4 agosto 1943
Perder la vida no es una pérdida antes
ganancia para el hombre que vive de
la Fe y del Espíritu
#Yo estoy junto a los inocentes muertos por cualquier causa de crueldad humana
#Las llamo sacrílegas. ¿Y de qué otra manera habría de llamarlas?
#Como la sangre en las venas, así está el espíritu en el interior de vuestra carne
#El que deja al Enemigo que mate su espíritu, se hace cómplice del mismo
Dice Jesús:
"Perder la vida, la mayor desventura para el hombre que vive en la carne y en la sangre, no es una pérdida antes ganancia para el hombre que vive de la Fe y del Espíritu. Por eso dije Yo: "No temáis a los que os pueden matar el cuerpo".
Yo estoy junto a los inocentes muertos por cualquier
causa de crueldad humana
Yo estoy junto a los inocentes muertos por cualquier causa de crueldad humana; estoy junto a los mártires, lo mismo que junto a los soldados; estoy junto a los oprimidos por un yugo familiar que los unce al delito, igual que junto a los eliminados en las guerras sacrílegas y feroces mediante procedimientos maldecidos por Mí.
Las llamo sacrílegas. Y ¿de qué otra manera habría
de llamarlas?
Las llamo sacrílegas. Y ¿de qué otra manera habría de llamarlas? ¿No es contravenir mi Ley el obrar con violencia, usando y abusando de la fuerza por motivos de orgullo humano que tienen como fruto la destrucción de vidas y de conciencias? Y ¿qué templo mayor que el corazón del hombre creado por Mí en el que Yo debería habitar? Ahora bien, ¿puede acaso habitar el Dios de la Paz donde hay pensamientos de guerra, donde, bajo la égida de la guerra, se permite el hombre licencias culpables; donde, bajo la ráfaga de la guerra, muere la fe y subintra su negación, muere la caridad y subintra la crueldad, muere la oración y subintra la blasfemia? ¿No son éstas, acaso profanaciones del corazón? Y quien profana ¿no comete sacrilegio?
Yo conforto en la hora de la prueba a los injustamente
muertos siendo eso garantía de que tras es hora llega
para ellos la Luz beatífica
Por eso dije Yo: "No temáis a quien mata el cuerpo y nada más puede hacer". Yo conforto en la hora de la prueba a los injustamente muertos siendo eso garantía de que tras es hora llega para ellos la Luz beatífica.
El alma, que es el cofre, el arca santa, el tabernáculo
que alberga al espíritu que es la perla extraída por la
mano de Dios de los tesoros infinitos de su Yo para
ponerla dentro de la criatura
Ahora bien, Yo os digo: "Temed al que, después de haberos muerto, os puede arrojar a la gehena". Muerto, ¿cómo?, ¿qué? Vuestra alma y vuestro espíritu. El alma, que es el cofre, el arca santa, el tabernáculo que alberga al espíritu que es la perla extraída por la mano de Dios de los tesoros infinitos de su Yo para ponerla dentro de la criatura: signo innegable de vuestro origen de hijos míos.
Como la sangre en las venas, así está el espíritu en el
interior de vuestra carne
Como la sangre en las venas, así está el espíritu en el interior de vuestra carne. Y como la sangre proporciona vida a la carne para vivir los días de la tierra, así el espíritu proporciona vida al alma para vivir los días que no tienen fin.
De aquí que la pérdida, sin límite de medida, es la del espíritu y no la de un poco de carne. Ni hay delito mayor y más condenado por Dios que éste de matar un espíritu privándole de la gracia que le hace hijo de Dios.
Como crece y se forma un hijo en el seno de la madre
hasta alcanzar la edad perfecta de la vida intrauterina
así, el que sabe vivir la vida del espíritu y conservarlo
a éste, es como un hijo en mi seno, que crece y alcanza
la edad perfecta de la vida dentro de Mí, tomando
de Mi alimento y fuerza
Como crece y se forma un hijo en el seno de la madre hasta alcanzar la edad perfecta de la vida intrauterina recibiendo alimento mediante los órganos que le mantienen en contacto con los órganos alimentarios de la madre, así, el que sabe vivir la vida del espíritu y conservarlo a éste, es como un hijo en mi seno, que crece y alcanza la edad perfecta de la vida dentro de Mí, tomando de Mi alimento y fuerza.
¿No es para ti gozo y seguridad pensar que vives de Mí, en Mí, para Mí y conmigo?
El que deja al Enemigo que mate su espíritu, se hace
cómplice del mismo
El que deja al Enemigo que mate su espíritu, se hace cómplice del mismo. Este tal tiene abierto con sus propias manos el saco en el que el Maldito encierra vuestra alma privándola, primero de la Luz, luego de la Vida y hundiéndola, por último, en su sima infernal de donde ya no se sale y sobre la que gravita la maldición eterna de Dios. Y ¿cómo Yo, que digo: "No matar" y condeno la muerte inferida a una carne, no he de poder dictar condena contra el que mata el espíritu?
Contra éste, sin duda alguna. Porque tenéis una voluntad y si vosotros no queréis, nada puede el Enemigo. Por tal motivo sois vosotros los que matáis vuestro espíritu. Y, en verdad, en verdad os digo que, al pronunciar la palabra de condena contra aquel que mata el espíritu, retumbará con ira justa y terrible mi Voz de Padre repudiado por un hijo y de Rey defraudado por un súbdito.
Permanece, por tanto, segura en tu sufrir. A medida que muere la carne, va creciendo tu espíritu que, como víctima de amor, se alimenta del morir de tu cuerpo.
¡Qué día más hermoso será aquel en que, rota la arcilla del vaso terreno, emerja tu espíritu libre y potente hacia la gloria eterna de tu Jesús en el Cielo!"
C. 43. 236-238
A. M. D. G.