16 octubre

 

 

"Padre, en tus manos encomiendo

 

mi espíritu"

 

 


 

el espíritu es el señor de vuestro ser.  

Quiero llamar tu atención sobre una frase pronunciada por Mí en la Cruz. 

Crees acaso que los hijos de la culpa, cuando salen de las nieblas de la infancia y comienzan a pensar, no sufren por esta su condición  

Tan sólo Yo que soy Aquel a quien no se le escapa una lágrima humana ni se le pasa inadvertida la necesidad del pájaro que tiene hambre, sólo Yo sé de las lágrimas y de las rebeldías de estas mis pobres criaturas  

Os enseñé el perdón perdonando a mis asesinos y a cuantos me ofendían como Dios y como agonizante  

Confiad en el Señor y Padre vuestro. Él os ama y cuida de vosotros. Creed esto siempre. Dios premia al que cree en su Bondad.  

Veis, hijos queridos, qué valor tiene el espíritu A él se dirige mi pensamiento último, a encomendarlo en las manos del Padre.

  Yo os quise enseñar que sólo hay una cosa preciosa en la vida: el espíritu. A él debéis dedicar todos vuestros cuidados durante la existencia y todas vuestras previsiones en la hora de la muerte.  

Siglos o instantes de muerte conocerá la carne antes de su resurrección, mas el espíritu no conoce más que una muerte de la que no resucita.  

La segunda muerte que no conoce resurrección es la que debéis temer, hombres necios que trastocáis los valores de las cosas, para este cuerpo al que amáis más que al espíritu.

  Procuradlo así. Confiad vuestro espíritu, tanto en la vida como en la muerte, al Dios Poderoso, Santo y Misericordioso.

 


 

Dice Jesús:

"Hoy quiero hablar sobre una frase que Yo pronuncié en la Cruz. Tal vez pueda parecer un inciso en desacuerdo con los conceptos que durante estos días te expongo; pero no lo es.

 

el espíritu es el señor de vuestro ser.

 

Todo cuanto Yo digo está relacionado con esa perla que hay en vosotros: el espíritu. Porque el espíritu es el señor de vuestro ser. Vosotros con frecuencia, hacéis de él un esclavo, si bien ello constituye una culpa de la que habréis de responder. El hecho de que lo ultrajéis y lo matéis no cambia su condición de señor de vuestro ser.

 

Quiero llamar tu atención sobre una frase pronunciada

 por Mí en la Cruz.

 

Quiero llamar tu atención sobre una frase pronunciada por Mí en la Cruz. También tú, pobre María, te encuentras sobre la cruz. Y tu cruz, ya habitual, se ha hecho ahora más dura y áspera con el dolor presente que te consume carne y sangre y te oprime hasta el punto de triturar todo tu ser. Ahora bien, al dolor de la partida de tu madre se añade el nuevo dolor de cómo se ha separado de ti sin dirigirte una sola palabra. Tienes un nudo de lágrimas en el corazón por tu insatisfecha hambre de caricias que te acompañó a lo largo de toda tu vida. de huérfana.

Entrégame también este sacrificio. ¡Hay tantos hijos sin madre, bien porque ésta no les ama o porque les rechazó...!

 

¿Crees acaso que los hijos de la culpa, cuando salen de

las nieblas de la infancia y comienzan a pensar, no sufren

 por esta su condición?

 

¿Crees acaso que los hijos de la culpa, cuando salen de las nieblas de la infancia y comienzan a pensar, no sufren por esta su condición? La caridad humana les proporciona pan y techo, ¡oh!, no mucho más y, con frecuencia, menos de lo que se da a un cachorro extraviado o a un animal abandonado. Mas si el cachorro y el animal se sienten felices sólo con tener comida, refugio y una caricia, no así los hijos de mujer, de esa mujer que los repudió por representar para ella el testimonio de su pecado. Estos tienen una mentalidad superior a la del cachorro y del animal, tienen un alma que sufre y que puede, en su sufrimiento de bastardos dispersados fuera del nido donde nacieron, lanzados fuera del nido, hacerles llegar a ser injustos y malvados. Injustos contra Mí y malvados contra los hombres y contra sus semejantes que los engendraron para condenarlos a un destino de vergüenza.

