23 junio. Hora de 9 a 10
Si Eucaristía es el corazón de Dios.
María es el sagrario de ese Corazón.
#¡Nunca se os pasa por el pensamiento dar gracias a María en cuyo seno me hice carne!
Dice Jesús:
"En el otro encuentro eucarístico te hice ver qué es la Eucaristía. Hoy te mostraré otra verdad eucarística: Si Eucaristía es el corazón de Dios. María es el sagrario de ese Corazón.
Mira a mi Madre, vivo sagrario eterno al que bajó el Pan que viene del Cielo. Quien me quiera encontrar, pero con la plenitud de mis dotes, debe buscar mi Majestad, mi Poder y mi Divinidad en la dulzura, en la pureza, en la caridad de María. Ella es la que hace de su corazón el Sagrario para el corazón de su Dios y vuestro Dios.
Es opinión difundida que mi Madre sufrió tan sólo
moralmente.
No.
La Madre de los mortales conoció todo género de dolores
El Cuerpo del Señor hízose cuerpo en el seno de María y es mi Madre la que, con una sonrisa, os lo presenta como si os ofreciese a su Infante amantísimo acostado en la cuna de su purísimo y maternal corazón. Constituye un gozo para María en el Cielo el daros a su Niño y su Señor. Con el Hijo os da su corazón sin mancha, ese corazón que amo y sufrió en una medida infinita. Es opinión difundida que mi Madre sufrió tan sólo moralmente. No. La Madre de los mortales conoció todo género de dolores. No porque los mereciera. Era inmaculada y no le correspondía a Ella la herencia dolorosísima de Adán. Ahora bien, por ser Corredentora y Madre de todo el género humano, debía apurar el sacrificio hasta el fondo y en todas sus formas. Por tanto, como mujer, sufrió las inevitables molestias de toda mujer que engendra una criatura; sufrió las fatigas de la carne abrumada por mi peso, sufrió al darme a luz, sufrió en la precipitada fuga, sufrió por la falta de alimentos, sufrió calor, frío, sed, hambre, pobreza, cansancio. ¿Por qué no había de sufrir cuando Yo, el Hijo de Dios, estuve sujeto a los sufrimientos propios de la naturaleza humana?
La santidad y la redención se entienden y compaginan
de mil maneras, hasta con los dolores de muelas,
por ejemplo
Ser santos no quiere decir hallarse exentos de las miserias de la materia. Ser redentores, por tanto, quiere decir estar particularmente sujetos a las miserias de la carne dotada de sensibilidad dolorífica. La santidad y la redención se entienden y compaginan de mil maneras, hasta con los dolores de muelas, por ejemplo. Basta para ello con que el hombre haga de las miserias de la carne arma de mérito y no de pecado.
Yo y María hicimos de las miserias de la naturaleza humana otros tantos medios de redención para vosotros. Aún ahora sufre mi Madre cuando os ve tan sordos a la gracia y tan rebeldes contra Mí. Santidad, vuelvo a repetirlo, no quiere decir exclusión del dolor, antes al contrario, quiere decir aceptación del dolor.
¡Nunca se os pasa por el pensamiento dar gracias a María
en cuyo seno me hice carne!
Da pues gracias a María que te me da con sonrisa maternal a cambio de todo el dolor que el ser mi Madre le reportó. ¡Nunca se os pasa por el pensamiento dar gracias a María en cuyo seno me hice carne! La carne que ahora os doy como alimento para la vida eterna."
me parecía ver a Jesús, no al lado de mi lecho sino al fondo,
en el momento mismo que El me daba la sagrada forma
Soy yo ahora la que explico. El domingo, no, mejor dicho, el viernes, día 18, parecíame ver a Jesús al lado de mi lecho. Le hice señas, mas nada repuso. El domingo, día 20, antes de que usted (Padre Migliorini) viniese, mientras estaba y después de su venida para la Comunión, me parecía ver a Jesús, no al lado de mi lecho sino al fondo, en el momento mismo que El me daba la sagrada forma. Mas no tenía copón en la mano. Lo que tenía era su Corazón que me lo daba como partícula arrancándoselo del pecho. Era de una majestad y de una dulzura infinitas. Después me explicó el significado de la visión, que lo habrá encontrado en el cuaderno en la fecha del 20 de junio.
Esta mañana veo a la Señora. Aparece sentada, sonriendo con amor y tristeza al mismo tiempo. Lleva un manto oscuro que le baja desde la cabeza, abierto sobre el vestido también oscuro tirando a marrón. Una cinta oscura le ciñe el talle. Aparecen tres tonalidades de marrón. En la cabeza, bajo el manto, debe tener un velo blanco por cuanto entreveo un ribete estrecho del mismo.
lo que constituye lo más admirable de la visión-
es que, a través de las Especies
(que aparecen aquí como un cuarzo bellísimo, pues si bien
son pan, parecen cristal brillante)
aparezca un niño hermosísimo:
El Niño-Dios hecho carne.
En medio del pecho resplandece una Hostia bellísima de gran tamaño. Y -lo que constituye lo más admirable de la visión- es que, a través de las Especies (que aparecen aquí como un cuarzo bellísimo, pues si bien son pan, parecen cristal brillante) aparezca un niño hermosísimo: El Niño-Dios hecho carne.
inclina su rostro y su mirada en adoración sobre la Hostia
que centellea en su pecho. En su pecho, no sobre su pecho
La Señora, extendiendo los brazos para tener abierto el manto, me mira y, a seguido, inclina su rostro y su mirada en adoración sobre la Hostia que centellea en su pecho. En su pecho, no sobre su pecho. Es como si mediante místicos rayos X yo pudiese ver en el pecho de María, o mejor, es como si unos rayos X hiciesen parecer al exterior lo que está dentro de María, cual si Ella tuviese un cuerpo transparente. No sé explicarlo.
Esto es, en suma, lo que yo veo y Jesús me explica. La Virgen no habla. Se limita a sonreír. Mas su sonrisa es elocuente como mil palabras y más aún.
¡Cómo me gustaría saber pintar para hacerle una copia
y mostrársela! Y más que nada querría hacerle ver
las variadas tonalidades de luz
¡Cómo me gustaría saber pintar para hacerle una copia y mostrársela! Y más que nada querría hacerle ver las variadas tonalidades de luz. Son tres: una, de cierta moderada suavidad, constituida por el cuerpo de María, es la envoltura exterior y protectora de la segunda, radiante y viva luminosidad compuesta por la Hostia de gran tamaño. Una luz victoriosa diría expresándolo en lenguaje humano que hace de envoltura interior al Joyel divino que refulge como fuego líquido con una belleza indescriptible y que es, en su infinita belleza, infinitamente dulce, puesto que es el pequeño Jesús que sonríe con todas sus carnecitas tiernas e inocentes por su naturaleza divina y por su edad infantil.
El tercero es un esplendor velado por los otros dos esplendores que, para describirlo, no encuentro con qué compararlo. Para ello habría de pensar en el solo, en la luna y en las estrellas; tomar las diversas luces de todos los astros, formar con todas ellas un único haz de luz y esto daría una pálida semejanza de cuanto ve mi corazón en ese momento feliz. ¿Qué será pues el Paraíso inundado de semejante luz?
De igual manera, no hay nada que, por similitud, pueda expresar la dulzura de la sonrisa de María. Regia, sana, casta, amorosa, doliente, insinuante, acogedora... son palabras que dicen como uno cuando debería decir como mil para acomodarse a lo que es aquella sonrisa virginal, materna y celestial.
C-43. 110-113
A. M. D. G.