29 septiembre

 

 

"¡Hubo siempre y hay tantos

 

"Pedros"...!

 

 


 

Os volvéis igualmente, ¡hijos ingratos!, cuando me culpáis del mal que vosotros mismos provocáis  

Ciertamente, si os viese reconocer con humildad vuestros yerros, resignados a sufrir sus consecuencias, volviéndoos filialmente a Mí con los ojos arrasados en lágrimas y la voz suplicante... intervendría para salvaros todavía haciendo desbordarse mi Amor   

Con todo, pobres hijos míos, son éstas ciertamente horas en que, humanamente juzgando, parece que Yo esté ausente  

No sólo renegáis de Mí, vuestro Dios, mas también de vuestra dignidad de hombres, de vuestra inteligencia que os hace semejantes a Dios  

Dios, en su esencia perfecta, puede conocer el Mal porque éste no tiene poder sobre Él.  

¿Cómo debéis obrar con los que reniegan de Mí?  

Las obras de misericordia corporal sirven para disponer el camino a la obra más alta de misericordia 

 está en vosotros, mis verdaderos amigos, hacer que vuelvan a Mí los que andan errantes sin juzgar si merecen o no ser dignos del Cielo.  

No os toca a vosotros juzgar sobre el premio o el castigo. Sólo Yo soy el Juez. A vosotros corresponde tan sólo hacer que vuelvan

 


 

Dice Jesús:

"¡Hubo siempre y hay tantos "Pedros"...! Ellos querrían de Mí dones de bienestar terreno que Yo jamás prometí dar porque os encamino al Cielo y no a las cosas de aquí abajo y todo cuanto os doy de felicidad terrena es un sobreañadido que vosotros no merecéis ni podéis exigir y que si os lo doy es únicamente porque el noventa por cien de los hombres son tan de carne y sangre que, de no tener dones de esta tierra, se me volverían todos en contra.

 

Os volvéis igualmente, ¡hijos ingratos!, cuando me

culpáis del mal que vosotros mismos provocáis

 

Os volvéis igualmente, ¡hijos ingratos!, cuando me culpáis del mal que vosotros mismos provocáis. ¡Si al menos supieseis soportar con resignación el mal que es obra de vuestros actos malvados, de vuestras lujurias, de vuestras arbitrariedades y desenfrenos, de vuestras usuras y fraudes! Si supierais soportarlo diciendo: "Nos lo hemos merecido", ese mal se os cambiaría en bien puesto que Dios se apiadaría de vuestra irreflexión.

 

Ciertamente, si os viese reconocer con humildad

vuestros yerros, resignados a sufrir sus consecuencias,

 volviéndoos filialmente a Mí con los ojos arrasados

 en lágrimas y la voz suplicante... intervendría para

 salvaros todavía haciendo desbordarse mi Amor

y mi Misericordia por encima de mi Justicia

 

Ciertamente, si os viese reconocer con humildad vuestros yerros, resignados a sufrir sus consecuencias, volviéndoos filialmente a Mí con los ojos arrasados en lágrimas y la voz suplicante, Yo, que soy el Dios de la Misericordia y del Perdón, Yo, que vine a buscar y a salvar lo que estaba perdido y no apagué ni apagaré a lo largo de los siglos  -átomos de mi eternidad-  mi sed de traeros la salvación y el bien, intervendría para salvaros todavía haciendo desbordarse mi Amor y mi Misericordia por encima de mi Justicia que, creedlo, pobres hijos míos, me hiere a Mí antes que vosotros, porque el haberos de castigar, el tener que dejar que os castiguéis vosotros mismos con sufrimientos creados por vuestro duro corazón y necio entendimiento, es lo que constituye el dolor de vuestro Jesús cuyo nombre es "Salvador" y no Justiciero, de Jesús que, por salvaros, obró con el Padre y el Espíritu aquel milagro de indescriptible e inmenso amor, aquel milagro que dejó inmóviles de reverente estupor a los Cielos, que hizo estremecer de ira a los abismos infernales y tuvo en suspenso por espacio de una hora el curso de los astros y las leyes del universo, aquel milagro que consistió en destacarse de la divina Trinidad la segunda Persona para, siendo Luz eterna y Corazón de Dios, rebajarse a ser corazón de hombre en el seno de una Virgen y luz para los hombres que habían apagado en sí mismos la luz.

Estos numerosos y nuevos Pedros  -de los que nunca como ahora está el mundo lleno-  cuando ven que no les doy aquello que su humanidad desea, llegan a creer que no soy Yo aquel Poderoso que digo ser. Y ante esta mi creída impotencia, juzgan que no vale la pena seguirme y reniegan de Mí lo mismo que Pedro en aquella ora en que las apariencias estaban contra Mí.

 

Con todo, pobres hijos míos, son éstas ciertamente

horas en que, humanamente juzgando, parece que

Yo esté ausente

 

Con todo, pobres hijos míos, son éstas ciertamente horas en que, humanamente juzgando, parece que Yo esté ausente; mas en ellas estoy inclinado sobre mis hijos trabajando por ellos. Si no tuvieseis en vosotros un espíritu contrario a Dios y muchas veces poseído ya por Satanás, percibiríais mi invisible presencia y mi deseo de ayudaros. Mas vosotros huís de Mí y preferís entregaros al amigo de una hora que seduce vuestra carne con satisfacciones superficialmente dulces, pero que después atosigan y dañan interiormente como un veneno letal. Y así preferís entregaros, atados de pies y manos, al Enemigo que acecha.

