1.º de octubre, a las 19 horas

 

 

Este pueblo mío ¿cómo me busca?

 

 


 

Quiero, quiero imperiosamente que seas tú la que grite las palabras del Señor tu Dios  

tú ya no te perteneces. Eres una célula de Mí y debes obedecer al Todo que soy Yo, tu Maestro y Salvador  

¿cómo me busca este pueblo mío?  

Un día lo comparé con un ciego. Hoy lo comparo con un ebrio  

¡Me busca! ¡Oh pueblo de insensatos y de perjuros que habéis socavado la integridad de vuestro espíritu con los ardores de los sentidos y de los pecados y habéis traicionado a Dios!  

Yo no paro mientes en las glorias deleznables de la tierra sino en vuestro verdadero valor que lo da aquello que sois en relación con las leyes eternas.  

Vuestra injusta reconvención sube hasta mi trono y si el pecado me ofende, vuestro reproche inmerecido e irrespetuoso me fuerza a distanciarme cada vez más de vosotros.  

¿Qué habéis orado, frecuentado iglesias, ayunado?; ¿que no habéis matado ni robado? Y eso, ¿qué?  

¿Qué habéis frecuentado la iglesia? ¿Cómo y por qué? 

 ¿Qué habéis ayunado? ¡Ay de mí y qué insignificantes son vuestros ayunos, cuando de verdad los hacéis, no en la cantidad sino en la espiritualidad!  

Para amaros y ayudaros, quiero, ¡hijos desgraciados que os causáis a vosotros mismos todo el mal que os acarrea la muerte!, que os impongáis otro ayuno muy distinto, otra oración muy diferente, un muy otro modo de obrar  

¡Oh, cómo cambiará entonces todo para vosotros!  

Volved al Señor, Dios vuestro. La hora está cumplida. Cumplida en todos los modos. Cuatro son los cálices que se hallan colmados. Dos son divinos y dos infernales.  

Todo le resulta fácil al que ama y todo le es perdonado al que ama.  

No pretendo sino esto: que os dejéis salvar por Mí viniendo a Mí con vuestra alma enferma, pero llena de buena voluntad.

 


 

Anticipo que me encuentro tan  turbada desde ayer por la profanación del secreto de Dios en mí, que he sufrido por ello hasta físicamente con un fuerte colapso cardíaco que me ha atormentado desde las 10 a las 17 horas. Y mi sufrimiento espiritual aún ha sido mayor.

Comprendo  y disculpo la mezquina curiosidad de muchas almas y les concedo todos los atenuantes. Muchas veces, midiendo a los demás con su propia medida, tributan alabanzas, etc. etc., creyendo que ello agrade a algunos como les agrada a ellos. Mas cuando esos tales se hallan ya trabajados del todo por el buen Dios, sus reacciones son muy distintas de las comunes. Y no se alegran sino que sufren, sufren y más sufren escuchando ciertas alabanzas y viendo franqueado sus secretos.

Y así, yo he sufrido (y sufro todavía). Tanto he sufrido que se había apoderado de mi una insensata determinación de no escribir ya nada más, oponiéndome (y sufriendo, naturalmente) a la Voz amada, si ésta no hubiese querido complacerme en callar para no ponerme a mí en el trance de tener que servir a la ajena curiosidad. Pero... Jesús nunca atiende a María en ciertas cosas. Él es quien dispone y así, el que manda, manda. ¡Amén!

Abro al azar la Biblia con el ánimo dispuesto a cumplir los propósitos ya dichos de poner fin a mi misión de "chupatintas" del buen Dios. Se me abre el libro por el cap. 58 de Isaías, y Jesús habla así respondiendo a todos mis "peros" y "sies".

