10-11

 

 

El racionalismo.

 

Parábola del sembrador

 

 


 

Desde hace veinte siglos viene repitiendo mi Voz las mismas cosas

   Explicación de la parábola del sembrador

   La Palabra de Dios es semilla de vida eterna Paso a hablar de una sola cosa, tan mortífera diría Yo o tal vez más que el mismo pecado

   El racionalismo es peor que la grama. Cuando se descubra su acción en el momento en que todo lo de la tierra y de los hombres se haga manifiesto, entonces se verá que esta herejía fue la más perniciosa por ser la más sutil y penetrante

   Las grandes herejías tuvieron en sí dos cosas buenas: la primera, que nacieron de una fe

   La segunda cosa buena de las herejías es el gran clamor producido por las mismas

   Esto, en cambio, falta en el racionalismo que se introduce inadvertidamente hasta en sitios al parecer impenetrables

  El racionalismo hace que las cosas de Dios sirvan a su fin, mas no que se supedite él al fin de Dios

   Hay racionalistas de racionalistas

   Comenzaré por los mayores: Los "superhombres", los negadores de Dios.

  Forman una de las categorías de los "Muertos del espíritu". 

 Integran la segunda categoría los humanamente cultos

  Pertenecen a la tercera categoría todos aquellos que, con los adoquines del racionalismo ajeno, pavimentaron su propio corazón al objeto de hacerlo menos ignorante

   ¡Hombres!, uno sólo es el fruto que os hace dioses: el que pende de mi Cruz.

  La cuarta categoría es la de los imprudentes.

   Bienaventurados aquellos que son únicamente terreno de Dios

 


 

Dice Jesús:

"Por más que se arguya que me repito, o me aparto de mi propósito. También se repiten, a pesar de todos los avisos, con una reiteración desconsoladora, los pecados de los hombres. Al resonar de la voz de su culpa opongo Yo mi Voz de justicia para que no se diga que dejé de hablar y se me acuse de haberlos dejado en el error.

 

Desde hace veinte siglos viene repitiendo mi Voz las

mismas cosas

 

Desde hace veinte siglos viene repitiendo mi Voz las mismas cosas, no habiendo lugar, por tanto, a tal acusación. Mas el hombre, al que le resulta cómodo olvidar todo cuanto supone condenación de sus yerros, arguye siempre que no sabía esto o aquello, lo que viene a ser una excusa que le deshonra y envilece por ser engañosa y porque con su falacia viene a acusar de imperfecta a su inteligencia y de deficiente a su memoria.

¿Como recordar las enseñanzas una y mil veces repetidas? Os colocáis por debajo de los brutos que aprenden lo que el hombre les enseña. Y a vosotros, tan soberbios, ¿no os parece que esto sea por demás deshonroso para vuestra soberbia?

 

Explicación de la parábola del sembrador

 

Escribe, María, una vez más la explicación de la parábola del sembrador (5 y 4 de julio y del 25 de octubre). Te la voy a dictar para una categoría especial de personas cuyo error me llena de tristeza. Error de imprudencia en algunos, de soberbia en otros, de rebeldía en otros más y de escándalo en los de la otra categoría.

Dice la parábola que una parte de la semilla cayó en el camino siendo picoteada por los pájaros. Otra parte cayó sobre las piedras y echó raíces, pero secose inmediatamente por falta de humedad. La tercera parte cayó entre zarzas y murió sofocada. La cuarta, que cayó en buen terreno, fructificó en proporción diversa.

 

La Palabra de Dios es semilla de vida eterna Paso a hablar

 de una sola cosa, tan mortífera diría Yo o tal vez más

que el mismo pecado

 

La Palabra de Dios es semilla de vida eterna. Mas dicha Palabra es objeto de multitud de asechanzas y esto por un cúmulo de cosas. Dejo a un lado este cúmulo de cosas y paso a hablar de una sola cosa, tan mortífera diría Yo o tal vez más que el mismo pecado. Y no se escandalicen los espíritus pusilánimes si digo que es tal vez más mortífera que el pecado puesto que así es en verdad.

