17 DE JUNIO de 1943
La prudencia humana
Es la prudencia humana la que os guía. La lleváis por todas parte
Dice Jesús:
"Quiero hablarte de la prudencia humana.
La prudencia sobrenatural es una gran virtud. Mas la prudencia humana no es una virtud. Vosotros, los hombres, habéis aplicado este nombre, cual falsa etiqueta, a sentimientos impropios y no virtuosos, igual que llamáis caridad al óbolo que dais al pobre.
Caridad quiere decir amor. Caridad es, por tanto,
tener compasión y amor hacia todos los menesterosos
de la tierra
Ahora bien, si vosotros hacéis una limosna, por ostentosa que sea, si la hacéis para ser señalados y aplaudidos por el mundo, ¿creéis hacer un acto de caridad? No. Desengañaos, Caridad quiere decir amor. Caridad es, por tanto, tener compasión y amor hacia todos los menesterosos de la tierra. No es imprescindible el dinero para hacer un acto de caridad. Unas palabras de consejo, de consuelo, de dulzura, un acto de ayuda materia, una plegaria, son caridad. Una limosna dada con mal modo, rebajando al pobre, en el que no sabéis verme a Mí, no es caridad.
Lo mismo sucede con la prudencia. Vosotros llamáis prudencia a vuestra vileza, a vuestro afán de vivir cómodamente, a vuestro egoísmo. Tres cosas que, ciertamente, no son virtud.
Hasta en vuestras relaciones con la religión amáis la vida cómoda. Cuando os percatáis de que una sincera profesión de fe, una expresión, manifestada cual la inspira el Espíritu de Verdad, pueden menoscabar vuestra autoridad y daros trabajo, ya se trate del marido, hijos, padres, de los que esperabais ayuda material, vuestra humana prudencia hace que os cerréis en un silencio que no es prudente sino pusilánime, si es que, ciertamente, no es culpable, ya que llegáis a negar, a renegar, perjudicando, de vuestros sentimientos espirituales.
Pedro fue el primero que, en la hora del peligro, por
la prudencia humana, llegó a negar que me conocía.
Pedro fue el primero que, en la hora del peligro, por la prudencia humana, llegó a negar que me conocía. Yo permití esto a fin de que él, una vez arrepentido, pudiese más tarde compadecer y perdonar a sus hermanos pusilánimes. Mas, ¡cuántos Pedros de entonces a ahora! Tenéis siempre ante vuestra mente un interés eterno que os proporciona la Verdad intrépida y valientemente profesada.
Ante ciertas manifestaciones de Dios, pobres hombres, no tenéis ciertamente la intrepidez de Nicodemus y de José que, en una hora tremenda para el Nazareno y sus seguidores, supieron dar la cara por Mí enfrentándose a la hostilidad de toda la ciudad de Jerusalén. Tú misma, a las veces, te quedas un tanto en suspenso ante algunas expresiones mías y las querrías hacer menos tajantes.
Es la prudencia humana la que os guía. La lleváis por
todas parte
Es la prudencia humana la que os guía. La lleváis por todas parte. ¡Hasta los obispos, hasta los conventos! ¡Qué diferentes sois de los primeros cristianos que de nada que fuese humano tenían cuenta y tan sólo miraban al Cielo!
Es verdad que Yo dije que hay que ser prudentes como las serpientes, mas no con una prudencia humana. También os dije que para seguirme es preciso ser audaces contra todos: Contra el amor de sí mismos, contra el poder cuando os persigue por ser seguidores míos; contra el padre, la madre, la esposa, los hijos, cuando éstos, por afecto humano y preocupación terrena, quieren impediros que sigáis mi Camino, ya una sola cosa es necesaria: salvar la propia alma, aunque sea perdiendo la vida de la carne, para conseguir la Vida eterna."
C. 43, 97-98
A. M. D. G.