2-3 de octubre

 

 

Nada más deseo que tomar entre mis

 manos esta tu cabeza coronada

de dolor y este tu corazón

traspasado por el mismo

 

 


 

Yo nunca falto a mis promesas  

Es verdad que tú tienes lo que Yo no tuve: el alejamiento de tu madre  

El sufrir tuyo y el de tu madre no carecen, María, de razón.  

Sé que esto te tritura. Mas si la oliva no fuese machacada, ¿cómo podría dar el óleo que nutre, que sana y que consagra?

  Voy mendigando para los operarios de la última hora heroísmos de fe y de generosidad que paguen por estos operarios que carecen de la moneda del Cielo.  

piensa en tu dicha futura cuando, reuniéndose contigo el alma inmortal de tu madre, te diga: "Gracias, María, por la vida verdadera que me diste".  

¡Si los hombre me entregaran su corazón! No se daría ya el pecado sobre la tierra 

 Hijos a los que amo como a Mí mismo, confiadme, como os enseñé, vuestros afectos, vuestros intereses, vuestras esperanzas y vuestros dolores.

 


 

Comprendo, Jesús mío, toda la justicia de tu obrar; pero siento también todo el tormento de este nuevo dolor. ¡Qué dolorosos son, amor mío, ciertos "fiat"!

Se me ocurre pensar que Tú, sobre la Cruz, veías, la veías por lo menos, a tu Madre, mientras que yo, a lo largo de mi prolongada agonía, la he tenido tan poco cercana, ya por causas justas como injustas motivadas por su manera de pensar. Y en la hora de la muerte me veré sola en manos extrañas. Pienso asimismo que Tu asististe a tu Padre putativo y yo no. Por ello me viene al pensamiento que en esto no me parezco al Maestro antes le he superado con un sufrimiento moral que Tú no lo tuviste.

Miro a tu Madre que probó este dolor de no asistir a su padre ni a su madre... Mas, en modo alguno digo que conoció el dolor de no tenerte a su lado en su última hora porque pienso que estarías Tú con Ella para prestarle el amoroso servicio de acunar su último sueño como Ella acunó el tuyo primero. A mí, en cambio, mi madre no me acunó al nacer y al morir me encontraré sola.

Estate, Jesús, a mi lado. Jamás te pedí que te me hicieras presente porque pienso que es lo mejor dejarte en libertad de hacer como te plazca;  pero ahora, sí, te pido, te lo suplico porque no puedo resistir a mi dolor tan falto de todo consuelo.

¡Ayúdame, Jesús! Ayúdame a saber sufrir y a no enloquecer porque sabes Tú mejor que yo lo que a esta pobre cabeza mía, tan llena de sufrimientos y de dolor moral, le puede acaecer. Tómamela, Jesús, entre tus manos queridas.

Me prometiste (12 de agosto) ser para mí, madre, padre, además de hermano y esposo. Llegó la hora de serlo (Al día siguiente, 4 de octubre de 1943, moría Iside Fioravanzi, madre de María Valtorta. Nacida en Cremona el año 1861, fue profesora de francés antes de casarse en el año 1893 con el suboficial de caballería José Valtorta (nacido en Mantua el año 1862 y fallecido en Viareggio el año 1935). De carácter autoritario, fue siempre muy adusta con su dócil marido y con María, su hija única).

Tómame, pues Tú ves cuánto sufro...

 

Dice Jesús:

"Nada más deseo que tomar entre mis manos esta tu cabeza coronada de dolor y este tu corazón traspasado por el mismo.

 

Yo nunca falto a mis promesas

 

Yo nunca falto a mis promesas. Estoy contigo y en modo alguno te digo: "No llores" sino que, por el contrario, te digo: "Llora entre mis brazos". Hay dolores que requieren lágrimas y Yo nunca me opongo a lo que es justo. Llora y escucha. Tus lágrimas se enjugarán al calor de mis palabras.

