como aquella de los diez justos que habrían podido salvar aquella ciudad antigua. Se lo has tenido que preguntar al Padre. O bien dejo que tú cometas alguna pequeña modificación para demostrarte, que dejada a ti, yerras enseguida quitándote las ganas de censurarnos. De este modo te tengo humillada y convencida de que nada es tuyo y todo es mío.
Todo el bien que vosotros hacéis, por muy amplio que sea, es una pequeñez despreciable comparado con el Bien infinito que es Dios y hasta vuestras obras más perfectas, con una perfección humana, están llenas de defectos a los ojos de Dios. Mas si vosotros las ofrecéis unidas a mis méritos, entonces toman las características que agradan a Dios, mejoran en perfección y extensión haciéndose capaces de redención.
Importa saber hacer todo en Mí y en mi Nombre
imitándome.
Importa saber hacer todo en Mí y en mi Nombre imitándome. Entonces mi Padre ve en vuestras obras mi sello y mi semejanza y las bendice haciéndolas fructificar. Jamás debéis decir por una falsa humildad: "Yo no puedo hacer esto". Ya lo dije Yo: "Haréis las mismas cosas que Yo hago", precisamente porque, al permanecer en Mí con vuestra buena voluntad, venís a ser pequeños Cristos capaces de seguirme a Mí, Cristo verdadero, en todas las contingencias de la vida."
C. 43, 75-78
A. M. D. G.