6 julio.
Aclaraciones que hace María Valtorta
sobre diferentes preguntas que le
hacen
María no terminó de sufrir después
de la muerte de Jesús
#Me desagrada desobedecer al censor eclesiástico. Mas, entre él y el Maestro, escojo al Maestro.
#La escribió: es un concepto muy amplio
#¡Oh, cuánta responsabilidad tiene el que cuida a un enfermo!
#María, Corredentora excelsa, no cesa de sufrir, como tampoco Yo
#María en su soledad, iniciaba su segunda mística concepción
A la espera de que hable Jesús, hablo yo para esclarecer algunos puntos.
Mas, mientras Jesús se lamenta de la poca veneración hacia
su Sangre, no impone, imperiosamente, que se dé a conocer
dicha oración
Habrá advertido usted (P. Migliorini) que en el dictado del 28 de junio hay una oración a la Preciosísima Sangre. Mas, mientras Jesús se lamenta de la poca veneración hacia su Sangre, no impone, imperiosamente, que se dé a conocer dicha oración. Por el contrario, aquella otra del 4 de junio, en reparación a Jesús Sacramentado, no me dio paz hasta que se la mandé. Me da a entender Jesús que debe ser muy recitada esta oración y a mí personalmente, me la hace recitar con la frase por El dictada: "... por mano de Satanás".
Me desagrada desobedecer al censor eclesiástico. Mas,
entre él y el Maestro, escojo al Maestro.
Me desagrada desobedecer al censor eclesiástico. Mas, entre él y el Maestro, escojo al Maestro. Y, aunque quisiera, no podría obrar de otro modo.
Me desagrada igualmente tener que decir que no
conozco al que escribió aquella oración.
¡Vaya si le conozco!
Me desagrada igualmente tener que decir que no conozco al que escribió aquella oración. ¡Vaya si le conozco! Mas El se oculta tras el anónimo. Dentro de su concisión, nos ofrece un fórmula perfecta, completa, como sólo El lo podía hacer. Quiere que se rece y basta. Con todo, a los que son de lejos les digo que la escribió una enferma.
La escribió: es un concepto muy amplio
La escribió: es un concepto muy amplio. Si pacientemente me pongo a ello, puedo yo escribir la Divina Comedia. Pero no es cierto que la haya compuesto. Lo mismo ahora. Yo la escribí y El la compuso. Ahora bien, a los de cerca, que podrían preguntar dónde está esa enferma, les digo: "No sé quién escribió esa oración".
Si dijese: "Yo la escribí", recibiría por ello alabanzas que
serían injustas. Si dijese quién la dictó, la gente lo
creería de dos maneras distintas:
Si dijese: "Yo la escribí", recibiría por ello alabanzas que serían injustas. Si dijese quién la dictó, la gente lo creería de dos maneras distintas: De una, ¡paciencia", la sufriría pensando en Jesús al que se le llamó "necio". Mas la otra no quiero que se diga. Porque si Jesús se inclina, como verdadero Samaritano compasivo, sobre mi alma que es toda un harapo, ello es prueba de su infinita Misericordia y no de mérito alguno mío.
Siento, con la misma seguridad que si lo hubiese vivido, que si en mí entrase la soberbia, todo acabaría. Ya se lo decía esta mañana. Es una convicción mía personal que el buen Jesús la confirma diciéndome que "la soberbia mata todas las virtudes, la caridad la primera. Y de aquí lleva consigo la pérdida de la luz de Dios. El soberbio, me explica Jesús, no trata con santo respeto al buen Padre de los Cielos, no tiene entrañas de misericordia con los hermanos, se cree superior a las debilidades de la carne y a las normas de la Ley. Peca, por tanto, continuamente y, por cierto, con el mismo pecado que ocasionó la ruina de Lucifer primero y de Adán y su descendencia después. Pero, sobre todo, mata la caridad. Y, en consecuencia, destruye la unión con Dios".
A propósito de la caridad. Le ruego que insista con ardor sobre este punto ante las Hermanas del Hospital. Es comprensible y disculpable que se sientan cansadas, indiferentes y nerviosas, llamadas y reclamadas como se ven de continuo por enfermos exigentes y, a las veces, ingratos. Mas, visten la librea de la caridad, de la caridad activa y de la actividad más santa. Tienen entre sus manos almas que sufren en cuerpos dolientes, almas que, a veces, encuentran el rostro de Dios en sus siervas, precisamente, en los pasillos del hospital, almas que pueden estar próximas a encontrarse con Dos eterno en el juicio particular.
¡Oh, cuánta responsabilidad tiene el que cuida a un enfermo!
¡Oh, cuánta responsabilidad tiene el que cuida a un enfermo! Con su modo de obrar puede impedir el contacto, el encuentro de dos que, al menos de parte de Dios, se buscaban si poderse encontrar.
