27-10. Más tarde, a eso de la noche
Amadme con la fuerza de la fe.
María Magdalena
¡Miradme o creed en Mí, pero únicamente con la fuerza de la fe!
Dice Jesús:
"Ábreme, amada mía. Tu esposo te pide entrar. A tu boca, tan ávida de besos, le he concedido el besar y a tus brazos, tantas veces estrechados por el brazo del Amor, le he dado el poder estrechar al Amor."
Este es el cántico de esta mañana. ¿Ves cómo Quien te regaló el lirio (Probable alusión a un lirio que María Valtorta llamaba "del divino Sembrador" porque había brotado en un viejo cajón que se encontraba en el balcón de casa y en cuya tierra nadie había plantado bulbo alguno de lirio. Así aparece en el escrito del 10 de mayo) sabe darte todo cuanto deseas? Te di a Mí mismo, Lirio nacido de María que es el Lirio inmaculado. Ahora estoy junto a ti en Cuerpo y Alma, con mi Sangre y Divinidad. Estoy contigo como sobre un altar.
Hasta en la partícula más insignificante me encuentro
Yo lo mismo que en el seno del Padre y en torno mío están
los ángeles en adoración
Aquí, en tu aposento, en donde resplandece tu fe más que una lámpara y perfuma tu amor más que el incienso, he puesto mi cuna como en la gruta de Belén, esa mi cunita que me contiene a Mí con toda mi grandeza igual que en el Cielo. Hasta en la partícula más insignificante me encuentro Yo lo mismo que en el seno del Padre y en torno mío están los ángeles en adoración. Tu fe te hace creer todo esto y por esta fe es por lo que eres bendita.
Quiero comunicarte un secreto. La santa a la que amas desde tu infancia: María Magdalena, a la sazón penitente en tierra de Francia y solitaria entre rocas, hasta tal punto sabía abstraer su espíritu, prendido en la vorágine del amor, que lo lanzaba hasta donde Yo me encontraba en las Sagradas Especies. Y este su deseo de adorarme en el Sacramento del modo que me había adorado cuando vivía en la tierra, me conmovía mucho más que sus penitencias.
¡Miradme o creed en Mí, pero únicamente con la fuerza
de la fe!
¡Cuán poco adorado soy de los cristianos, de esos ergotistas que, para adorarme, necesitan de tantos preparativos! ¡Oh, amadme, pero sólo con la fuerza del amor! ¡Miradme o creed en Mí, pero únicamente con la fuerza de la fe! Sabed que nunca recibí adoraciones más vivas que las de aquellos que, voluntariamente, se recluyeron en celdas o se extrañaron en los desiertos; y que no tuve altar más digno que el del pequeño Tarsicio que con la púrpura de su sangre tiñó los lienzos sagrados.
Para encontrar algo más perfecto habréis de pensar en los transporte inefables de mi Madre inclinada sobre mi cuna o en el palpitante altar, blanco, más que los lirios y hecho translúcido por el amor, de su cuerpo castísimo llevándome a Mí o en sus brazos y en su seno haciendo de almohada para el sueño del Niño Dios.
María: sé tú María. María adoradora del Pan vivo bajado del Cielo, de la Carne y de la Sangre del Hijo de Dios y de María como lo fue nuestra Madre. Pídele que te enseñe sus ardores eucarísticos.
Son innumerables las iglesias en las que me encuentro
solo. Ven a ellas con tu espíritu para suplir las faltas de
amor de los demás
Haz, María, de tu casa una nueva casa de Nazaret y una nueva cada de Betania. Ya lo es por estar Yo en ella; pero hazla aún más con un amor total a tu Jesús eucarístico. No representa la enfermedad obstáculo alguno para un corazón amante. Son innumerables las iglesias en las que me encuentro solo. Ven a ellas con tu espíritu para suplir las faltas de amor de los demás.
Aprende de Mí a decir: 'Ardientemente he deseado, he deseado ardientemente llegarme hasta Ti, Jesús que tan solo te encuentras en tantos altares, para decirte que te amor con todo lo que soy. ¡Cuán ardientemente he deseado verte, mi Sol eucarístico! ¡Con qué ardor he deseado comer este Pan que eres Tú! Por tan ardientes deseos ten piedad, Señor, de esta tu sierva. Déjame, Cordero de Dios, llegar hasta tu celeste altar para adorarte eternamente. Haz que te vea con el alma absorta en tu gloria, ¡oh Sol divino!, que ahora te me muestras entre cendales por la debilidad de mi condición de viviente. Deja que te ame cual yo querría amarte durante la eternidad feliz. Ábreme, Jesús, vida mía, las puertas de la Vida. Ven, Señor Jesús, ven. Que en la comunión de la Luz llegue a consumirse cuanto es carne y el espíritu te conquiste a Ti, mi Único y Trino Dios, amor único de mi alma'."
C.43. 470-472
A. M. D. G.