6-11 (Sabiduría, Cap.15)

 

 

Os juzgo teniendo en cuenta vuestra

 debilidad

 

 


 

Lo que me fuerza a la severidad es que muchas veces no caéis por debilidad o por las asechanzas del demonio sino que caéis conscientemente, os lanzáis voluntariamente al abismo diciéndoos: "Y a mí ¿qué me importa de Dios?

  ¡Cuánta misericordia habré de tener con aquellos que caen con el deseo de no caer y se arrepienten de su caída!

  Retornad al camino de la Vida

   Yo os digo: Creed en Mí que soy la Verdad Yo soy el Señor de la vida y de la muerte y puedo insuflar vida donde incuba la muerte y vencer la muerte haciendo retornar la vida.

  Ese Pan, dentro de vosotros, se transforma en Vida y en Gracia, en Salud, en Luz, en Felicidad y en Sabiduría

  Rechazáis ciertamente las señales que os envío desde el Cielo y os burláis de los avisos ultraterrenos Esa señal soy Yo

   Yo soy el vencedor. Yo soy el que soy. Hablo a todos. Seré escuchado de pocos y de menos todavía comprendido.

 


 

Dice Jesús:

"Sé que estáis asechados y sois débiles. Lo sé y os juzgo teniendo esto en cuenta. En modo alguno sería justo si no tuviera en cuenta vuestra debilidad y las obras del Maligno.

 

Lo que me fuerza a la severidad es que muchas veces no

caéis por debilidad o por las asechanzas del demonio

sino que caéis conscientemente, os lanzáis voluntariamente

 al abismo diciéndoos: "Y a mí ¿qué me importa de Dios?"

 

Lo que me fuerza a la severidad es que muchas veces no caéis por debilidad o por las asechanzas del demonio sino que caéis conscientemente, os lanzáis voluntariamente al abismo diciéndoos: "Y a mí ¿qué me importa de Dios?" Y es entonces cuando Yo os llamo "Judas". Me vendéis con mi Sangre preciosa. Me entregáis en manos de Satanás al darle a Él vuestra alma que es mía por haberla vuelto a comprar con mi muerte. Me traicionáis cuando, llamándoos cristianos, lleváis a cabo obras de anticristianos.

También Judas comió la Eucaristía y, conmigo en el pecho, marchó a recoger el dinero contratado y, con sus manos contaminadas con aquel dinero, me abrazó para señalarme a los enemigos. Judas os produce repugnancia. Mas ¿obráis de otra suerte vosotros que tratáis de explotar en provecho propio vuestra condición de cristianos no sirviendo los intereses de Cristo? Tan poco los servís que le dejáis para ir tras el Seductor.

 

¡Cuánta misericordia habré de tener con aquellos que

caen con el deseo de no caer y se arrepienten de su caída!

 

¡Cuánta misericordia habré de tener con aquellos que caen con el deseo de no caer y se arrepienten de su caída! Una, dos, diez, cien caídas desprovistas de malicia no hieren de muerte al Amor. Son rasguños repetidos que vuestras lágrimas curan y mi Amor termina de sanar. Me decís vosotros: "¡Piedad, Señor!" y Yo a vosotros: "¡Ven a tu Padre, pobre hijo mío!"

Hasta tanto no ha muerto el amor en vosotros, sois siempre míos. Es por mis hijos heridos por los que derramé mi Sangre. Sed pues buenos y compasivos con vosotros como Yo lo soy. Empeñaos en conocerme y en amarme a fin de no defraudar a vuestra alma de su derecho a la felicidad eterna.

 

Retornad al camino de la Vida

 

Retornad al camino de la Vida. Mis mandamientos constituyen ese camino. Procurad tenerlos presentes durante vuestra jornada. Y si la debilidad os hace incurrir tal vez en ligeras equivocaciones, Yo os aseguro que no debéis desanimaros. Mañana lo haréis mejor y pasado mañana mejor que mañana. Toda planta crece lentamente. Cada día echa una raicilla nueva, una nueva hoja. Mas, ¡qué hermosa es cuando ya completó su crecimiento! Así es, hijos, la perfección. Es por grados como se va conquistando.

