13 JUNIO

 

 

CONDICIONES PARA que el Espíritu Santo

 

 descienda a los corazones

 

 


 

Mis Apóstoles se prepararon para su venida con estas virtudes junto con un intenso recogimiento

   Recuerda que todo lo que hacéis al prójimo, me lo hacéis a Mí, Jesús.

  María, la llena de gracia, no tenía necesidad de preparación alguna. Mas Ella os dio el ejemplo

  Él es, por decirlo así, el Apóstol eterno y divino que predica incansablemente a las almas la doctrina de Cristo y os la ilumina y explica.

 


 

Dice Jesús:

"Para que el Espíritu Santo pueda descender y obrar libremente en un corazón, es preciso cultivar en sí mismo la caridad, la fidelidad, la pureza, la oración y la humildad.

 

Mis Apóstoles se prepararon para su venida con

 estas virtudes junto con un intenso recogimiento

 

Mis Apóstoles se prepararon para su venida con estas virtudes junto con un intenso recogimiento. Para instruirse en el mismo, al igual que en las demás virtudes, no tenían sino mirar a María, mi Madre. En Ella era intensísimo su espíritu de recogimiento. Aún en las ocupaciones de la vida sabía vivir recogida en Dios y su mayor gozo era poder aislarse en la contemplación, en el silencio y en la soledad.

Dios puede hablar dondequiera. Mas su Palabra llega mucho mejor a vosotros, mortales, cuya capacidad de recepción es limitada, cuando podéis estar en soledad que no cuando, en torno a vosotros, el prójimo habla, se mueve y agita frecuentemente con mezquindades humanas. Doble mérito y doble gracia es que podáis llegar a oír a Dios entre el tumulto; mas también doble y triple fatiga.

Pero tú, María, no faltes a la santa caridad ni a la santa paciencia por la idea de oírme, ya que entonces mutilarías el fruto de estas lecciones. Nada, ni siquiera el pensamiento de oír mi Voz, debe hacer que seas poco pronta en ejercitar la condescendencia y la paciencia con tu prójimo. ¿Te parece haber perdido el hilo de mi discurso? ¿Te lamentas porque adviertes haber olvidado alguna perla de mis palabras? ¡Oh, confía en Mí! Yo hará que la encuentres de nuevo y más hermosa que de primeras por estar engarzada con el oro de la caridad y orlada con las perlas de la paciencia desmenuzada en infinitos actos, todos, todos ellos preciosos.

 

Recuerda que "todo lo que hacéis al prójimo,

me lo hacéis a Mí, Jesús".

 

Recuerda que "todo lo que hacéis al prójimo, me lo hacéis a Mí, Jesús". Y así, aprende a salir de tu coloquio conmigo para escuchar las necesidades, a las veces asaz inútiles, del prójimo, siempre con una sonrisa y con buena voluntad. Con ello tendrás el mérito de la caridad practicada y ellos no se escandalizarán de verte irritada por haber tenido que dejar la oración

María Santísima, sabía salir, sin alterarse, de la meditación, de la plegaria, de los suaves coloquios con Dios  –y puedes tú pensar qué alturas habrían alcanzado ellos–  y ocuparse del prójimo sin perder de vista a Dios y sin dar a entender al prójimo que Ella estaba molesta. Sea María tu modelo.

Del mismo modo mis Apóstoles, al orar, no tenían sino mirar a María para aprender cómo se ha de hacer para obtener de Dios. Y así de todas las demás virtudes necesarias para preparar el descanso del Paráclito. También ahora desciende el Consolador con tanta mayor vehemencia cuanto más preparado está un espíritu para recibirle.

 

María, la llena de gracia, no tenía necesidad de

preparación alguna. Mas Ella os dio el ejemplo

 

María, la llena de gracia, no tenía necesidad de preparación alguna. Mas Ella os dio el ejemplo. Es vuestra Madre y las madres son el ejemplo viviente para sus hijos. María estaba ya llena del espíritu Santo. Era su Esposa y conocía todos los secretos del esposo. Mas nada debía aparecer en María distinto a los demás.

Yo mismo, que era Dios, me sujeté en la tierra a las leyes de la naturaleza: tuve hambre, sed, frío, me fatigué, tuve sueño. Igualmente, Yo mismo, que era Dios, me sujeté en la tierra a las leyes humanas: sentí tedio, miedo, tristeza, gocé con la amistad, me horroricé con la traición, temblé hasta sudar sangre con el pensamiento de lo que había de sufrir, supliqué como un humilde hombre necesitado de todos.

Recibid pues, incluso tú, María, de forma manifiesta, al Espíritu Santo. Aún las almas más encumbradas deben seguir el camino que todos siguen, en las manifestaciones externas se entiende, sin singularidad, sin actitudes afectadas que otra cosa no son que soberbia disfrazada de humildad hipócrita. Simplicidad siempre para que el Espíritu venga a vosotros complacido. Y después, saber retener al Espíritu Santo con una pureza vivísima. Él no se queda en donde hay impureza. Y, por último, fidelidad a sus inspiraciones.

 

Él es, por decirlo así, el Apóstol eterno y divino

que predica incansablemente a las almas la doctrina

de Cristo y os la ilumina y explica.

 

Él es, por decirlo así, el Apóstol eterno y divino que predica incansablemente a las almas la doctrina de Cristo y os la ilumina y explica. Pero si se le acoge mal, si se le cierran por adelantado las puertas de los corazones, si se le recibe con ira, Él hace lo que Yo les dije a mis Apóstoles: se aleja de allí y su paz retorna a Él quedando, por el contrario, vosotros sin ella.

Fuera de casos especiales, Dios no se impone. Está siempre pronto a intervenir en vuestra ayuda, pero quiere de vosotros deseo de recibirle, voluntad de escucharle, coraje para seguirle y generosidad para confesarle. Entonces Él os abraza, os penetra, os consuela, os enciende, os deifica, cambia vuestra pobre naturaleza animal en otra del todo espiritual, os exalta y, a modo de águila que remonta el vuelo, os lleva a lo alto, a los reinos de la Luz, a las esferas de la pureza, os aproxima al Sol de la caridad y os caldea con él hasta que os abre las puertas de su Reino para una eternidad bienaventurada".

C. 43,  81-84

A. M. D. G.