El dolor es, con mucha frecuencia, cadena, chispazo, imán entre Dios y la criatura. Mas, cuando y cuanto más ésta desconoce a Dios, tanto más es preciso saber aprovechar el medio -la enfermedad- con infinita caridad para conseguir que el alma acuda adonde Jesús la atrae a su Corazón amable y no huya de El escandalizada, trompicada y escéptica al ver que una Servidora de Jesús es... un manojo de ortigas en vez de un aterciopelado ramo de violetas.
Puede que algunos enfermos sean católicos tibios... Mas, ¿cómo han de encenderse si se ven rodeados de corazones que, bajo la ígnea insignia de la Cruz, están de fríos como la carne de un cadáver?
Entregar almas a Jesús, hacerse cargo de estas pobres almas a las que la vida arroja sobre las playas dolorosas de un hospital cual otros tantos náufragos maltrechos y desesperados, recogerlos con amor, curarlos, calmarlos, infundirles las tres sublimes virtudes cardinales, dirigirlos hacia la Luz; hacer, sí, que en la vida superen la enfermedad, que en la muerte, si es que ésta llega, no dejen el hospital o la vida sin llevar encendida en su alma por mano de la piadosa hermana enfermera la Luz que no se extingue.
Si entraña gran responsabilidad ser madrina de bautismo, ¿qué responsabilidad hay mayor que ésta de "madrina del dolor y de la muerte"? Fui enfermera y, por eso, lo sé y me compadezco. Mas no todas lo han sido.
¿Por qué escandalizar, dar pábulo a la murmuración, herir a las almas, cerrarlas, precisamente, a la hora en que más debieran abrirse, puesto que se sienten afectadas por la falta de caridad?
Excúseme y que me excusen también las Hermanas. Mas, por piedad a ellas que habrán de responder ante el Juez eterno de sí mismas y de las almas que asisten, por piedad del que sufre en el cuerpo y tan necesitado está de luz en su alma, encarezco con insistencia la caridad que "nos hace servidoras diligentes" como rezaba nuestro lema de enfermeras samaritanas.
De la caridad le viene a la enfermera la paciencia, la calma, la sonrisa (tan útil junto al que sufre y tan heroica). De ella viene todo en esta vida, como viene el beso de Cristo en la otra (a las veces, también en ésta), ese beso que es pasaporte para el reino de Dios.
En cuanto a su enferma, postrada desde hace q4 años, rogaré por ella sufriendo. Me sentiré feliz si mi dolor llega a obtenerle la visión de nuestro divino y dulce Jesús. Es sordomuda; mas aunque también fuese ciega, siempre podría Jesús brillar en sus tinieblas y hablar a sus tímpanos cerrados. Bastaría que se desvelase por un instante... Después ya no sería posible salir de su estela luminosa...
Pediré mucho por esta paralítica de miembros al igual que lo hago por las demás almas que usted dirige y que tienen el espíritu más o menos cansado. Oh!, querría sufrir mucho para subir hasta Dios llevando en pos de mí, como en vuelo de ángeles, una verdadera muchedumbre de almas. No me espanta el sufrir tanto porque sufro para agradar a Jesús.
Y ahora, gracias por su sorpresa ciertamente inesperada. El domingo hice un verdadero sacrificio rechazando la tentación de comprar un libro titulado: "La vida de J. M. Vianney" que me habían dejado para leer.
Pero, ¿ya ve qué bueno es el Señor? Cuando contemplo su bondad divina se me saltan las lágrimas de los ojos porque yo, en todo cuanto recibo, veo a Jesús, pues es la mano de Jesús la que me da esto o aquello. Es una sensación tan viva, que doy primero las "gracias" a Jesús, y después a la persona compasiva que, por inspiración de Jesús, proporciona un consuelo a la pobre María. Jesús se encuentra colocado a modo de pantalla entre mí y el mundo y así le veo sobrepuesto a todo y a todos.
Por eso: Gracias, Padre, por haber secundado la inspiración de Jesús y haberme...
Comienza a hablar Jesús y yo callo.
Dice Jesús:
El haberme visto terminar de sufrir en la carne fue
un consuelo para mi Madre, mas no una "alegría."
"El haberme visto terminar de sufrir en la carne fue un consuelo para mi Madre, mas no una "alegría." Ya no veía contraerse por los espasmos la Carne de su Hijo, sabía que el horror del deicidio material se había acabado. Pero la "Llena de Gracia" tenía asímismo el conocimiento de los siglos venideros en los que turbas incalculables de hombres habrían de seguir hiriendo espiritualmente a su Hijo y... se encontraba sola.
No terminó el deicidio sobre el Gólgota a la hora de mi
muerte. Este se repite cada vez que un redimido mío
mata su alma
No terminó el deicidio sobre el Gólgota a la hora de mi muerte. Este se repite cada vez que un redimido mío mata su alma, profana el templo vivo de su espíritu, alza su mente sacrílega para blasfemar contra Mí, no sólo con palabras obscenas, sí que también con mil modos del vivir actual cada vez más contrario a mi Ley y más neutralizante de los méritos incalculables de mi Pasión y de mi Muerte.
