12 septiembre
Yo suscito almas especiales
Y no digáis que esto es injusticia por cuanto no os fuerzo a merecer
Los primeros faltan a la caridad porque guardan para sí lo que es de todos
Por lo que hace a los soberbios, quedan éstos privados inexorable e inmediatamente de mi dádiva
En este día de María recibe la visión de la luz en la que se encuentra tu Madre y mía
A ti te son mostradas cosas que sobrepujan la inteligencia humana; y esto por querer de Dios.
Dice Jesús:
"De entre estos sinceros creyentes, de entre estos espíritus humildes y sencillos de los que te hablé ayer y a los que concedo la posesión de la Verdad, Yo suscito almas especiales, las elijo antes de su incorporación a la vida, puesto que conozco cuanto concierne al hombre que ya vivió, que vive y que vivirá, y sé igualmente, por anticipado, cómo obrará cada espíritu sobre la tierra mereciendo o desmereciendo.
Y no digáis que esto es injusticia por cuanto no
os fuerzo a merecer
Y no digáis que esto es injusticia por cuanto no os fuerzo a merecer. No. Eso es fidelidad a mi obra y a mi promesa de crear al hombre capaz de guiarse y libre para guiarse. Yo proporciono a los hijos las ayudas, todas las ayudas; mas no les fuerzo a servirse de ellas. Lo deseo con todo mi amor; pero respeto el deseo del hombre. A Dios le empujó su amor hasta sacrificar a su Verbo para que os llevase su Palabra y su Sangre. Más que eso, ni puede ni quiere hacer. ¿Qué mérito tendríais en ser buenos si os impidiese e malos?
a las almas que elijo, que han de ser santas por amor
o que lo serán , tras el yerro, por un arrepentimiento
sincero y redoblado amor, les doy, incluso, lo que
niego a las masas. Enseñazas y luces que son beatitud
para ellas mismas y dirección para
las almas hermanas
Así pues, a las almas que elijo porque sé de antemano que han de ser santas por amor o que lo serán , tras el yerro, por un arrepentimiento sincero y redoblado amor, les doy, incluso, lo que niego a las masas. Enseñazas y luces que son beatitud para ellas mismas y dirección para las almas hermanas, menos iluminadas que ellas por estar menos en contacto conmigo.
Mas ¡ay de estas almas predilectas si muestran avaricia o soberbia por el don recibido! No amo a los avaros y detesto a los soberbios.
Los primeros faltan a la Caridad porque guardan
para sí lo que es de todos
Los primeros faltan a la Caridad porque guardan para sí lo que es de todos, pues Yo soy el padre de todos y entrego mis tesoros a los amados para que sean mis limosneros con los pobres de espíritu y no para que los atesoren ávida y anticaritativamente matando la caridad y desobedeciendo el querer de Dios. El solo hecho de matar la caridad destruye el canal por el que les llegan mis palabras. Y así pierden su misión de portadores de mi Voz. Esto explica por qué ciertas almas, antes faros de la Iglesia, llegan a desvanecerse en una calina de nieblas perniciosas.
Por lo que hace a los soberbios, quedan éstos privados
inexorable e inmediatamente de mi dádiva
Por lo que hace a los soberbios, quedan éstos privados inexorable e inmediatamente de mi dádiva. En ellos no se apaga lentamente mi palabra cual flor que muere por falta de agua o como pájaro encerrado en cárcel oscura, del modo que sucede en los avaros, sino que ésta, como ser estrangulado, muere "instantáneamente". La soberbia es la quintaesencia de la anticaridad, la perfección de la anticaridad y su veneno demoníaco apaga en el acto la Luz en el corazón.
A mi santa y bendita Madre le fue concedido ser
Portadora del Verbo, no tanto por su naturaleza
inmaculada cuanto por su humildad superperfecta
Mientras contemplo con dolor y compasión vuestras debilidades, si encuentro a un soberbio, vuelvo a otro lado mi mirada. Y ¿sabéis qué supone no tener ya sobre sí mi mirada? Equivale a ser pobres ciegos, pobres locos, ebrios miserables que marchan, tambaleando, de peligro en peligro, hasta dar con la muerte. A esto equivale el no tener ya sobre sí la mirada de Dios que os protege cual otra cosa alguna os pueda proteger. A mi santa y bendita Madre le fue concedido ser Portadora del Verbo, no tanto por su naturaleza inmaculada cuanto por su humildad superperfecta. Todas las humildades humanas no alcanzan al tesoro de humildad de la Humildísima que permaneció tal, t a l, entendedlo, aún después de haber sabido que estaba destinada a ser la más Excelsa de todas las criaturas. María, con su humildad, inferior tan sólo a la del Verbo, consoló a las Tres divinas personas que habían quedado heridas por la soberbia de Lucifer y de la Primera pareja.