 

No sólo renegáis de Mí, vuestro Dios, mas también de

 vuestra dignidad de hombres, de vuestra inteligencia

que os hace semejantes a Dios

 

No sólo renegáis de Mí, vuestro Dios, mas también de vuestra dignidad de hombres, de vuestra inteligencia que os hace semejantes a Dios por encima de todos los animales creados por el Padre, únicos capaces de pensar y de obrar, no con el instinto rudimentario de los brutos sino con un fulgor de entendimiento que os eleva a esferas muy próximas a Nosotros. ¡Oh, esto sí que os hace semejantes a Nosotros y no el conocimiento del Mal! Mas vosotros atendéis siempre al silbido de la Serpiente y queréis conocer también el Mal para ser semejantes a Dios. ¡Oh necios, necios, necios!

 

Dios, en su esencia perfecta, puede conocer el Mal

porque éste no tiene poder sobre Él.

 

Dios, en su esencia perfecta, puede conocer el Mal porque éste no tiene poder sobre Él. Pero vosotros, no. Vosotros no sois perfectos y el Mal no os deja indiferentes cuando lo queréis escudriñar, conocer y probar. El haber mordisqueado aquella experiencia fue lo que acarreó al hombre el trabajo, la maternidad dolorosa a la mujer y el Dolor y la Muerte a la raza humana. Mas vosotros, no convencidos, aún, siempre apetecéis ese manjar del infierno que se transforma siempre en vosotros en obras de maldición que aumentan el dolor y la muerte, las fatigas, el hambre y toda clase de castigos. Y aún hay más, porque, repito, me acusáis del autor del mal que vosotros creáis y me maldecís por aquello de que soy inocente.

Salís airados de Dios, hijos cegados por vuestra perversidad, y venís a caer en el estanque de Satanás en el que estáis hundidos hasta el cuello sin querer asiros a la Fe que es el cable espiritual que a vosotros, náufragos, lanza la Bondad eterna.

Si tuvieseis aquella Fe verdadera que Yo os dije que deberíais tener, no habría prueba alguna adversa que os la pudiera hacer perder y superaríais los sucesos contrarios, porque forzaríais las puertas de la Misericordia tan poquito entornadas que están deseando abrirse y atrancaríais las de la Justicia, abiertas para castigar vuestros delitos, que, por el amor infinito que os tenemos, quisiéramos cerrar.

 

¿Cómo debéis obrar con los que reniegan de Mí?

 

¿Cómo debéis obrar con los que reniegan de Mí? Como Yo hice con Pedro: Llorar y rogar para volverlos a Mí.

Como dije a Santiago y a Juan, y lo digo también a vosotros, no os toca a vosotros elegiros un puesto en el Cielo. Mas haced con vuestras obras por merecer uno en mi Cielo. Ya sabéis qué obras son las que debéis realizar para merecerlo. Para saber cómo debéis obrar, no tenéis sino mirar a Jesús. Caridad, caridad, caridad sobre todo. Verme a Mí, vuestro Dios, en todos y servir a los hermanos como Yo os serví a vosotros hasta el holocausto de mi vida para arrancar almas a Satanás.

 

Las obras de misericordia corporal sirven para

disponer el camino a la obra más alta de misericordia

 

Almas he dicho. Y no pretendo con esto dar a entender que no debéis tener también caridad con los cuerpos de vuestros hermanos. Las obras de misericordia corporal sirven para disponer el camino a la obra más alta de misericordia que es dar de beber, de comer, de vestir y curar a las almas desnudas y pobres, hambrientas y sedientas de vuestros pobres hermanos alejadísimos de mi Redil o que han crecido fuera de él y mueren en el desierto.

 

está en vosotros, mis verdaderos amigos, hacer

que vuelvan a Mí los que andan errantes sin juzgar

 si merecen o no ser dignos del Cielo.

 

Está en vosotros, cristianos, y sobre todo en vosotras, mis amorosas, benditas, queridísimas víctimas, flores vivas que exhaláis vuestro aroma de flor totalmente para Mí y que viviréis como rosas eternas en el Cielo, está en vosotros, mis verdaderos amigos, hacer que vuelvan a Mí los que andan errantes sin juzgar si merecen o no ser dignos del Cielo.

 

No os toca a vosotros juzgar sobre el premio o el

 castigo. Sólo Yo soy el Juez. A vosotros corresponde

 tan sólo hacer que vuelvan

 

No os toca a vosotros juzgar sobre el premio o el castigo. Sólo Yo soy el Juez. A vosotros corresponde tan sólo hacer que vuelvan, sirviéndoos para ello de mis mismas armas: oración y sacrificio y, en último término, la palabra, los pródigos a la casa del Padre y así poder hacer saltar de júbilo el Corazón de Dios y henchir de gozo los Cielos por un nuevo pecador que se convierte, abandona las tinieblas y retorna a la Luz, a la Verdad y al Amor."

C. 43. 375-378

A. M. D. G.