El pecador cuya mente no está corroída por el ácido del racionalismo, cuenta con noventa probabilidades de saber dar acogida a la Palabra y reencontrar la Vida. El racionalista tiene diez probabilidades tan sólo, y aún menos, de conservarse capaz de salvación a través de la Palabra.

 

El racionalismo es peor que la grama. Cuando se descubra

 su acción en el momento en que todo lo de la tierra

y de los hombres se haga manifiesto, entonces se verá

que esta herejía fue la más perniciosa por ser la más sutil

y penetrante

 

El racionalismo es peor que la grama. Cuando se descubra su acción en el momento en que todo lo de la tierra y de los hombres se haga manifiesto, entonces se verá que esta herejía fue la más perniciosa por ser la más sutil y penetrante. Es como un gas que respiráis y os mata sin que lo veáis y sin que ni siquiera percibáis su olor, antes, al contrario, por seros agradable, lo aspiráis a gusto. Lo mismo es el racionalismo.

Las grandes herejías tuvieron en sí dos cosas buenas: la primera, que nacieron de una fe. Fe equivocada, si queréis, y merecedora también de condena; pero, al fin y al cabo, una fe. Por ello tuvieron sus mártires, sus lágrimas, sus luchas para afianzarse, contando, por espacio de siglos, con espíritus rectos que las embellecieron con luces de santidad que no tuvieron otra desventaja que la de haber florecido sobre un árbol dañado, no injertado en Cristo.

 

La segunda cosa buena de las herejías es el gran clamor

 producido por las mismas

 

La segunda cosa buena de las herejías es el gran clamor producido por las mismas, de suerte que quien no quería pertenecer a ellas, sabía muy bien qué hacer al respecto. Las mismas luchas con la Iglesia y los Estados constituían para los católicos un claro indicador y un límite que no cabía franquear sino con pleno conocimiento.

 

Esto, en cambio, falta en el racionalismo que se introduce

 inadvertidamente hasta en sitios al parecer impenetrables

 

Esto, en cambio, falta en el racionalismo que se introduce inadvertidamente hasta en sitios al parecer impenetrables. Se filtra cual serpiente por mil orificios. Se viste con ropas de licitud, maravillosas incluso, actuando con ellas, pero contra ellas. Es un virus que, para cuando uno lo advierte, ya lo tiene difundido por la sangre, librándose difícilmente de él.

La reacción del pecado bajo la acción del rayo de mi Misericordia viene a ser violenta. Mas la del racionalismo es nula. Al modo de un espejo ustorio, hace impracticable el camino a la gracia y la rechaza, viniendo a producir un ardor nocivo y terminando por darse a sí mismo la propia condenación.

 

El racionalismo hace que las cosas de Dios sirvan

a su fin, mas no que se supedite él al fin de Dios

 

El racionalismo hace que las cosas de Dios sirvan a su fin, mas no que se supedite él al fin de Dios. Dobla, desdobla, usa de la Palabra a la luz, mísera luz, de su mente turbada y, cual demente que desconoce ya el valor de las cosas y de las palabras, da a éstas significados que sólo pueden salir de uno a quien la acción astutísima de Satanás llegó a esterilizar sus facultades mentales.

 

Hay racionalistas de racionalistas

 

Hay racionalistas de racionalistas.

Comenzaré por los mayores: Los "superhombres", los negadores de Dios. Pretenden explicar la creación, el milagro y la divinidad de acuerdo con su mentalidad saturada de orgullo humano.

En donde anida el orgullo, estad ciertos de ello, no se encuentra Dios. En donde hay soberbia no aparece la Fe. Allí está Satanás; y Satanás es el más hábil prestidigitador para seducir al hombre, presentándole como oro de ley una lámina de estaño recogida en el fango.

Estos negadores de Dios que creen rebajarse aceptando humildemente lo que por su sola capacidad mental no saben explicar y han matado en sí la aptitud de amar, son los gigantes del racionalismo

Como no estoy dando conferencia alguna a los hombres, no cito nombres. Estos los podéis poner vosotros. Para Mí son astros muertos caídos en el fango hechos añicos. Carecen ya de nombre, o mejor, no hay nombre que se les haya de marcar a fuego en el Día de la Justicia sobre su frente proterva y sobre su corazón más duro que el granito.

