10 SEPTIEMBRE
Eclesiastés.
Le confía sus palabras
para el bien de sus criaturas
Para llegar hasta Mí sin equivocarse no hay que hacer sino una cosa. La que aconseja el Eclesiastés pero que Yo modifico así: "Ama a Dios y observa sus mandamientos".
#Y ¿qué más puedes ambicionar que la misión de ser un pequeño Cristo en el puesto de tu Jesús?
Dice Jesús:
"Hija, leamos juntos los últimos versículos del Eclesiastés.
Si él sapientísimo, Yo soy la Sabiduría de Dios, infinitamente superior a él por tanto. Mas, lo mismo que él, instruyo a mi pueblo. Lo instruyo desde hace 20 siglos. Inicié la instrucción con mi Palabra y la he continuado a través de la palabra de mis siervos queridos.
Mas entre los instruidos de mi pueblo tengo
discípulos predilectos para los que el Maestro viene
a ser, además de maestro, amigo, y con esplendidez de
rey les abro las puertas de los tesoros de las
confidencias y de las revelaciones.
Mas entre los instruidos de mi pueblo tengo discípulos predilectos para los que el Maestro viene a ser, además de maestro, amigo, y con esplendidez de rey les abro las puertas de los tesoros de las confidencias y de las revelaciones. Yo tomo de la mano a estos predilectos y los llevo conmigo a los penetrables secreto capacitándoles para recibir mi Palabra, suministrada con una amplitud que está reservada a mis Juanes noveles.
A ti, mi pequeño Juan, te confío mi Palabra. Transmítela a los maestros y que la empleen para bien de los niños. Procede del Pastor Único, del buen Pastor que suscribió con su Sangre la verdad de su Palabra.
Mi Palabra no sirve tan sólo para proporcionar
un bien terreno sino más bien para proporcionar el Bien
que no muere: la vida eterna
Cuando un Caudillo del mundo o un Genio de la Tierra confía a un leal suyo una bandera sagrada o un valioso secreto; cuando le transmite una consigna o la fórmula de un invento, ¡con qué respeto tan sagrado los lleva el leal y los transmite! Pues bien, Yo soy mucho más que un Caudillo y que un Genio. Yo soy Dios, Verbo y Sabiduría del Padre, Señor y Redentor vuestro, Mi Palabra no sirve tan sólo para proporcionar un bien terreno sino más bien para proporcionar el Bien que no muere: la vida eterna. Nada hay pues más sagrado y precioso que mi Palabra.
Recíbela con tu alma arrodillada y sea tu amor el incienso que purifique a tu corazón que la recibe, a tu mano que la escribe, a tu boca que la repite y a tus ojos que la leen. Vive a modo de un ángel y de un sacerdote pues te he concedido oír lo que los ángeles oyen y repiten los sacerdotes. Y vive cada vez más como víctima porque el sacrificio es el que abre los oídos del espíritu y es la sangre la que lava la lengua que habla del Señor.
En estos días que preceden a la festividad de la Cruz
tengo una necesidad inmensa de almas crucificadas.
En estos días que preceden a la festividad de la Cruz tengo una necesidad inmensa de almas crucificadas. Hazme la caridad de sufrir por Mí. ¡Créele a tu Jesús! Si pudiese volver a la Cruz por vosotros, ¡cómo, cómo volvería! Pero... ¡no puedo!(23 abril de 1943) Y entre tanta sangre enemiga que con odio fratricida derrama el hombre sobre la tierra, falta mi Sangre que ya no puedo derramar por vosotros desde la Cruz.
Mientras Yo transmuto las especies del Pan y del Vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo sobre los altares de la tierra -pocos en demasía y demasiado poco rodeados de almas verdaderamente orantes- vosotras, mis pequeñas, mis queridas víctimas, flores amadas de mi jardín, sustituios al Redentor y entregadme vuestro cuerpo como hostia de propiciación por los pecados del mundo.
Y ¿qué más puedes ambicionar que la misión de ser
un pequeño Cristo en el puesto de tu Jesús?
Hija mía, nada más busques, digo también Yo con el Eclesiastés. Y ¿qué más puedes ambicionar que la misión de ser un pequeño Cristo en el puesto de tu Jesús? Y ¿qué cosa más grandes puedes desear que mi Palabra?
Cuanto más te hable Dios, más advertirás el hastío del
sonido áspero y acerbo de las palabras humanas en
contraste con el tono dulcísimo y sobrenatural
de mi Palabra
Dios es simple. Cuanto más cerca estés de Dios mayor será tu simplicidad. Cada vez sentirás más en ti el tedio y la vanidad de la ciencia humana, aun de aquella que se relaciona con Dios pero que fue escrita por el hombre. Cuanto más te hable Dios, más advertirás el hastío del sonido áspero y acerbo de las palabras humanas en contraste con el tono dulcísimo y sobrenatural de mi Palabra. No te fatigues con multiplicidad de doctrinas ni te sujetes a múltiples normas. Sé sencilla y libre. Sobre ti esté tan sólo el yugo ligero que no s peso sino ala: el mío.
Para llegar hasta Mí sin equivocarse no hay que hacer
sino una cosa. La que aconseja el Eclesiastés pero que
Yo modifico así: "Ama a Dios y observa sus mandamientos".
Para llegar hasta Mí sin equivocarse no hay que hacer sino una cosa. La que aconseja el Eclesiastés pero que Yo modifico así: "Ama a Dios y observa sus mandamientos". No digo: "teme". Digo "ama". El amor es mucho más excelente que el temor y más seguro para alcanzar el fin. El temor es para que no se desvíen aquellos que todavía se encuentran alejados de Dios. Al igual de unas anteojeras, impide a la bestialidad encerrada en el hombre tomar la delantera a cualquier quimérica sombra seductora. Mas para aquellos que están ya al lado de Dios, para aquellos, sobre todo, que están entre los brazos de Dios, es el amor el que debe ser su guía.
Dios llevará a juicio todos vuestros actos. Pero es obvio que los actos cuyo móvil haya sido el amor nunca serán del todo malos y tales que disgusten al Señor. Tendrán el signo de vuestra limitación humana, mas éste quedará recubierto con la enseña esplendorosa del amor que anula las culpas y hace que los actos del hombre sean gratos al Señor.
Mira, hija mía, cómo mientras el mundo está henchido del fragor homicida y desborda el odio de los corazones, nosotros dos, que nos amamos, hablamos de amor en el silencio y en la paz. Y nada hay que alegre tanto a tu Jesús como estas mis pequeñas Betanias en las que Yo soy el Maestro que descansa y que enseña a una María enamorada que le mira y escucha con todo su amor.
¿No pudiste escribir ayer cuanto te dije? No importa. No importa. No te aflijas por ello. La simiente de aquellas palabras está en ti lo mismo. Cuando Yo quiera la haré germinar y será más hermosa aún.
Sé siempre buena y paciente. Te doy mi paz."
C. 43.325-328
A. M. D. G.