¡Madre mía querida, gozo perenne nuestro! ¡Si tú la
pudieses ver hoy en el Cielo al tiempo que todo el Paraíso
la circunda con su amor tributándole alabanzas a Ella
y a su Nombre de salvación!
¡Madre mía querida, gozo perenne nuestro! ¡Si tú la pudieses ver hoy (12 de septiembre, festividad del Nombre de María) en el Cielo al tiempo que todo el Paraíso la circunda con su amor tributándole alabanzas a Ella y a su Nombre de salvación! Verías un abismo de gloria sumido en un superabismo de humildad y la luz inconcebible de María que resplandece doblemente por su castísima y virginal humildad y se recoge en adoración delante de Nosotros rebajando todos nuestros hosannas celestiales diciendo: "Señor, no soy digna". ¡Santa y primera sacerdotisa! ¡Indigna Ella, por la que crearíamos un segundo Paraíso a fin de que se le tributasen redobladas alabanzas...!
En este día de María recibe la visión de la luz en la
que se encuentra tu Madre y mía
Mira, María. En este día de María recibe la visión de la luz en la que se encuentra tu Madre y mía. Viste la luz rutilante, cegadora de nuestro triple Fuego (1.º de julio). Mira ahora la luz suavísima de María. Sacia tu sed y tu hambre con ella. Nunca sentirás bajar a tu corazón nada más dulce. Mientras que te lo concedo, contempla esta fuente, este astro de luz que es María resplandeciendo en el Cielo con su cuerpo candoroso que no podía corromperse por haber sido la envoltura del Dios hecho carne además de haber alcanzado la perfección humana en toda santidad y sobrerresplandeciendo con su espíritu unido al espíritu de Dios mediante nupcias eternas.
Observa cómo el azul de los Cielos rodea al Candor tiñéndolo de reflejos celestiales y cómo la luz de María torna luminosos los Cielos como en un amanecer sobrehumano de abril en el que el astro de la mañana riela sobre un mundo virgen y florido.
Mira y recuerda la visión que los ángeles contemplan con una perenne sonrisa de gozo. Sea (la visión de hoy), al igual que para nosotros (de la Sma. Trinidad del 1.º de julio) tu sosiego y tu fuerza.
A ti te son mostradas cosas que sobrepujan la
inteligencia humana; y esto por querer de Dios.
A ti te son mostradas cosas que sobrepujan la inteligencia humana; y esto por querer de Dios. Mas, para poseer de continuo este don, aprende de María a tocar las cumbres de la humildad que abate el barro para subir el espíritu a lo alto.
Te he reservado este regalo para el Hombre de María. Para la Natividad: la sonrisa de María, la Mujer santa (6 de septiembre). Para el Nombre: la gloria de María, la Madre de Dios."
María Valtorta describe la visión
He visto, y no puedo describir, a nuestra Madre en su morada del Cielo. Cómo es, lo diré poco más o menos. Para hablar de Ella, mejor que para hablar de Dios, me servirá aquí el símil de la "luz".
Una luz apacible, blanquiazul, como el del más terso rayo de luna multiplicado por una intensidad sobrenatural. Apenas si distingo bien el rostro y el cuerpo de María. Demasiada "luz" para ser distinguidos por ojo humano.
Me explicaré: no es una luz deslumbradora que impida mirar. Es una luz que transforma en "luz" los contornos y las formas del cuerpo glorificado de María cuyos colores no puedo explicar.
Podría decir que si se transformaran en luz montones de perlas, habría un parecido con lo que es la Candidísima, la Bendita en el Cielo. Y podría asimismo decir que si una visión tuviese la virtud de cambiar el color de los ojos humanos, tiñendo el iris del color emanado de la visión, mis ojos de color marrón oscuro, habrían de ser ahora de un azulino de zafiro pálido licuado, como el que se desprende de algunas estrellas en las noches serenas.
Me encuentro embargada por la emoción que me hace derramar lágrimas de espiritual alegría y ... nada más puedo decir (añade a lápiz, María Valtorta: "por lo demás... serían palabras de M. Ss. que temo escribir porque... tengo miedo de los hombres").
C. 43. 331-334
A. M. D. G.