 

Dice Jesús:

 

Quiero, quiero imperiosamente que seas tú la que grite

las palabras del Señor tu Dios

 

"Quiero, quiero imperiosamente que seas tú la que grite las palabras del Señor tu Dios, las palabras de indignación por los pecados de este pueblo mío que no quiere convertirse a Mí y las palabras de amor que, a modo de bálsamo, se derraman de mi Corazón agitado por vuestro modo de obrar y aplacan la tempestad de la justicia ofendida para atraeros a Mí, hijos desgraciados, que tan atroz y diabólicamente morís en el cuerpo y en el alma.

 

tú ya no te perteneces. Eres una célula de Mí y debes

 obedecer al Todo que soy Yo, tu Maestro y Salvador

 

Te lo he dicho infinidad de veces, dándotelo a entender bajo formas de luz o de sonido, que tú ya no te perteneces. Eres una célula de Mí y debes obedecer al Todo que soy Yo, tu Maestro y Salvador, Salvador igualmente de todo el mundo. Así pues, ve adelante y jamás consientas en oponerte a mi Querer. Yo me cuidaré de velar por ti. Tú marcha adelante a ser mi pequeño Juan al que tanto consuelo me produce manifestar mi pensamiento y confiar mi Voluntad.

 

¿cómo me busca? este pueblo mío

 

Mira, María. Este pueblo mío, que se ha hecho más extranjero y rebelde que aquel mi pueblo verdadero  -ya que es mío de nombre tan sólo, pues en realidad, milita  bajo otras banderas y se somete a otras leyes que no son ciertamente la bandera de Cristo, ni la Ley de Dios-  este pueblo me viene buscando. Mas ¿cómo me busca?

 

Un día lo comparé con un ciego. Hoy lo comparo

con un ebrio

 

Un día lo comparé con un ciego. Hoy lo comparo con un ebrio. Y ebrio está, en efecto, por haberse hartado, hasta el embrutecimiento, de sus vicios. El ebrio es un incapaz para comprender y guiarse. Su mente anda a tientas por entre la calígine del vino colocándole por debajo de las mismas bestias.

 

¡Me busca! ¡Oh pueblo de insensatos y de perjuros

que habéis socavado la integridad de vuestro espíritu

con los ardores de los sentidos y de los pecados y

habéis traicionado a Dios!

 

¡Me busca! ¡Oh pueblo de insensatos y de perjuros que habéis socavado la integridad de vuestro espíritu con los ardores de los sentidos y de los pecados y habéis traicionado a Dios! Pueblo que eres mío, ¿cómo vas a poder encontrarme si no te despojas de esa vestimenta inmunda y no tornas con el espíritu a tu Señor, pero tornas realmente, no con culto hipócrita e irregular, motivado, no por el amor sino por las necesidad, por el miedo, por el interés, tres estímulos totalmente terrenos, útiles tan sólo para vuestra parte que muere y no para el alma inmortal?

Pues si hasta vosotros, en vuestra altanera injusticia, halláis manera de moveros en la Justicia y os autoalabáis de ser fieles a la Ley de Dios y acusáis a Dios de no ser bueno porque os castiga por culpas que no cometisteis; pues bien, si vosotros llegáis a hacer todo esto, Yo, Verdad que no yerra, os digo que uno que está sepultado desde hace, no cuatro sino diez veces cuatro días en la hediondez de un sepulcro, está más vivo que vosotros que tenéis el alma corroída en siete y diez enteros por la gangrena de vuestro pecados, tanto manifiestos como ocultos, no siendo estos últimos los menos graves, antes al contrario, entrañan doble culpabilidad, ya que escapan a la ley humana y engañan a los demás que os tienen por lo que no sois.

 

Yo no paro mientes en las glorias deleznables

 de la tierra sino en vuestro verdadero valor que lo

da aquello que sois en relación con las leyes eternas.