O ¿acaso creéis que Yo haya de dar premio menor al que no se encumbró de súbito? No, todo lo contrario. Entre quien alcanzó la santidad por gracia mía y el que quiso ser santo contrariando su naturaleza, Yo miraré con ojos doblemente amorosos a este héroe del amor. El premio en la eternidad es único: la visión de Dios. Mas el abrazo inicial de unión con el combatiente victorioso contra la carne, el mundo y el demonio que, a lo largo de la vida, habrán agitado en él su naturaleza serpentina mil veces cercenada y otras tantas resurgida, será particularmente efusivo en un éxtasis especial.

 

Yo os digo: Creed en Mí que soy la Verdad Yo soy el Señor

de la vida y de la muerte y puedo insuflar vida donde incuba

 la muerte y vencer la muerte haciendo retornar la vida.

 

Yo os digo: Creed en Mí que soy la Verdad. ¡Cuán apremiante es ahora la necesitad de tal recuerdo en vosotros! Morís de no recordar vuestra condición de cristianos. Volveos a Cristo. Dice la Sabiduría: "Y el que se volvía hacia aquella señal, no quedaba curado por lo que veía sino por ti, Salvador de todos."

Ya veis, hijos: No curáis de vuestros males individuales y públicos porque no sabéis mirarme. No cuentan las prácticas, las retorsiones dan pie a males mayor. Las venganzas matan antes al que las ejecuta que al que las recibe (Anota a lápiz M.V: ¿alude también aquí al bombardeo de esta noche sobre el Vaticano?), y las defensas caen sin poneros a cubierto. Mas si vinieseis a Mí seríais salvos, no sólo por lo que hace a la vida de esta tierra sino también a la de más allá.

Reitero mi deseo (el 23 de octubre): Llévense a cabo multitud de adoraciones a la Cruz que es el trono del imperio de Jesús Salvador vuestro. Como la serpiente izada sobre la cruz tenía poder para sanar a los hebreos, lo mismo Yo. Aquel que es inmortal, al ser izado sobre la cruz, tendrá poder para poner en fuga a cuanto os empavorece y atormenta puesto que Yo soy el Señor de la vida y de la muerte y puedo insuflar vida donde incuba la muerte y vencer la muerte haciendo retornar la vida.

Ninguno, fuera de Mí, puede hacer esto. Satanás puede daros todos los poderes, mas no el de hacer retornar el movimiento vital. Y aun esto os mueve a destruir las vidas por odio al Dador de la vida, el cual, para alimentaros, no sólo en la vida corporal para la que hace germinar y espigar el grano, sino también en la vida espiritual, os suministra el Pan que adoran los ángeles por ser la Carne del Hijo de Dios. Y os lo da no exigiéndoos, a cambio, sino amor y fe y hasta os pide, cual Mendigo santo, que le acojáis en vosotros ya que en estar con vosotros encuentra su gozo.

 

Ese Pan, dentro de vosotros, se transforma en Vida y en

 Gracia, en Salud, en Luz, en Felicidad y en Sabiduría

 

Ese Pan, dentro de vosotros, se transforma en Vida y en Gracia, en Salud, en Luz, en Felicidad y en Sabiduría. Todo eso venís a ser cuando formáis un todo con el Hijo de Dios. Cuando la Palabra del Padre está del modo que lo está en el corazón dentro de vuestro ser, habla suavemente. Y es mi Palabra la que guarda para la Vida eterna a todos aquellos que no abjuran de su filiación sobrenatural.

Dichosos los que te aman, Pensamiento del Padre al que el Amor hace Palabra, no ya en las horas de gozo sino también antes de que éste llegue y bajo los nubarrones, incluso del huracán, te bendicen a Ti, Luz que no conoces intermitencias en tu esplendor. dichosos aquellos que saben alabarte con los ojos arrasados de lágrimas pero con la confianza en el corazón por estar seguros de tu piedad. En verdad te digo que quien con el más hermoso acto de fe sabe esperar en Dios mientras caen sobre él las tinieblas que llevan consigo la desesperación, conocerá el Sol eterno.

