15 SEPTIEMBRE
Es opinión difundida entre muchos
cristianos y cristianos católicos,
que mi Madre nunca sufrió como,
generalmente, sufren los mortales
La muerte de María fue otro rapto
Los dos encuentros del Amor y de María
Mas, antes de aquella hora, ¡pobre Madre!, hubo de desleírse en Sí misma en el Dolor
Piensa siempre que Ella es Maestra del Dolor como Yo lo soy de la Vida
Ella es la Esperanza además de la Fe y de la Caridad.
Dice Jesús:
"Es opinión difundida entre muchos cristianos y cristianos católicos, que mi Madre nunca sufrió como, generalmente, sufren los mortales. Creen, sí, que habríales afectado el Dolor; pero que, dada su naturaleza inmaculada, lo pudo soportar fácilmente ya que lo amortiguaba la Gracia. En conclusión: creen que recibiera la sacudida del Dolor, mas que éste no podría penetrar en ella por hallarse defendida, como por invulnerable coraza, por su naturaleza inmaculada y por la Gracia.
Ahora bien, esto constituye un grave error María
era redentora como Yo Redentor. Justo, por tanto,
que el Dolor fuese su compañero.
Ahora bien, esto constituye un grave error. María era, sí, la "Inmaculada" exenta de la herencia de la culpa de Adán y de los frutos de tal culpa, y, en tal sentido, por tanto, debería haber sido preservada de sufrir puesto que el Creador creó la raza humana exenta del dolor y de la muerte que es el supremo dolor del hombre. Pero María era la Corredentora. Y la misión de redentor es siempre misión de infinito dolor. De otra suerte, ¿cómo podría un redentor rescatar los pecados de los demás? Y ¿cómo una víctima pagar por los hermanos? María era redentora como Yo Redentor. Justo, por tanto, que el Dolor fuese su compañero.
¿Acaso me abandonó a Mí el Dolor? No. Con todo, si María, por un milagro de Dios, estaba exenta de la culpa del hombre, Ella, nacida por obra de dos carnes hechas una sola mediante enlace humano, Yo, Dios, y, por tanto, limpio de toda clase de culpa o sombra de ella, hecho Hombre por las nupcias de la Inocencia con la Gracia y, en consecuencia, infinitamente superior a Ella, fui sacrificado al Dolor, a un dolor que no hubo ni habrá nunca mayor porque fue dolor de carne y de sangre, de mente, de corazón de alma y de espíritu.
no le aplicó las dos principales condenas de la carne,
en especial la de Eva: el dolor de la muerte y del parto.
La Justicia divina, que no miente ni se contradice jamás a Sí misma, fue fiel a sus antiguas promesas y a la Sin Culpa, como sin culpa eran los primeros padres, no le aplicó las dos principales condenas de la carne, en especial la de Eva: el dolor de la muerte y del parto.
Mi nacimiento fue un éxtasis dulcísimo Fue más bien
el primer llanto del Hijo-Dios el que arrancó a la Madre
de la contemplación espiritual de Dios para dirigir su
mirada a contemplar el Milagro más grande del
Universo: un Dios encarnado para
la redención del hombre.
Mi nacimiento fue un éxtasis dulcísimo. En el silencio de la noche que aislaba del mundo la morada solitaria y humildísima, se hallaba inmersa en sus ardientes contemplaciones de Dios. La oración de María era siempre un rapto en Dios. Y, al salir del rapto, conoció al Hijo. Fue más bien el primer llanto del Hijo-Dios el que arrancó a la Madre de la contemplación espiritual de Dios para dirigir su mirada a contemplar el Milagro más grande del Universo: un Dios encarnado para la redención del hombre.
La muerte de María fue otro rapto
La muerte de María fue otro rapto. La envolvió la contemplación con sus vendas de amor suspendiéndole toda sensibilidad humana y, por segunda vez, vino a su encuentro el Amor para estrechar contra Sí a la Esposa deseada desde antes del inicio de los tiempos.
Los dos encuentros del Amor y de María
Y si el primer encuentro fue un plegarse del Amor sobre la Virgen para cubrir con su sombra divina a la Toda Casta y comunicarle la fecundidad de una Carne divina, el segundo fue el abrazo total de la inviolada con el Amor que la atrajo a Sí desde el Cielo altísimo. La última contemplación de María sobre la tierra tuvo su término en el Cielo, en donde la Enamorada de Dios, la Ansiosa del Hijo, pudo, adorando, fijarse para siempre en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, sus perennes deseados y amadores suyos eternos.
Mas, antes de aquella hora, ¡pobre Madre!, hubo de
desleírse en Sí misma en el Dolor
Mas, antes de aquella hora, ¡pobre Madre!, hubo de desleírse en Sí misma en el Dolor. Y cuáles fuesen los dolores de toda su vida, cuyo vértice se encuentra en los días de mi Muerte, ya te lo tengo dicho (dictado de l2 de junio). Y más de una vez te he dicho también cómo, al estar destinada a ser corredentora, los sintió en toda su aspereza y el porqué.
Piensa siempre que Ella es Maestra del Dolor como
Yo lo soy de la Vida
Piensa siempre que Ella es Maestra del Dolor como Yo lo soy de la Vida. Piensa siempre que el Dolor es verdadero y absoluto, únicamente cuando ya no está Dios al lado del espíritu para sostenerlo en la prueba. Piensa que María se encontró sola en la hora tremenda para gustar el horror de la soledad y para expiar vuestras desesperaciones de criaturas.
Ella es la Esperanza además de la Fe y de la Caridad.
Ella es la Esperanza además de la Fe y de la Caridad. Las tres virtudes teologales aparecen personificadas en Ella puesto que nadie en el mundo amó como Ella, nadie, creedlo; y nadie, sobre todo, esperó como ella.
Fue un abismo de esperanza. Y por eso la puse a Ella
como Estrella vuestra para que os indicase el camino
del Cielo.
Fue un abismo de esperanza. Y por eso la puse a Ella como Estrella vuestra para que os indicase el camino del Cielo. Si siempre creyerais en Ella, jamás conoceríais el horror de la desesperación ni os causarías la muerte con ella. Sea María, Esperanza de Dios que confiaba en Ella para llevar a cabo la Redención del hombre, la esperanza de éste.
Vivid en Ella y morid en esa Santa que Madre de Dios
y ruega sin descanso por vosotros ante Nuestro Trono.
No perdáis de vista, mortales, la Estrella de la Mañana cuyos destellos los forman las siete espadas clavadas por vuestro amor en su Corazón dulcísimo y purísimo. Vivid en Ella y morid en esa Santa que Madre de Dios y ruega sin descanso por vosotros ante Nuestro Trono.
María, que se adormeció sobre el Corazón de Dios, vive ahora en el Cielo con su carne glorificada. Y el alma que se adormece sobre el Corazón de María tendrá asimismo en el Cielo su carne glorificada cuando se haya cumplido el tiempo, porque Ella es vuestra Salvación."
C. 43- 340-343
A. M. D. G.