María, Corredentora excelsa, no cesa de sufrir, como
tampoco Yo
María, Corredentora excelsa, no cesa de sufrir, como tampoco Yo. Sufrimos Ambos en la gloria intangible de los Cielos por los hombres que reniegan de Nosotros y nos ofenden.
María es la eterna puérpera que os da a luz con un
dolor sin parangón porque sabe que aquel dolor
engendra, no bienaventurados para el cielo sino,
en proporción mayor, condenados para el infierno
María es la eterna puérpera que os da a luz con un dolor sin parangón porque sabe que aquel dolor engendra, no bienaventurados para el cielo sino, en proporción mayor, condenados para el infierno. Sabe que alumbra criaturas muertas o destinadas a morir en breve. Muertas, porque no penetra mi Sangre en ciertas criaturas cual si fuesen de durísimo jaspe. Desde la más tierna edad se dan muerte a si mismas o están destinadas a morir en breve. Son aquellas que, tras una aparente vitalidad cristiana, sucumben bajo su propia inercia que nadie sacude.
¿Cómo no ha de sufrir María viendo perecer a sus criaturas que costaron la Sangre de su Hijo? ¡La Sangre por todos derramada y que a tan pocos aprovecha!
Cuando el tiempo ya no exista, entonces es cuando
terminará de sufrir María porque se habrá completado
el número de los bienaventurados
Cuando el tiempo ya no exista, entonces es cuando terminará de sufrir María porque se habrá completado el número de los bienaventurados. Ella habrá alumbrado, con dolor inenarrable, el cuerpo que no muere del que es cabeza su Primogénito.
María fue eminentísima en el ciclo de mi Pasión, o sea,
desde la tarde de la cena al alba de la Resurrección.
Ella fue entonces el segundo -en número y en potencia-
el segundo Cristo
Si consideráis esto, podréis entender bien cómo el dolor de María fue un dolor sumo. Podréis entender cómo -grande en su Concepción inmaculada, grande en su gloriosa Asunción- María fue eminentísima en el ciclo de mi Pasión, o sea, desde la tarde de la cena al alba de la Resurrección. Ella fue entonces el segundo -en número y en potencia- el segundo Cristo; y mientras el cielo se entenebrecía sobre la tragedia consumada y se rasgaba el velo del Templo, rasgáronse nuestros Corazones con la misma herida al ver el número inconmensurable para los que fue inútil la Pasión.
Cumplido totalmente, en aquella hora, el sacrificio
material, se iniciaba otro en busca del modo de hacer
entrar a las gentes en el surco de la Iglesia y en la
matriz de la Madre Virgen para dar a luz a los
habitantes de la Jerusalén que no muere
Cumplido totalmente, en aquella hora, el sacrificio material, se iniciaba otro en busca del modo de hacer entrar a las gentes en el surco de la Iglesia y en la matriz de la Madre Virgen para dar a luz a los habitantes de la Jerusalén que no muere. Y, para iniciarse con aquélla impronta de la Cruz que todo cuanto está hecho para el Cielo debe llevar, se inició con el dolor de la soledad.
María en su soledad, iniciaba su segunda
mística concepción
Era la hora de las tinieblas. Cerrado el Cielo. Ausente el Eterno. El Hijo muerto. María en su soledad, iniciaba su segunda mística concepción."
Y ahora termino yo.
Dábale pues las gracias, Padre, por haber secundado la inspiración de Jesús proporcionándome la manera de volver a leer la Vida del Cura de Ars. me agrada sobremanera porque fue un alma víctima.
Por lo que a mí hace, me encuentro, dentro de mis sufrimientos, sosegada como un niño en la cuna y cual pajarillo bajo el ala de su madre. Mi Sol hace para mí funciones de vida, de antidolor, de todo. Sigo bajo sus rayos y soy feliz.
¿Se ha fijado alguna vez en las palomas? Cuando pueden hacerlo, se acurrucan al sol, extienden sus alas, las elevan reiteradamente, levantan su cabecita y miran con clara satisfacción, casi diría con animal beatitud, al dorado sol. Se sienten a gusto recibiendo su calor y no se comprende cómo puedan resistir tanto tiempo los rayos de fuego que caen perpendiculares sobre ellas desde dicho astro.
Me parezco yo a una palomita bajo el sol. Estoy allí fija, fija, inmóvil, contenta de sentirme invadir, derretir por su fuego con la esperanza de ser pronto consumida y atraída a El.
¡Oh, mi Sol! Como muy bien dice usted, debería algún otro probar lo que yo para entenderlo... Yo me esfuerzo inútilmente en explicar cómo es aquella Luz: Paz, Majestad, Ciencia, Belleza... No. No se puede decir qué sea para el alma este inextinguible, indescriptible y letificante esplendor.
C. 43. 156-161
A. M. D. G.