24 septiembre

 

 

Piensa que sufres los dolores

 

de mi agonía

 

 


 

Mas no eran éstos los dolores más acerbos.  

¡Dulce padecer, María, pues se daba en reparación al Padre y para vuestra salvación!  

Dije: Asemejaos a Mí que soy manso y humilde de corazón  

Los desastres que sufrís es porque no sois mansos ni humildes en las familias  

El tercer agente de delitos es vuestra lujuria  

Yo digo y lo digo estrechándoles contra mi Corazón y besándoles en la frente: Sed semejantes a Mí que fui generoso en el sufrimiento por el grande amor que sentía por todos

 


 

Dice Jesús:

"¡Ánimo, María! Piensa que sufres los dolores de mi agonía. Yo también tenía tanto mal en los pulmones y en el diafragma y cada respiración, cada movimiento, cada pulsación era un dolor añadido a otro dolor. Y no estaba como tú sobre un lecho sino agobiado por un peso sobre unas calles en cuesta y después suspendido al sol con tanta fiebre que me golpeaba las venas cual si fueran innumerables martillos.

 

Mas no eran éstos los dolores más acerbos.

 

Mas no eran éstos los dolores más acerbos. Era la agonía del corazón y del espíritu la que más me atormentaba. Y mucho más atormentadora que ésa, la certeza de que era inútil mi sufrir para millones y millones de hombres. A pesar de tal certeza no disminuyó un ápice mi voluntad de padecer por vosotros.

 

¡Dulce padecer, María, pues se daba en reparación

al Padre y para vuestra salvación!

 

¡Dulce padecer, María, pues se daba en reparación al Padre y para vuestra salvación! ¡Saber que aquella marca que había quedado en vosotros como una ofensa de la raza humana contra Dios, y que había de ser eterna, iba a ser lavada con mi Sangre y que mi morir os devolvía la vida! ¡Saber que, pasada la hora de la Justicia, el Amor habría de miraros a través de Mí, Inmolado, con amor! Todo eso infiltraba un hilo de bálsamo en el océano de una amargura tal, que la mayor de las amarguras sufridas en la tierra desde que el hombre existe, es poco menos que nada, ya que pesaban sobre Mí las culpas todas de la humanidad y la ira divina.

 

Dije: "Asemejaos a Mí que soy manso

y humilde de corazón"

 

Dije: "Asemejaos a Mí que soy manso y humilde de corazón". Lo dije a todos porque sabía que en esta imitación mía estaba la llave de vuestra felicidad en esta tierra y en el Cielo.

 

Los desastres que sufrís es porque no sois mansos

 ni humildes en las familias

 

Los desastres que sufrís es porque no sois mansos ni humildes en las familias, en vuestras ocupaciones y profesiones y en el ámbito más vasto de las Naciones. Os dominan la soberbia y la ira que son el germen de tantos delitos vuestros.

 

El tercer agente de delitos es vuestra lujuria

 

El tercer agente de delitos es vuestra lujuria que no es individual, como se os figura, sino que éste, junto con los dos primeros, implica a muchos, muchísimos individuos, a continentes enteros, llegando a veces a perturbar la Tierra con sólo que haya alcanzado la perfección del mal el alma de contados hijos de Satanás que le obedecen para colmar de trigos malditos los graneros de su padre.

Y en verdad os digo que este es el momento en que, por orden del padre de la mentira, están sus hijos cosechando entre las almas que habían sido creadas por Mí y a las que inútilmente fertilicé con mi Sangre. Cosecha que supera en abundancia la más halagüeña esperanza que el diablo pudiera imaginar; y así gimen los Cielos ante el llanto del Redentor que contempla la ruina de los dos tercios del mundo de los cristianos. Y decir dos tercios es todavía poco.

 

Yo digo y lo digo estrechándoles contra mi Corazón

y besándoles en la frente: "Sed semejantes a Mí que

 fui generoso en el sufrimiento por el grande amor

que sentía por todos"

 

Dije a todos: "Sed mansos y humildes de corazón para asemejaros a Mí." Pero a mis benditos hijos amantísimos, a los predilectos de mi Corazón, a mis pequeños redentores que con el gotear de su sacrificio hacen que continúe fluyendo la fuente redentora que brotó de mi Cuerpo desangrado, Yo digo y lo digo estrechándoles contra mi Corazón y besándoles en la frente: "Sed semejantes a Mí que fui generoso en el sufrimiento por el grande amor que sentía por todos"

Cuanto más se ama, tanto más se es generoso, María. Sube, llega hasta la cumbre. Yo te aguardo allá, en la cima, para llevarte conmigo al Reino del Amor."

C. 43. 364-366

A. M. D. G.