Pocos, cuán pocos hay de estos creyentes verdaderos. En esta noche de esterilidad salida del infierno, los espíritus enfermos caen cual hojas marchitadas por el agua y arrastradas por el viento. Su mismo peso les hace rastrear y, por encima de la carne, tienen a Satanás que los mantiene ciegos y aprisionados para impedirles todo conato de elevación que sería bastante a salvarlos. El miedo y el desaliento les embota, el vicio les paraliza y la desesperación les abrasa. Son ruinas que tiemblan de las sombras fatuas sin saber que de lo que deberían temblar es de sí mismos, asesinos como son de su inmortalidad.

Las iglesias se van vaciando, no acuden adoradores a los altares, no se busca el místico Pan, languidecen o están muertas las tres virtudes teologales y lo mismo las cardinales.

Hay un rabioso y desordenado empeño por buscar la salvación y un desprecio grande, enorme desprecio hacia los hijos de la Luz y, más que desprecio, deseo de oprimirlos por ver de apagar esa Luz tan odiosa para ellos. Pero cuanto más os desprecien y ultrajen, hijos queridos que sois mi luz traída a los hombres, más se precipitará en las tinieblas este mísero mundo. El Delito (M.V. anota a lápiz: ¿una nueva alusión tal vez al bombardeo sobre la ciudad del "hijo de la Luz"?) y los delitos formarán un muro y una barrera frente a la Luz. Y bajo esas incómodas defensas la humanidad, como en una cárcel, perecerá desesperada.

 

Rechazáis ciertamente las señales que os envío desde el

 Cielo y os burláis de los avisos ultraterrenos

Esa señal soy Yo

 

Rechazáis ciertamente las señales que os envío desde el Cielo y os burláis de los avisos ultraterrenos. Todo se os antoja lícito. Cuando menos lo penséis os daré a conocer una señal ante la que os precipitaréis aterrados y la cólera que ahora descargáis sobre los inermes se volverá contra vosotros.

Esa señal soy Yo. Ante mi aparición, no sobre la tierra  -aún no ha llegado el tiempo-  sino espiritualmente a los hijos de la ira y al padre del exterminio, vuestras armas y las suyas caerán igual que el polvo cuando cesa el viento. Y si en lugar de maldiciones, ¡oh desgraciados que tembláis y no sabéis acudir a quien os ama!, subieran oraciones desde la tierra, esa mi aparición hubiera tenido ya realización y os encontraríais libres de vuestro terrores.

 

Yo soy el vencedor. Yo soy el que soy. Hablo a todos. Seré

 escuchado de pocos y de menos todavía comprendido.

 

Yo soy el vencedor. Yo soy el que soy. Y me produce pena grande veros correr despavoridos de un lado para otro siguiendo los consejos más disparatados y obedeciendo a quien, además de necio, es un malvado. Querría morir de nuevo a fin de abriros los ojos del alma y hacer de vosotros aquel pueblo santo, grande y glorioso que Dios se propuso hacer cuando creó al primer Padre. Querría crearos por segunda vez y así no tener que veros tan distintos de como erais en mi Pensamiento. Mas... lo que es, es.

Hablo a todos. Seré escuchado de pocos y de menos todavía comprendido. La Sabiduría ya no es amada ni comprendida. Mas la Sabiduría siempre dará a sus fieles fortaleza y luz sobre la tierra y salvación y gozo más allá de la tierra. Se dará a sí misma y el hombre que la sirvió y la mereció será contado entre los ciento cuarenta y cuatro mil de que habla Juan siendo suya la Jerusalén santa en la que se halla el trono de la Sabiduría que se inmoló para entregarse a los hombres de buena voluntad."

C. 43. 509-513

A. M. D. G.