29-10

 

 

Acontecimientos de los últimos tiempos

 

como llegan las hambres al mundo

 

 


 

El amor del Señor envió, en todos los tiempos para anunciarles el camino, las voces que se han sucedido hasta que sean convocados, para que se postren ante la gloria visible del Señor y oigan la Palabra que infinitos rechazaron o desatendieron  

Yo  soy el pináculo del edificio de Dios

    Cómo llegan las hambres al mundo  

Se acerca el día, hijos que habéis renegado del Padre. El tiempo de la Tierra es largo y breve a la vez.

   Venid a la fuente de la Vida antes de que la sangre llegue a formar un lago de muerte

   Mi Iglesia, antes de que haya terminado la hora del mundo, tendrá su fúlgido triunfo

   Mas vosotros que habéis de permanecer en Mí, escuchad la promesa de Cristo

  ¡"Ven, Señor Jesús!"

 


 

Dice Jesús:

 

El amor del Señor envió, en todos los tiempos para

 anunciarles el camino, las voces que se han sucedido

hasta que sean convocados, para que se postren

ante la gloria visible del Señor y oigan la Palabra

que infinitos rechazaron o desatendieron

 

"Cuando le hago decir a Sofonías que Yo echaré fuera cuanto hay en la tierra, le hago profetizar lo que acaecerá en la antevíspera del último tiempo, lo mismo que Yo anuncié más tarde al hablar, como entre sombras, bajo la descripción de la ruina del Templo de Jerusalén, de la destrucción del mundo y lo que el Predilecto profetizó en su Apocalipsis.

Las voces se van sucediendo y hasta puedo decir que, lo mismo que en un edificio sagrado levantado para dar testimonio de la gloria del Señor, van las voces de un pináculo a otro, de un profeta a otro profeta anterior a Cristo hasta llegar al fastigio más alto desde el que habla el Verbo a lo largo de su vida de hombre y después, descendiendo de pináculo en pináculo, a través de los siglos, por boca de los profetas subsiguientes a Cristo.

Semeja un concierto que canta las alabanzas, los designios, las glorias del Señor y durará hasta el momento en que las trompetas angélicas convo1quen a los muertos de los sepulcros, a los muertos del espíritu, a los vivientes de la tierra y a los vivientes del Cielo para que se postren ante la gloria visible del Señor y oigan la Palabra que infinitos rechazaron o desatendieron, desobedecieron, escarnecieron y despreciaron; esa Palabra que vino a ser Luz del mundo y que el mundo, prefiriendo las tinieblas, no quiso recibir.

 

Yo  soy el pináculo del edificio de Dios

 

Yo  soy el pináculo del edificio de Dios. No puede darse palabra más sublime ni verdadera que la mía. ahora bien, mi Espíritu se encuentra en la boca de las "palabras" menores por cuanto todo lo que habla de lo que es de Dios, es palabra inspirada por Dios.

La carestía y la mortandad de las epidemias serán uno de los signos precursores de mi segunda venida. Desastres producidos para castigaros y atraeros a Dios, llevarán a cabo con su poder doloroso una de las selecciones entre los hijos de Dios y los hijos de Satanás.

 

Cómo llegan las hambres al mundo

 

El hambre, ocasionada por las rapiñas y las guerras malditas desencadenadas sin justificación alguna de independencias nacionales sino únicamente por la ferocidad del poder y por la soberbia de demonios con vestimenta de hombres, producida, en fin de cuentas, queriéndolo Dios, por las leyes cósmicas, en cuya virtud el hielo será acebo y dilatado, el calor abrasador sin que las lluvias lo mitiguen, se invertirán las estaciones y así tendréis sequía en las estaciones de lluvia y lluvias en el tiempo de la maduración de las mieses; las plantas, engañadas con calores súbitos o fríos desacostumbrados, florecerán a destiempo y, tras haber ya producido, los árboles se cubrirán inútilmente con nuevas flores debilitando la planta sin provecho alguno  -porque, tenedlo en cuenta, hombres, todo desorden es nocivo y acarrea la muerte-. El hambre atormentará cruelmente a esta raza proterva y enemiga de Dios.

Los animales, privados de heno, de cereales, de granos y de semillas, perecerán de hambre y para saciar la de los hombres, serán sacrificados sin darles tiempo a procrear. Las aves del cielo y los peces de las aguas, los hatos y los rebaños serán acosados por todas partes a fin de proporcionar a vuestros estómagos el alimento que la tierra ya no producirá para vosotros sino escasamente.

Las mortandades ocasionadas por guerras y pestes, por terremotos y chubascos, precipitarán en el más allá a buenos y malos. A los primeros para vuestro castigo pues, privados de los mejores, iréis cada vez de mal en peor; y a los segundos, para su propio castigo, recibiendo, a su debido tiempo, el infierno por morada.