 

Los demás son hombres y no Dios que ve la gusanera hormigueante que en vosotros se ha formado en vuestra alma de luz, en esa alma que Yo os di y os redimí y me es tan querida cuál si fuera una parte de Mí mismo, y que, místicamente, lo es por cuanto vosotros sois los miembros de un Cuerpo místico y el más pequeño de entre vosotros sobre la tierra es a mis ojos igual si no mayor que el más grande, porque Yo no paro mientes en las glorias deleznables de la tierra sino en vuestro verdadero valor que lo da aquello que sois en relación con las leyes eternas.

 

Vuestra injusta reconvención sube hasta mi trono

y si el pecado me ofende, vuestro reproche inmerecido

 e irrespetuoso me fuerza a distanciarme cada vez más

 de vosotros.

 

Vuestra injusta reconvención sube hasta mi trono y si el pecado me ofende por ser basura lanzada contra mi sublimidad, vuestro reproche inmerecido e irrespetuoso es como humo que me molesta y me fuerza, si he de evitarlo, a distanciarme cada vez más de vosotros.

 

¿Qué habéis orado, frecuentado iglesias, ayunado;

que no habéis matado ni robado? Y eso, ¿qué?

 

¿Qué habéis orado, frecuentado iglesias, ayunado; que no habéis matado ni robado? Y eso, ¿qué? ¿Habéis hecho más de lo que era vuestra estricta obligación hacer? Y ¿cómo lo habéis hecho?

Qué habéis orado; pero ¿cómo y por qué? Habéis orado mal, con el alma ausente, manchada de odio y casi siempre por vuestros intereses personales, egoístas por tanto. Así pues, no animaba a vuestra plegaria la caridad.

Y ¿cómo me la vais a ofrecer si os falta el cáliz de oro en el que poder alzarla a mi trono?

 

¿Qué habéis frecuentado la iglesia? ¿Cómo y por qué?

 

¿Qué habéis frecuentado la iglesia? ¿Cómo y por qué? Por costumbre, por hipocresía, por chismografía. ¡Cuánto chisme se da también en el templo santo de vuestro Dios, ante Mí, aniquilado en el Sacramento del amor para enseñaros hasta qué grado de entrega ha de llegarse a fin de ser gratos a Dios y útiles a los hermanos!

 

¿Qué habéis ayunado? ¡Ay de mí y qué insignificantes

 son vuestros ayunos, cuando de verdad los hacéis,

no en la cantidad sino en la espiritualidad!

 

¿Qué habéis ayunado? ¡Ay de mí y qué insignificantes son vuestros ayunos, cuando de verdad los hacéis, no en la cantidad sino en la espiritualidad! Os priváis de un bocado de pan y después dais pábulo a la gula con la superfluidad. Hacéis vuestros ayunos sin voluntada amorosa y sólo por miedo al castigo divino. Y ¿no sabéis que es mejor el ayuno de una palabra desabrida que no el de un manjar suculento?

¿Qué no habéis matado ni robado? ¡Ah!, pero no por Mí sino por miedo a vuestras cárceles. He aquí el porqué. Y aun así, no siempre os detiene este miedo. Y bien, ¿creéis acaso, ¡embusteros del espíritu!, que haya mucha diferencia entre el que mata el alma de otro arrastrándola al mal, destruye una reputación, usurpa un cargo, quita la mujer a su marido, el marido a su mujer o el hijo a sus padres y el que asesta una puñalada o roba una bolsa? Así pues, os digo en verdad que entre el que mata un cuerpo en un arrebato de ira y el que mata un alma o una reputación con lenta y premeditada acción; entre el que roba una bolsa y el que roba una persona a sus familiares, es mucho más culpable el que lo es  en relación con el espíritu que no el otro. La verdad es ésta.

 

Para amaros y ayudaros, quiero, ¡hijos desgraciados

que os causáis a vosotros mismos todo el mal que os

 acarrea la muerte!, que os impongáis otro ayuno

muy distinto, otra oración muy diferente, un muy

otro modo de obrar

 

Para amaros y ayudaros, quiero, ¡hijos desgraciados que os causáis a vosotros mismos todo el mal que os acarrea la muerte!, que os impongáis otro ayuno muy distinto, otra oración muy diferente, un muy otro modo de obrar. Someted al ayuno vuestros sentidos, criaturas ávidas de toda sensualidad; sabed orad más con vuestras obras que con vuestros labios; conducíos como os lo dije Yo y no otro alguno, pues uno solo es el Maestro y ese Uno soy Yo: la Inteligencia, la Justicia, la Caridad.

