3 noviembre 1943
La obediencia
para los verdaderos obedientes, un simple deseo equivale a un mandato.
La obediencia supera en valor a la palabra
la obediencia fue la virtud del Verbo destinado a ser Hombre y a llegar a ser el Redentor
Dice Jesús:
"Callé ayer para darte ocasión, no a descansar sino a obedecer. Te dijo el Padre que escribieras tus impresiones y la manera como me oyes.
Tus fuerzas y tu tiempo son limitados y así, cuando haces una cosa no puedes hacer otra. Por eso te dejé tranquila para darte la posibilidad de obedecer.
para los verdaderos obedientes, un simple deseo equivale
a un mandato.
El Padre no te dio, al efecto, mandato alguno sino que únicamente te expresó un deseo. Mas para los verdaderos obedientes, un simple deseo equivale a un mandato.
La obediencia supera en valor a la palabra
La obediencia supera en valor a la palabra siquiera ésta se escriba a mi dictado, porque la palabra, si bien oís y la escribís, no es vuestra y, por más que repitáis, tampoco es vuestra. Cabe decir aquí:: "Dejad hacer, pues a los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero no a Mí" Siempre tendréis pobres a los que suministrar la palabra. Mas no siempre tendréis la oportunidad de esparcir el precioso aroma de la santa obediencia desafiando las hablillas de los demás.
la obediencia fue la virtud del Verbo destinado a ser
Hombre y a llegar a ser el Redentor
Y sabed que la obediencia fue la virtud del Verbo destinado a ser Hombre y a llegar a ser el Redentor. El amor, el poder, la perfección, la sabiduría, son comunes a Nuestras Tres Personas. Mas la obediencia es mía, exclusivamente mía. Obedecí al encarnarme, al hacerme pobre, al estar sometido a los hombres, al cumplir mi misión de evangelizador y al morir. Por eso, cuando obedecéis, ya sea a los hombres en obediencias relativas, ya sea a Dios en esas grandes obediencias que implican renuncias y sacrificios de sangre y aceptaciones de muerte, muertes, muchas veces atroces, os hacéis semejantes a Mí que fui obediente hasta la muerte, que fui el Obediente por excelencia, el Obedientísimo divino.
Segunda en la obediencia con respecto a Mí fue mi dulce Madre que siempre obedeció, y, con sonrisa amorosa, a los quereres del Altísimo.
Fue tercero mi casto padre de la tierra que hizo de su fuerza viril recamados de obediencia; retorció incluso su fuerza viril y sus entrañas de justo, cual hilo de seda, para sujetarlas a los quereres de Dios.
Por eso, el que obedece se conforma a los tres más obedientes del mundo, a los que tendrá aquí por amigos y más adelante en el Cielo."
C. 43. 493-494
A. M. D. G.