 

Tan sólo Yo que soy Aquel a quien no se le escapa una

lágrima humana ni se le pasa inadvertida la necesidad

del pájaro que tiene hambre, sólo Yo sé de las lágrimas

 y de las rebeldías de estas mis pobres criaturas

 

Tan sólo Yo que soy Aquel a quien no se le escapa una lágrima humana ni se le pasa inadvertida la necesidad del pájaro que tiene hambre, sólo Yo sé de las lágrimas y de las rebeldías de estas mis pobres criaturas que no gozaron ni de aquel mínimo de familia siquiera que lo constituye el recuerdo de unos padres que murieron. Y sus lágrimas las recoge mi Amor y sus rebeldías las disculpa mi Misericordia. La Justicia no es severa con estos pobre hijos engendrados para el llanto y la vergüenza sino que va a juzgar con rostro airado a quienes para tal suerte los engendraron.

Mas no es de esto de lo que te quiero hablar. Para esto únicamente te pido tu sufrimiento de hija que no ha conocido el consuelo del adiós materno. Tú me tienes a Mí como pocos. No saben verme ni sentirme pues, de otro modo, estaría con todos como contigo. Dame tu dolor de hija para que éstos sientan que tienen un Padre, que no son bastardos, que hay quien les ama, y les ama cual padre alguno de la tierra puede y sabe amar. Hay que saber aplicar el propio dolor personal al consuelo de los dolores de los demás. y tú que sabes de las amarguras de ciertas situaciones, de la desolación del corazón y, a la vez, del consuelo que sólo de Dios viene, sufre con buena voluntad para contrarrestar ésta que es una de las más amargas, desoladas y peligrosas desesperaciones.

Y hablemos ahora de la frase dicha por Mí sobre la Cruz.

Si en las palabras de la Sabiduría no hay una siquiera que sea inútil para el espíritu, ¿qué no será en las palabras pronunciadas por Mí, Sabiduría divina? Completé sobre la Cruz mi misión de Redentor, mas también la de Maestro.

 

Os enseñé el perdón perdonando a mis asesinos y a cuantos

 me ofendían como Dios y como agonizante

 

Os enseñé el perdón perdonando a mis asesinos y a cuantos me ofendían como Dios y como agonizante. Os enseñé a tener fe en la Misericordia concedida al que se arrepiente prometiendo el Paraíso a Dimas. Os indiqué a quién debíais acudir para no sentiros solos: a María, que es Madre para vosotros. Os enseñé a pedir con humildad y a sufrir con paciencia, incluso las necesidades corporales, al demandar un sorbo para mis labios. Os enseñé a no quejaros si aquel sorbo es de vinagre y de hiel... vinagre y hiel, María, que se dan, no ya sólo a los labios, mas también y con frecuencia, al corazón que busca amar y no recibe sino repulsas y ofensas. Recuerda que tu Jesús tiene saturado verdaderamente su Corazón de esta mixtura amarguísima

 

Confiad en el Señor y Padre vuestro. Él os ama y cuida

de vosotros. Creed esto siempre. Dios premia al que

cree en su Bondad.

 

Os enseñé a Quién invocar en esas horas en que el dolor se abate sobre vosotros y os parece que todos, hasta Dios, os hayan abandonado. Yo, por imperativos de la Redención, me encontraba realmente abandonado del Padre al que, no obstante, invoqué igualmente. Así es preciso  hacer, hijos, en las horas de prueba y de dolor. Por más que os parezca que Dios se encuentre lejos, llamadle por eso en vuestro auxilio. Entregadle a Él siempre vuestro amor filial. El os corresponderá con sus dones. Podrán no ser los que pedís, pero serán otros aún más beneficiosos para vosotros. Confiad en el Señor y Padre vuestro. Él os ama y cuida de vosotros. Creed esto siempre. Dios premia al que cree en su Bondad.

