12 octubre
Al igual de la esposa de los Cantares,
también tú has venido a Mí un tanto
morena
Extinguís en vosotros mismos esa vuestra inmortalidad de ciudadanos del Cielo
Sabed dar muerte, no al alma sino a la carne a fin de que germine en espiga eterna
Mas nunca hagáis para vuestra gloria ser conocidos sobre los altares
Seamos dos que con una misma sed se anhelan; seamos dos que con un mismo amor se buscan.
Dice Jesús:
"Al igual de la esposa de los Cantares, también tú has venido a Mí un tanto morena. Son rarísimas las almas que, atraídas por mi amor, no vengan a Mí un tantico morenas. La vida del mundo despoja al alma de aquel candor de lirio que posee al salir de las moradas del Cielo para bajar a animar una carne nacida por obra de dos amores hechos uno.
Y la tierra, la atmósfera de la tierra, no la atmósfera
astronómica creada por mi Padre sino la atmósfera
moral de la tierra es la que oscurece el candor
esplendente sobre el que hay una mancha que tan sólo
lava mi Bautismo.
Y la tierra, la atmósfera de la tierra, no la atmósfera astronómica creada por mi Padre sino la atmósfera moral de la tierra -esa atmósfera creada por vosotros que, por hallaros originariamente envenenados por el Espíritu del Mal, lleváis en la sangre gérmenes del mal inoculados a vuestros progenitores- es la que oscurece el candor esplendente sobre el que hay una mancha que tan sólo lava mi Bautismo.
¡Oh fulgor el del alma tras la ablución bautismal! Si os fuese dado ver aquel luminoso candor, veríais algo capaz de arrebatar vuestros sentidos.
¡Oh fulgor el del alma tras la ablución bautismal! Si os fuese dado ver aquel luminoso candor, veríais algo capaz de arrebatar vuestros sentidos. El lirio es oscuro y la perla grisácea frente al alma envuelta en la luz bautismal. Es como la de los dos Primeros, antes de la seducción de Satanás, al infundírsela el Padre para hacerles semejantes a El. Y, en verdad, el alma revestida de la gracia bautismal es como un espejo que refleja a Dios, es un pequeño dios que, amando, espera tornar al Cielo en el que su Amor creador le espera.
si advirtiese el hombre lo que hace, lo que pierde
con sus actos, qué delito, qué robo comete al privar
a su alma de su candor bautismal,
Si el reflexionarse -y por esto no toma en cuenta mi Bondad las culpas cometidas antes del uso de la razón- si el hombre , capaz ya de distinguir el bien del Mal -y advierte que los instintos del sentido se despiertan después del uso de la razón; primero actúan únicamente los instintos de la vida que impelen al niño a buscar el pezón o alimento, el calor de la madre o el del sol, la mano de la madre o el apoyo de los objetos- si advirtiese el hombre lo que hace, lo que pierde con sus actos, qué delito, qué robo comete al privar a su alma de su candor bautismal, qué sacrilegio realiza profanando en sí la verdadera imagen de Dios: Espíritu de Gracia, de Hermosura, de Bondad, de Pureza, de Caridad infinita; si pensase en el deicidio que perpetra matando su alma, ¡oh, no!, el hombre, ser dotado de razón no pecaría. Mas el hombre es un rey estólido que desbarata con su dañada voluntad los tesoros de su reino poniendo en peligro la posesión del mismo.
Al hablar, defiendo tan sólo los intereses y sentimientos
de mi Padre que os creó semejantes a Él, que os ama
con perfección de amor paterno
Y advierte, María, que, al hablar, no me refiero a Mí. No digo que, al pecar, me ofendéis a Mí que morí por vosotros. Al hablar, defiendo tan sólo los intereses y sentimientos de mi Padre que os creó semejantes a Él, que os ama con perfección de amor paterno y al que el hombre ofende con su desamor y le defrauda en sus esperanzas que no son otras que las de poder estrecharos en su seno el día de vuestra entrada en la Vida.
Pocas son las almas que no llegan a Dios un tanto morenas, puestas así por la vida que no supieron llevar con aquella santa y atenta reflexión que exige el respeto debido al alma que tiene derechos superiores a los de la carne.
Os preocupáis de la salud física, mas nada hacéis por
preservar vuestra alma de las enfermedades espirituales.