 

Es verdad que tú tienes lo que Yo no tuve: el alejamiento

 de tu madre

 

Es verdad que tú tienes lo que Yo no tuve: el alejamiento de tu madre. Pero piensa, hija mía, que tú no eres inocente como tampoco lo es ella. Yo y mi Madre lo éramos y, con todo, estuvimos juntos y separados en la muerte. Ya te dije (13 de septiembre) que el verme izado en la cruz era para mi Madre desgarro sobre desgarro. ¡Y eso que éramos los Inocentes!

 

El sufrir tuyo y el de tu madre no carecen, María,

de razón.

 

El sufrir tuyo y el de tu madre no carecen, María, de razón. ¿Te parece que tu Jesús pueda hacer algo inútilmente? ¿Como puedes ni sospechar siquiera que El, que tanto te ama y ama a tu madre, pues también ella es una hija de mi Redención, pueda dar dolores sin un fin santo? No, María. ¿No me pediste que use de toda mi misericordia con el alma de tu madre? Sabe pues ahora que el sufrir suyo en la tierra con esta larga enfermedad es para acortar su expiación del más allá y que el sufrir tuyo tiene idéntico fin.

 

Sé que esto te tritura. Mas si la oliva no fuese

machacada, ¿cómo podría dar el óleo que nutre,

 que sana y que consagra?

 

Sé que esto te tritura. Mas si la oliva no fuese machacada, ¿cómo podría dar el óleo que nutre, que sana y que consagra?

Dije a la hermana de Lázaro: "El que cree en Mí no morirá eternamente". No todos llegan a tener aquella fe en Mí necesaria para una inmediata resurrección en la gloria de mi Paraíso.

 

Voy mendigando para los operarios de la última

 hora heroísmos de fe y de generosidad que paguen

por estos operarios que carecen

de la moneda del Cielo.

 

Necesito que haya quienes crean, no como uno sino como siete, por aquellos que creen con tibieza, a fin de dar a los tibios un último destello de fe tan absoluto que les haga aparecer ante mi vista revestidos de este último resplandor. Voy mendigando para los operarios de la última hora heroísmos de fe y de generosidad que paguen por estos operarios que carecen de la moneda del Cielo.

Y como ya te dije (17 julio), esta limosna espiritual ha de hacerse en primer término a los de la propia sangre.

 

piensa en tu dicha futura cuando, reuniéndose

contigo el alma inmortal de tu madre, te diga:

"Gracias, María, por la vida verdadera que me diste".

 

Nunca te dio las "gracias" con su boca mortal en esta tierra. Mas piensa en tu dicha futura cuando, reuniéndose contigo el alma inmortal de tu madre, te diga: "Gracias, María, por la vida verdadera que me diste". Será como si tu madre naciese de ti, y esto para toda la eternidad.

Deja tu corazón entre mis manos. Así querría poder tener todos vuestros pobres corazones débiles, enfermos, lacerados y doloridos para fortificarlos, curarlos, sanarlos y consolarlos.

 

¡Si los hombre me entregaran su corazón! No se daría

ya el pecado sobre la tierra

 

¡Si los hombre me entregaran su corazón! No se daría ya el pecado sobre la tierra, desaparecerían los vicios que hacen enfermar a vuestra carne y a vuestro espíritu, no se conocería esa ferocidad recíproca con que os herís mutuamente ni se percibiría ese dolor espasmódico del que llora solo e incomprendido. El darme vuestros corazones sería la salvación del mundo.

 

Hijos a los que amo como a Mí mismo, confiadme,

como os enseñé, vuestros afectos, vuestros intereses,

vuestras esperanzas y vuestros dolores.

 

Hijos a los que amo como a Mí mismo, confiadme, como os enseñé, vuestros afectos, vuestros intereses, vuestras esperanzas y vuestros dolores. Ved en Mí, no al Señor sino al Amigo, al Hermano, a Aquel que os ama con un amor perfecto como perfecta es su naturaleza divina.

Pequeña discípula mía que sufres y me escuchas, piensa que tu Maestro sufre más que tú. Consolémonos mutuamente. Yo soy Todo para ti y te tengo sobre mi Corazón."

C.43. 384-387

A. M. D. G.