18 junio

 

 

Sois pobres y necesitáis alimento.

 

Os dejé el Pan que nutre y el vino

 

que vigoriza.

 


 

Suministré el Pan eucarístico a vuestra pobreza. El nutre la médula misma del alma, proporciona vigor

  En mi Eucaristía os dejé los dos signos de los que necesita vuestra naturaleza de hombres indigentes y vuestra debilidad de hombres enfermos: Pan que nutre y vino que vigoriza.

  La fusión de vuestra humanidad caduca con mi Humanidad perfecta os proporcionaría salud, incluso física,

 


 

Dice Jesús:

"Para sostener las fuerzas físicas es necesario nutrir el cuerpo. El indigente que no puede adquirir alimento, lo mendiga de los ricos. De ordinario pide pan. Sin el pan es imposible la vida

 

Suministré el Pan eucarístico a vuestra pobreza.

El nutre la médula misma del alma, proporciona vigor

 

Sois pobres que tenéis necesidad de alimento para vuestra alma. Suministré el Pan eucarístico a vuestra pobreza. El nutre la médula misma del alma, proporciona vigor al espíritu, sostiene las fuerzas espirituales, acrecienta el poder de todas las facultades intelectuales, porque donde hay vigor de vida hay también vigor en la mente.

Todo alimento sano comunica salud. Todo alimento verdadero infunde vida verdadera. Todo alimento santo suscita santidad. Todo alimento divino da a Dios.

Mas, aparte de pobres, estáis enfermos, débiles, no sólo con la debilidad producida por la falta de alimento, que cesa con él, sino que estáis débiles por las enfermedades que os tienen extenuados. ¡Cuántas enfermedades padece vuestra alma! ¡Cuántos gérmenes os inocula el Maligno para producir estas enfermedades! El que está débil y enfermo necesita, no sólo pan, mas también vino.

 

En mi Eucaristía os dejé los dos signos de los que

necesita vuestra naturaleza de hombres indigentes y

vuestra debilidad de hombres enfermos: Pan que nutre

y vino que vigoriza.

 

En mi Eucaristía os dejé los dos signos de los que necesita vuestra naturaleza de hombres indigentes y vuestra debilidad de hombres enfermos: Pan que nutre y vino que vigoriza.

Habría podido comunicarme a vosotros sin signos externos. Lo puedo. Mas sois torpes con exceso para asir lo espiritual. Vuestros sentidos externos tienen necesidad de ver. Vuestra alma, vuestro corazón, vuestra mente, tan sólo se rinden, y a duras penas, ante las formas visibles y tangibles. Tan es así, que, si bien llegáis a creer en Mí, presente en la Eucaristía, y que es a Mí a quien recibís en la partícula, la gran mayoría no admitís la infusión en vosotros del Espíritu, del cual recibís latidos, luces e impulsos de obras buenas.

Si creyerais con esa fuerza de la que es digno el Misterio, sentiríais, al recibirme, penetrar la vida en vosotros. Mi cercanía os debería encender como sucede al acercarse a un horno ardiente. Mi permanencia en vosotros os debería sumir en un éxtasis que os abstrajera la profundidad de vuestro espíritu en un rapto del Paraíso.

 

La fusión de vuestra humanidad caduca con mi

Humanidad perfecta os proporcionaría salud,

incluso física

 

La fusión de vuestra humanidad caduca con mi Humanidad perfecta os proporcionaría salud, incluso física, por la que, aun cuando corporalmente enfermos, resistiríais las dolencias hasta que Yo dijese "Basta" para abriros el Cielo. Os proporcionaría inteligencia para entender pronta y justamente. Os haría impenetrables a los asaltos desenfrenados o a las sutiles insidias de la Bestia.

Por el contrario, poco es lo que pudo hacer, ya que entro adonde la fe es lánguida, la caridad superficial, la voluntad un esbozo, la humanidad más fuerte que el espíritu, adonde, sobre todo, no hacéis esfuerzo alguno por reprimir la carne a fin de que se sobreponga el espíritu.

Para nada os esforzáis. Esperáis de Mí el milagro. Nada me impide realizarlo. Mas lo que Yo quiero de vuestra parte es el deseo, al menos, de merecerlo.

A quien a Mí se vuelva pidiendo ayuda e imitando la fe de las gentes de Galilea, Yo me comunicaré, no sólo con mi Cuerpo y con mi Sangre, mas también con mi Caridad, con mi Entendimiento, con mi Fuerza, con mi Voluntad, con mi Perfección, con mi Ser. Estaré en el alma que sabe venir a Mí, como estoy en el Cielo, en el seno del Padre del que procedo engendrando al Espíritu que es Caridad y vértice de perfección."

C.43, 99-100

A. M. D. G.