 

¡Oh, cómo cambiará entonces todo para vosotros!

 

¡Oh, cómo cambiará entonces todo para vosotros! No seréis ya los bastardos, los extraños, los rebeldes a vuestro Señor sino que volveréis a ser mis hijos, volveréis a ser mi gozo y Yo el vuestro. Qué lejano os parecerá entonces el tiempo en que erais como ovejas extraviadas a las que todos los transeúntes golpean, de las que a todos les era lícito burlarse de vosotros y trataros como a locos que viven de la limosna que les proporciona su propia miseria de la que tantos se ríen.

 

Volved al Señor, Dios vuestro. La hora está cumplida.

 Cumplida en todos los modos. Cuatro son los cálices

que se hallan colmados. Dos son divinos

y dos infernales.

 

Volved al Señor, Dios vuestro. La hora está cumplida. Cumplida en todos los modos. Cuatro son los cálices que se hallan colmados. Dos son divinos y dos infernales. En estos últimos hay estrago para la tierra y muerte para el espíritu. En los otros, en los divinos, hay Justicia en uno y Misericordia en el otro. Depende de vosotros, que con vuestras obras atraéis las ondas desbordantes de los cálices infernales, hacer que el otro cáliz de castigo  -el divino-  no se vierta sobre vosotros antes bien se derrame mi Misericordia sobre el mundo, sobre los hombres, sobre los espíritus que mueren. Ella es Vida, hijos queridos. No retardéis más el atraer mi Piedad sobre vosotros.

 

Todo le resulta fácil al que ama y todo le es perdonado

 al que ama.

 

Llegad a vuestro Salvador. En mi Corazón abierto, que habla de amor, encontraréis lo que habéis dilapidado: el amor. Si llegáis a amar seréis salvos. Todo le resulta fácil al que ama y todo le es perdonado al que ama. Soy Cristo que absolvió a la pecadora porque amó mucho. Soy aquel mismo y no me mudo. Estoy aquí volcado sobre vosotros al modo de un padre sobre el lecho de su hijo enfermo y de un médico sobre el paciente, para salvaros todavía, para salvaros siempre.

 

No pretendo sino esto: que os dejéis salvar por

 Mí viniendo a Mí con vuestra alma enferma, pero

 llena de buena voluntad.

 

Dejaos abrazar de vuestro Dios, dejaos curar por vuestro Médico, dejaos salvar por vuestro Salvador. No pretendo sino esto: que os dejéis salvar por Mí viniendo a Mí con vuestra alma enferma, pero llena de buena voluntad. Mis manos, que sanaron a los leprosos cuando, aparte de ser por su naturaleza manos de un Dios, aún no habían sido santificadas por el martirio, vierten de los orificios gloriosos de sus palmas el agua que purifica y el bálsamo que confiere la incorruptibilidad.

Venid a Mí. A ello os exhorto como Maestro. Os lo ruego como quien os ama, porque os amo y con un amor tan grande que sólo en el Cielo alcanzaréis a ver su inmensidad sin quedar aplastados por ella.

Y tú, hijita de mi Corazón, vete en paz. Porque has sabido amarme hasta el extremo te he confiado la Palabra que no se da otra más excelsa. Ella está en ti como una estrella encerrada en tu espíritu y te ilumina con su luz de paz y de vida.

Continúa como eres y sé feliz en Mí. Mi Paz pone su bálsamo sobre todas tus variadas formas de sufrimiento. Te bendigo. Soy Jesús."

C. 43. 379-384

A. M. D. G.