La víctima dispuesta por el Señor para purificar el altar de la Tierra profanado con pecados de idolatría, de lujuria, de odio y de soberbia seréis vosotros, los hombres, que pereceréis por millares y decenas de millares, abatidos por la hoz afilada de los rayos divinos. Como hierba segada en un prado por el mes de abril, caeréis los unos encima de los otros: las flores santas mezcladas con las venenosas, los tallos delicados revueltos con los punzantes espinos. Las manos de mis ángeles escogerán y separarán a los benditos de los malditos, llevando a los primeros al Cielo y dejando a los segundos para los tridentes de los demonios como pasto del Infierno. Ser reyes o mendigos, sabios o ignorantes, no constituirá diferencia ni defensa contra la muerte. Tendréis castigo y éste será tremendo.

El ojo de Dios escogerá a los predestinados retirando las "luces" a fin de que no tengan ya que sufrir por la calígine formada por los hombres identificados con Satanás y retirando las "tinieblas" que, por ser de la pertenencia de Satanás, padre de las tinieblas, son generadoras de tinieblas.

El ojo de Dios que penetra los palacios, las iglesias, las conciencias  -y no hay barrera, no hay hipocresía que le impida ver-  escrutará el seno de la Iglesia, que es la Jerusalén actual, escrutará el fondo de las almas y escribirá su sentencia una a una para los cobardes, los indiferentes, los tibios, los rebeldes, los traidores, los homicidas del espíritu y los deicidas.

No, no penséis que Dios os haya de bien ni mal por vuestras obras. Yo os lo juro, lo juro por Mí mismo, lo juro por mi Justicia, lo juro con triple juramente: Yo os haré bien por el bien que hagáis y mal por el mal que hayáis cometido.

Si las inmundicias de la carne y de vuestra vida de brutos forman costras en los ojos de vuestra alma impidiéndola ver a Dios, a Dios, en cambio, nada hay que le ponga velos. Cargaré mi mano sobre aquellos que se gozan de estar en el gozan y en el fango quieren seguir a pesar de las invitaciones que les hago y de los medios que les proporciono para salir de él. Acabarán por hacerse fango en el fango, ya que del fango hacen el alimento preferido de su hambre impura.

 

Se acerca el día, hijos que habéis renegado del Padre.

El tiempo de la Tierra es largo y breve a la vez.

 

Se acerca el día, hijos que habéis renegado del Padre. El tiempo de la Tierra es largo y breve a la vez.

¿No era, por ventura, ayer cuando disfrutabais de un bienestar honesto que os proporcionaban la paz y las obras de la paz que facilitan pan y trabajo? ¿No era ayer, tal vez, ¡oh vosotros que vivís en esta hora tremenda!, cuando gozabais de la alegría de la familia no desmembrada ni destruida, del placer de los hijos en torno a la mesa paterna, del lecho nupcial: el esposo junto a la esposa, el padre inclinado como maestro y amigo, sobre las cabecitas de sus niños? Y ¿ahora? ¿Qué ha sido de todo ello? Veloz, como ave que vuela a playas lejanas, pasó aquel tiempo. Era ayer... y, al volver atrás vuestra mirada, veis cómo un número de días que el horror multiplica con intensidad sangrienta, os separa de entonces. Os refugiáis en el recuerdo, mas montones de escombros e hileras de tumbas rompen la dulzura de vuestro recuerdo con la realidad presente.

¡Hombres, hombres que insultáis a Dios con voces, no ya de la boca mas también del corazón, creyéndoos con derecho a hacerlo! Oíd, hombres, la voz desgarrada y desgarradora de Dios que truena ya sobre el mundo porque ya no le sirve hablaros por boca de sus siervos y amigos, y que os anuncia su ira y os llama una vez más porque no le sufre el castigaros.

 

Venid a la fuente de la Vida antes de que la sangre llegue

 a formar un lago de muerte

 

Venid al Médico y a la Luz antes de que la ceguera de vuestros espíritus llegue a ser total. Venid a la fuente de la Vida antes de que la sangre llegue a formar un lago de muerte. Concentrad vuestras míseras aptitudes de amar y enderezadlas a Dios. El amor, en gracia de esas migajas de amor, residuos de las rapiñas de la carne y de Satanás, que le vais a ofrecer, os perdonará.

A Dios se le deben las primicias y la totalidad de los bienes. Mas, puesto que no supisteis hacer esto, ¡hijos que me costasteis la vida!, dad al Señor grande, compasivo y poderoso lo que aún os queda. Dentro de vuestra pobreza espiritual, pobreza, no evangélica sino humana, arrancad de vuestro corazón la raicilla última, negad a vuestra carne eso que aún os queda y dádmelo a Mí. Sé que al que me ama le cuesta menos el sacrificio de la vida, porque el amor le embriaga, que no os cueste a vosotros el sacrificio de un beso. Y en pago de vuestro esfuerzo, desproporcionado con la ofrenda, os entregaré un premio inadecuado al don. Os lo daré con tal de que vengáis.