Mas, antes de pronunciar la última palabra a la que se unía, junto al dolor angustioso de aquella muerte, el gozo de haberos conquistado la Vida, pronuncié la frase de la que te quiero hablar: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu."

 

¿Veis, hijos queridos, qué valor tiene el espíritu?

A él se dirige mi pensamiento último, a encomendarlo

en las manos del Padre.

 

¿Veis, hijos queridos, qué valor tiene el espíritu? A él se dirige mi pensamiento último, a encomendarlo en las manos del Padre. Valor inconmensurable de nuestro vivir de hombres es el espíritu. Y digo "nuestro" porque quien moría sobre la cruz era verdadero Hombre además de verdadero Dios, semejante, por tanto, a vosotros en lo humano. Mi última preocupación va dirigida a este mi espíritu próximo a liberarse de la carne para tornar al Origen del que vino.

 

Yo os quise enseñar que sólo hay una cosa preciosa

 en la vida: el espíritu. A él debéis dedicar todos vuestros

 cuidados durante la existencia y todas vuestras

previsiones en la hora de la muerte.

 

El espíritu de Cristo no necesitaba de la Piedad divina. Era el espíritu divino e inocente del Hijo del Padre y de la Inmaculada. Pero Yo os quise enseñar que sólo hay una cosa preciosa en la vida: el espíritu. A él debéis dedicar todos vuestros cuidados durante la existencia y todas vuestras previsiones en la hora de la muerte.

 

Siglos o instantes de muerte conocerá la carne antes

de su resurrección, mas el espíritu no conoce más

que una muerte de la que no resucita.

 

Todo cuanto poseéis en la tierra son cosas que mueren con la carne. Ninguna de ellas os sigue a la otra vida. Mas el espíritu permanece, el espíritu os precede. Él es el que comparece ante el Juez y recibe la primera sentencia. Él es el que de nuevo animará la carne en la hora del último Juicio haciéndola tornar nuevamente a la vida para escuchar la sentencia que hará que sea bienaventurada o maldita con el espíritu. Siglos o instantes de muerte conocerá la carne antes de su resurrección, mas el espíritu no conoce más que una muerte de la que no resucita.

 

La "segunda muerte" que no conoce resurrección es la

 que debéis temer, hombres necios que trastocáis los

valores de las cosas, para este cuerpo al que amáis más

 que al espíritu.

 

¡Ay de aquellos espíritus muertos que han de comunicar la muerte a la carne que habitaron! La "segunda muerte" que no conoce resurrección es la que debéis temer, hombres necios que trastocáis los valores de las cosas, para este cuerpo al que amáis más que al espíritu.

Procurad tener compasión de vosotros mismos, no desde el punto de vista humano sino desde el punto de vista sobrenatural. Compasión por lo que no muere como carne sino que únicamente puede morir como espíritu perdiendo la Luz de Dios aquí abajo y la visión y posesión de Dios en el Cielo.

 

Procuradlo así. Confiad vuestro espíritu, tanto en la

 vida como en la muerte, al Dios Poderoso,

Santo y Misericordioso.

 

Procuradlo así. Y, puesto que sois débiles por la carne que os tienta, sujeta como se halla a las seducciones de Satanás, confiad vuestro espíritu, tanto en la vida como en la muerte, al Dios Poderoso, Santo y Misericordioso.

Cuando os enseñé a decir: "No nos induzcas en tentación, antes bien sálvanos del mal", ¿acaso no os enseñé ya a confiar vuestro espíritu al Padre que os creó y no reniega de su paternidad como, por el contrario, renegáis vosotros de vuestra filiación?

Al espíritu que se confía a Dios poco daño puede causarle Satanás en la tierra. Al espíritu que invoca a Dios en la agonía no le acometerán los terrores que, como última venganza, suscita Satanás. Al espíritu que expira en Dios le abrirá Dios su Corazón y de la muerte pasará a la vida eterna, santa y bienaventurada."

C. 43. 428-432

A. M. D. G.