Tenéis muy en cuenta vosotros los derechos de la carne, algo que muere y que sólo viviendo como sierva del espíritu y no como dueña de él, puede, a su tiempo, llegar a ser moradora del alcázar de los Cielos. Os preocupáis de vuestra estética, de vuestra salud física, de prolongar lo más posible vuestra vida sobre la tierra. pero no os preocupáis de vuestra alma, de conservarla hermosa, de adornarla cada vez más para añadir a su belleza creada por Dios las perlas conquistadas por vuestra voluntad de hijos que tiene puesto el pensamiento en su Padre al que quieren volver enriquecidos de méritos: auténticas joyas, riquezas verdaderas que jamás perecen. Os preocupáis de la salud física, mas nada hacéis por preservar vuestra alma de las enfermedades espirituales. Os preocupáis de alargar lo que llamáis "vivir", pero que sería más justo llamar "esperar", y no os preocupáis de emplear la espera en conquistaros la Vida verdadera que jamás termina.
De todo os preocupáis en este período oscuro de vuestra permanencia en la tierra que tan luminoso se os antoja -y que ya te expliqué (10 de octubre) cómo es semejante a una gestación cuyo final es daros a Luz, daros a la Vida- y miráis con horror la fosa, hueco oscuro en el que este vuestro cuerpo al que tanto amáis y del que sois idólatras, torna a su verdadero origen: el lodo. Lodo del que se desencarcela una llama, una luz: el alma.
¿cómo vosotros, que os preciáis de cristianos, no recordáis
las palabras de Cristo, del Verbo, de la Verdad?
Ahora bien, ¿cómo vosotros, que os preciáis de cristianos, no recordáis las palabras de Cristo, del Verbo, de la Verdad? ¿No dije Yo: "El que quiera salvar su vida la perderá y quien por mi amor la pierda la salvará? ¿No dije también: "Qué aprovechará al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿Qué dará el hombre a cambio de su alma?" ¿Por ventura no dije: "El grano de trigo sembrado, si no muere, no da fruto; mas, si muere, da fruto abundante?" ¿Y todo esto no os ha abierto los ojos del espíritu?
Pero bien, ¿cómo ha de abrir los ojos vuestro espíritu si lo habéis sepultado bajo las piedras de vuestra carnalidad? Viene a ser como un mártir lapidado, con la diferencia de que en el mártir lapidado lo que muere es la carne, entrando su espíritu en la gloria, mientras que, por el contrario, vosotros lapidáis vuestro espíritu privándole de la Luz que se da en la Vida verdadera.
Y, en cambio, no os horroriza condenar al antro eterno
lo que en vosotros es luz y tiende a Luz infinita:
vuestro espíritu.
¡Y aún tenéis miedo de la lobreguez de la tumba para vuestra carne, insensible ya como pella de barro! Sí, de esto tenéis miedo. Y, en cambio, no os horroriza condenar al antro eterno lo que en vosotros es luz y tiende a Luz infinita: vuestro espíritu. Y no os percatáis de que, buscadores insaciables de riquezas como sois, perdéis la riqueza verdadera. Y no caéis en la cuenta de que, contrariando vuestra hambre de vida, os dais la Muerte, esa muerte que no muere: la del espíritu.
Extinguís en vosotros mismos esa vuestra inmortalidad
de ciudadanos del Cielo
Extinguís en vosotros mismos esa vuestra inmortalidad de ciudadanos del Cielo. Y aún hacéis algo todavía peor: entregáis en mano a Satanás vuestra luz par que ella alumbre siniestramente su Reino Tenebroso. ¡Profanadores! Eso es peor que si con vuestros demoníacos inventos, dirigidos al mal, lograrais derribar a una charca inmunda estrellas de mi firmamento apagando su luz de vivo diamante.
Sabed dar muerte, no al alma sino a la carne a fin
de que germine en espiga eterna
Sabed dar muerte, no al alma sino a la carne a fin de que germine en espiga eterna. Vuestra posteridad en la tierra es siempre caduca. La sucesión de los siglos ha hecho desaparecer estirpes que parecían inmortales y de ellas tan sólo sobrevive el recuerdo y de muchas, ni aún éste. Mas cuanto hacéis en relación con el espíritu, no muere. No muere ni aún lo que se refiere a la tierra. Y si no, mirad a mis santos. Se suceden los siglos y su culto continúa casi como en el primer día.