El que laboró bien durante la última hora será admitido en el Reino lo mismo que quien empuñó el arado, hasta caer sobre él, desde la aurora a su tarde anticipada. No os quejaréis de la diversidad de moradas existentes en el Cielo. Allí no se conoce la mezquindad de las envidias humanas. Conquistad más bien este Cielo que para vosotros creé y que os abrí con mi muerte de Cruz. Venid al Señor antes de que se presente a vosotros con majestad de Juez.

Por lo que hace a vosotros, queridos míos, continuad el camino que escogisteis. Ni turbiones, ni tempestades podrán haceros perder la meta que soy Yo que tengo el Corazón abierto para recibiros con el beso de amor más vivo. Dejad que caigan reinos y pueblos; que cuanto ahora se tiene por poderoso se reduzca a cenizas y escombro; que lo que ahora se atribuye la facultad de imponer su voluntad y sus doctrinas se convierta en polvo desmenuzado por la Voluntad y la Ley de Dios.

Durante mi breve reinado sobre el mundo seré Yo quien reine, Yo y los restos de mi pueblo, es decir, los fieles verdaderos, aquellos que no renegaron de Cristo ni cubrieron la señal de Cristo con la tiara de Satanás. Caerán entonces las falsas deidades del extrapoder así como las doctrinas impúdicas negadoras de Dios, Señor omnipotente.

 

Mi Iglesia, antes de que haya terminado la hora del mundo,

 tendrá su fúlgido triunfo

 

Mi Iglesia, antes de que haya terminado la hora del mundo, tendrá su fúlgido triunfo. En nada se diferencia la vida del Cuerpo Místico de lo que fue la vida de Cristo. Se dará el hosanna de la víspera de la Pasión cuando los pueblos, prendidos por la fascinación de la Divinidad, doblen su rodilla ante el Señor. Sobrevendrá después la Pasión de mi Iglesia militante y, por último, la gloria de la Resurrección eterna en el Cielo.

¡Oh día venturoso aquel en que habrán terminado para siempre las insidias, las venganzas, las luchas de esta tierra, las de Satanás y las de la carne! Mi Iglesia, entonces, se hallará compuesta de verdaderos cristianos. Esto será así en el penúltimo día. Serán pocos, como al principio. Su final, como lo fue en su comienzo, será en santidad. Quedarán fuera los mentirosos, los traidores, los idólatras, aquellos que en la jornada última han de imitar a Judas y venderán su alma a Satanás con daño para el Cuerpo místico de Cristo. En ellos tendrá la Bestia sus lugartenientes para dar su última batalla.

Y ¡ay de aquel a quien, en los últimos tiempos, se le encuentre en Jerusalén culpable de tal pecado!  ¡Ay de aquellos que, por conveniencia humana, hagan negocio en ella de su vestido! ¡Ay de los que dejen perecer a sus hermanos y descuiden hacer de la Palabra, que Yo les confié, pan para las almas hambrientas de Dios! ¡Ay! Yo no estableceré diferencias entre el que reniegue abiertamente de Dios y el que lo haga tan sólo con sus obras. Y, con dolor de Fundador excelso, dígoos en verdad que en la última hora renegará de Mí las tres cuartas partes de mi Iglesia a las que habré de separar del tronco por ser ramas muertas y estas corroídas por una lepra inmunda.

 

Mas vosotros que habéis de permanecer en Mí, escuchad

la promesa de Cristo

 

Mas vosotros que habéis de permanecer en Mí, escuchad la promesa de Cristo. Aguardadme con fidelidad y amor y Yo vendré a vosotros con todos mis dones, con el don de los dones que soy Yo mismo. Vendré a redimir y a curar. Vendré a iluminar las tinieblas, a vencerlas y ahuyentarlas. Vendré a enseñar a los hombres a amar y adorar al Dios eterno, Señor altísimo, a Cristo santo, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Vendré a traeros, no la paz de este mundo eterno destructor de la Paz, sino la Paz del Reino que nunca muere.

Regocijaos, siervos míos fieles. Esto os lo dice la boca que no miente. No habéis de temer ya mal alguno por cuanto he de poner fin al tiempo del mal y, por piedad de mis benditos, anticiparé este fin.

Regocijaos, sobre todo, vosotros, mis queridos de ahora. Para vosotros han de ser más prestos aún la venida de Cristo y su brazo de gloria. Para vosotros se abren ya las puertas de la Ciudad de Dios y sale por ellas vuestro Salvador para venir a vuestro encentro y daros la Vida verdadera.

Un poco todavía y vendré para vosotros. Igual que lo hice con mi amigo Lázaro, os llamaré uno a uno: "¡Ven fuera!" Fuera de esta vida de la tierra que es una tumba para el espíritu encarcelado en la carne. ¡Fuera, a la Vida, a la libertad del Cielo!

 

¡"Ven, Señor Jesús!"

Llamadme con vuestro amor constante. Que sea él la llama que funda las cadenas de la carne y otorgue al espíritu la libertad de venir a Mí con presteza. Lanzad el grito más bello escrito por hombre alguno: "Ven, Señor Jesús!"

C. 43. 477-483

A. M. D. G.