21 junio

 

 

La cisterna es el alma

 

que sabe acoger  la gracia 

 

 


 

#En regiones del Oriente es fácil encontrar cisternas de agua situadas justamente en lugares tan áridos que asombra poder dar con tales cantidades de agua   

#La bondad del Creador tendió bajo el suelo esas profundas venas de agua, testimonio de su piedad con los hombres  

 #y no es nada raro que allí, al frescor del oasis, surja un pequeño poblado   

#La cisterna que almacena el agua para su propio bien y el de los demás es el alma que sabe acoger la gracia que, con un fluir inexhausto, viene a ella por la bondad de Dios.   

#Si el agua que fluye de las profundidades de la tierra encontrase rotos los bordes de la cisterna, ¿qué sucedería?   

#Las faltas de fidelidad a la gracia son otros tantos atentados a la integridad de la mística cisterna en la que Yo vierto sin descanso el agua burbujeante de una fuente de vida eterna que da vida eterna.    

#Y, además, gran humildad   

#Y, así mismo, gran caridad  

 #No cometas el feo pecado de la avaricia espiritual queriendo atesorar sólo para ti las riquezas que te doy.   

#Pretendo que cuanto digo a mis amigos de ahora no quede como tesoro sepultado por un avaro   

#Son tantas mis riquezas que no serían suficientes los firmamentos a contenerlas   

#Este fluir en ti de mis palabras divinas es un arma de dos filos   

#Como Yo doy gratuitamente, tú debes dar anónimamente. Por justicia: piensa que nada es tuyo sino mío. Por respeto: recuerda que son palabras de Dios y que sería indecoroso hacerlas pasar por tuyas. Por amor a la verdad: el presentarlas como tuyas sería mentir.    

#Ahora hablo yo: son las 8 y 3/4 de la mañana.

 


 

Dice Jesús:

 

En regiones del Oriente es fácil encontrar cisternas 

de agua situadas justamente en lugares tan áridos que

 asombra poder dar con tales cantidades de agua

 

"En regiones del Oriente es fácil encontrar cisternas de agua situadas justamente en lugares tan áridos que asombra poder dar con tales cantidades de agua. Estas se nutren de venas ocultas, hundidas bajo la arena o entre rocas calcáreas que van destilando a lo largo de los tiempos aquella su bendita riqueza en inmensos cisternones con antigüedad de siglos. En torno suyo crecen palmeras y otras plantas de un verdor rozagante por gozar de la humedad que se desprende del suelo. Cubren con su sombra el agua que así se conserva fresca sin que la llegue a desecar el sol abrasador que agosta cuanto hay alrededor.

 

La bondad del Creador tendió bajo el suelo esas profundas

 venas de agua, testimonio de su piedad con los hombres

 

Son la bendición de los áridos desiertos. La bondad del Creador tendió bajo el suelo esas profundas venas de agua, testimonio de su piedad con los hombres, y las nutre desde el día en que la tierra fue hecha.

 

y no es nada raro que allí, al frescor del oasis, 

surja un pequeño poblado

 

A estas cisternas afluyen las caravanas, acuden los animales del desierto y no es nada raro que allí, al frescor del oasis, surja un pequeño poblado. Poblado del que se puede decir que vive del fluir de aquella agua

 

La cisterna que almacena el agua para su propio bien 

y el de los demás es el alma que sabe acoger la gracia 

que, con un fluir inexhausto, 

viene a ella por la bondad de Dios.

 

Ahora te hago la oportuna aplicación del alma. La cisterna que almacena el agua para su propio bien y el de los demás es el alma que sabe acoger la gracia que, con un fluir inexhausto, viene a ella por la bondad de Dios. Su propia vida es idéntica a la de tantos otros que con ella se relacionan. Ella saca provecho del agua y muestra su lozanía con abundancia de frutos eternos mientras los más desheredados, los infelices que no saben hacer buen uso de la gracia, los pródigos que la desprecian, los culpables que la pierden, podrían con ella nutrirse, apagar su sed, caer en la cuenta de lo dulce que es el agua del Señor y llegar a repetir el grito de la Samaritana: "Señor, dame de esta agua".

 

Si el agua que fluye de las profundidades de la tierra

 encontrase rotos los bordes de la cisterna,

¿qué sucedería?

 

Cree que si de verdad alguien me pidiese de beber, Yo le daría al momento, así fuese el mayor pecador de todos los hombres, el agua viva de la gracia. Mas se impone una reflexión. Si el agua que fluye de las profundidades de la tierra encontrase rotos los bordes de la cisterna, ¿qué sucedería? Que se perdería el agua derramándose por el suelo y convirtiéndose en lodo del que únicamente disfrutarían los animales inmundos y los insectos dañinos. Los orientales, en efecto, cuidan al máximo de sus cisternas y reparan las erosiones de éstas a fin de que no se pierda ni una sola gota de tan preciado elemento.

 

Las faltas de fidelidad a la gracia son otros tantos

 atentados a la integridad de la mística cisterna en la que 

Yo vierto sin descanso el agua burbujeante de una fuente 

de vida eterna que da vida eterna. 