Mas nunca hagáis para vuestra gloria ser conocidos
sobre los altares
Mas nunca hagáis para vuestra gloria ser conocidos sobre los altares. Esto es todavía humanidad y el verdadero santo no piensa en ello. El piensa únicamente en aumentar el júbilo de Dios añadiendo a las praderas eternas una nueva flor esplendorosa y dando satisfacción a su propia alma que clama y se agita en él por el ansia de poseer completamente a Dios.
Seamos dos que con una misma sed se anhelan;
seamos dos que con un mismo amor se buscan.
Seamos dos que con una misma sed se anhelan; seamos dos que con un mismo amor se buscan. El alma y Dios, Dios y el alma: he aquí dos perennes amadores. ¿A qué defraudar a Dios y al alma en su fin que es el de unirse, tras el día terreno, en la morada eterna?
Yo, la Piedad perfecta, Sólo quiero que luchéis para
que el sol abrasador de vuestra carnalidad no
os haga irrecognoscibles a mi mirada
y repelentes a mis ojos.
Yo, la Piedad perfecta, no miro a si venís a Mí "un poco morenos" por los reverberos del sol terreno de vuestras inclinaciones. Sólo quiero que luchéis para que el sol abrasador de vuestra carnalidad no os haga irrecognoscibles a mi mirada y repelentes a mis ojos.
Levantad defensas en torno al arder demasiado peligroso de vuestra humanidad y sean éstas preparadas por vuestra asidua atención, por vuestra voluntad de ser buenos, por vuestro deseo de complacerme. Esto me basta. Y si esto hacéis, ya lo habéis hecho todo porque la atención, la voluntad y el deseo son como los tres pilotes sobre los que se despliega la tienda que preserva el corazón de cuanto pueda disgustar a Dios.
Y bien, si más tarde una súbita tormenta desatada
desarbola vuestras defensas dando lugar a que el
temporal y los rayos os enfanguen y ennegrezcan,
Yo, que lo veo y lo sé, no os culpo de ello antes
os justifico y acudo en vuestro auxilio.
Y bien, si más tarde una súbita tormenta desatada por Satanás, envidioso de Dios, desarbola vuestras defensas dando lugar a que el temporal y los rayos os enfanguen y ennegrezcan, Yo, que lo veo y lo sé, no os culpo de ello antes os justifico y acudo en vuestro auxilio.
Soy Yo entonces, pobres hijos, el que os defiendo, os estrecho contra mi seno y os digo: "No lloréis. Os compadezco. Aquí estoy para purificaros y para ayudaros. Venid. El Dios del amor os da su Sangre para limpiaros del fango y su Corazón como asilo seguro. Venid, hombres, a los que Satanás asecha. Satanás no se acerca al que se encuentra a mi lado. alzad hacia Dios vuestra cabeza. No os acobardéis.
No os desalentéis. Me basta con que no queráis pecar.
Me basta con que no desesperéis tras el pecado.
Quise ser tentado para probar, como hombre, qué cosa es la seducción de Satanás y compadeceros en vuestras tentaciones, no con mentalidad de Dios sino con experiencia de hombre. No os desalentéis. Me basta con que no queráis pecar. Me basta con que no desesperéis tras el pecado. Lo primero me ofende a Mí como Dios y lo segundo me ofende como Salvador. Jamás dudéis de vuestro Salvador. Jamás. A quien tiene fe en el poder del Salvador le está reservado todo perdón. Os lo digo Yo que soy la Verdad."
¿Ves, pequeña María, cuánto hay para decir sobre una simple frase del Cantar? (Anota a lápiz María Valtorta al pie de la página: "Cantar de los Cantares", cap. I, v. 5.") Y ¿no ves cómo ha cesado tu sufrimiento? No, no has perdido una madre. Aquí estoy Yo que te acuno y te canto las nanas más sublimes para consolar tu corazón que llora. Aquí me tienes a Mí que te tomo de la mano y hago que te pasees conmigo por los jardines eternos. Te prometí y mantengo mi promesa. Soy para ti madre y padre además de hermano y esposo. En tu madre pienso Yo como Redentor y en ti como Amor.
Vete en paz. Yo siempre estoy contigo."
C. 43. 406-410
A. M. D. G.