 

Para que la gracia colme tu alma, está siempre atenta a que nada melle tu espíritu. Las faltas de fidelidad a la gracia son otros tantos atentados a la integridad de la mística cisterna en la que Yo vierto sin descanso el agua burbujeante de una fuente de vida eterna que da vida eterna. Gran atención, por tanto, y suma fidelidad.

 

Y, además, gran humildad

 

Y, además, gran humildad. Las verdes plantas que crecen lozanas merced a la humedad del suelo haciendo que el agua se conserve fresca impidiendo que el sol la evapore, son la humildad que se desarrolla frondosa en el alma que sabe cultivar la gracia y que, con su frondosidad, impide al sol de la soberbia consumir el agua preciosísima.

 

Y, así mismo, gran caridad

 

Y, así mismo, gran caridad. La cisterna no vive para sí, vive para los demás. Fue construida para otros pues, de otra suerte, no tendría razón de ser. El alma, a la que Yo colmo de mis dones de gracia, debe congratularse de que todos acudan a beber de ella.

 

No cometas el feo pecado de la avaricia espiritual

 queriendo atesorar sólo para ti las riquezas que te doy.

 

No cometas el feo pecado de la avaricia espiritual queriendo atesorar sólo para ti las riquezas que te doy. Pues que te las doy gratuitamente, debes tú, generosamente, hacer partícipes de ellas a los demás. Con tus oraciones y sufrimientos ya lo haces; mas con mis palabras eres de una avaricia vergonzosa. Despójate de este defecto.

 

Pretendo que cuanto digo a mis amigos de ahora no quede

 como tesoro sepultado por un avaro

 

Yo hablé a las turbas. No susurré al oído de los amigos tan sólo. Hablé a mis amigos y a enemigos, a judíos y a gentiles, a cuantos alcanzaba la onda de mi voz. Pretendo que cuanto digo a mis amigos de ahora no quede como tesoro sepultado por un avaro. Sería faltar a la caridad y podría ser causa de que Yo castigase al avaro y al desconfiado. Avaro, porque lo retiene tan sólo para sí. Desconfiado, porque cree que Yo no tenga más monedas que dar.

 

Son tantas mis riquezas que no serían suficientes 

los firmamentos a contenerlas

 

Son tantas mis riquezas que no serían suficientes los firmamentos a contenerlas. Ellas se renuevan a cada instante, a cada latido, por ofrecerte un símil humano, del corazón inmenso que es el centro de nuestra Trinidad: Vida inexhausta, creación continua, renovación eterna.

Da pues con liberalidad, con caridad, con generosidad, con humildad lo que Yo te doy.

 

Este fluir en ti de mis palabras divinas 

es un arma de dos filos

 

Este fluir en ti de mis palabras divinas es un arma de dos filos. En uno está la humildad, en el otro la soberbia. Un filo da vida, el otro da muerte. Así pues, todo don de Dios obliga al que lo recibe a una mayor perfección so pena de acarrear, en caso contrario, sobre sí el juicio de Dios. A quien mucho se le dio, mucho se le exigirá.

 

Como Yo doy gratuitamente, tú debes dar anónimamente.

 

 Por justicia: piensa que nada es tuyo sino mío. 

 

Por respeto: recuerda que son palabras de Dios y que sería

 indecoroso hacerlas pasar por tuyas. 

 

Por amor a la verdad: el presentarlas como tuyas sería

 mentir. 

 

Por tanto, gran humildad. Como Yo doy gratuitamente, tú debes dar anónimamente. Por justicia: piensa que nada es tuyo sino mío. Por respeto: recuerda que son palabras de Dios y que sería indecoroso hacerlas pasar por tuyas. Por amor a la verdad: el presentarlas como tuyas sería mentir. 

Y ahora ve a orar. Te doy mi paz."

 

Ahora hablo yo: son las 8 y 3/4 de la mañana.

 

Estaba rezando, y cuando apenas si había comenzado, llegó esto. Para ahorrarme un poco de fatiga, pues tengo la espalda muy dolorida, me he puesto a escribir sin más en el cuaderno. Por lo demás, usted me ha prometido hacerme una copia. Como ve, al no estorbárseme con chácharas inútiles, he podido escribir al dictado y, fuera de una palabra mal escrita en la primera página y ya corregida, no hay tachadura alguna.

Esta parábola de las aguas me place sobre manera. Me refresca el alma y también la carne que arde de fiebre al igual del alma que siempre está temerosa de desbarrar. Tengo, en efecto, algo de avaricia espiritual y, a duras penas, me despojo de los dones con que el buen Jesús me obsequia. Me parece arrancarme un pedazo del corazón y arrojarlo a los pies de los demás. Pero ya me corregiré de esto.

Como ve, tomada de la mano por Jesús, he realizado desde mi lecho un hermoso viaje por tierras del Sur. En modo alguno me lo hubiera imaginado siquiera esta mañana al despertar de mi breve e interrumpido sueño... Sabe Jesús que me gusta viajar y me ha llevado por entre palmeras y gacelas.

C-43. 105-109

A. M. D. G.