Pasan por la vida devastando. Son peores que un alud y que un huracán peores que una locura, peores que una fiebre. Dan muerte a cuanto está a su alcance.

 

Forman una de las categorías de los

"Muertos del espíritu".

 

En modo alguno desciende a éstos la Palabra. Hay en ellos demasiadas cosas que la obstaculizan. Forman una de las categorías de los "Muertos del espíritu".

 

Integran la segunda categoría los humanamente cultos

 

Integran la segunda categoría los humanamente cultos. Estos no niegan a Dios. Mas, sobre la simplicidad divina que se presenta así para que, hasta los más humildes, la puedan comprender a la luz del amor, cargan todo un boscaje de erudición humana de la que se revisten como pavones orgullosos de su cola de cientos de ojos y, al igual de los pavones, son bellos en su aspecto tan sólo ya que no saben andar ni cantar por los caminos las loas del Señor.

A éstos les falta el amor que viene a ser el nervio para el ala con la que volar hacia Dios y la cuerda para la cítara con la que bendecirle. Desciende sobre ellos la Palabra y echa raíces; pero muere después porque la cubren de follaje y la ahogan bajo la hojarasca inútil de sus conocimientos humanos.

¿Sabes cómo escucha la Palabra? Lo mismo que quien oye hablar a otro en un idioma para él desconocido. Oye la voz y observa el movimiento de los labios; mas nada entiende. Son también semejantes a quien, por ser corto de oído, grita mientras su interlocutor habla con suavidad. El estruendo de sus palabras termina por apagar la voz del otro. Por exceso de erudición construyen en sí una Babel. Por exceso de saber no aceptan las luces tan simples y puras que puso Dios para que el hombre vea la senda que le lleva al Padre. Y forman Babeles y tinieblas para los demás también.

 

Pertenecen a la tercera categoría todos aquellos que,

con los adoquines del racionalismo ajeno, pavimentaron

su propio corazón al objeto de hacerlo menos ignorante

 

Pertenecen a la tercera categoría todos aquellos que, con los adoquines del racionalismo ajeno, pavimentaron su propio corazón al objeto de hacerlo menos ignorante. Son éstos los adoradores de los ídolos humanos. No saben adorar a Dios con cuanto son y, en cambio, saben permanecer extáticos ante un pobre hombre que se hace pasar por superhombre. Cierran con su desconfianza la puerta al Verbo divino y aceptan, por el contrario, las teorías de uno semejante a ellos que tenga fama de sabio.

Les bastaría con pedir humildemente a la Gracia que les iluminase e instruyese sobre el valor de dichos puntos y la Gracia les haría ver cómo tales teorías y doctrinas se afianzan sobre puntos corroídos en su base por la polilla y la herrumbre y como sus voces aparecen desentonadas y en desacuerdo con las de Dios.

Quieren ser cultos y superhombres y para ello toman el primer alimento que encuentran. Los ídolos se presentan con ropaje pomposo prometiendo la deidad a todos. Y la voz de la serpiente les susurra: "Comed de este fruto y seréis semejantes a Dios". Y ellos, en su ignorancia, lo comen.

 

¡Hombres!, uno sólo es el fruto que os hace dioses:

el que pende de mi Cruz.

 

¡Hombres!, uno sólo es el fruto que os hace dioses: el que pende de mi Cruz.

Uno el que dice a vuestras mentes: "Effeta". Cristo.

Una la que fecunda el místico suelo de vuestro corazón para que en él nazca la semilla: mi Sangre.

Uno el sol que calienta y hace crecer en vosotros la espiga de vida eterna: el Amor.

Una la ciencia que hace de reja para abrir y roturar vuestra gleba disponiéndola para recibir la semilla: mi Ciencia.

Uno el Maestro: Yo, Cristo. Venid a Mí si queréis ser instruidos en la Verdad.

 

La cuarta categoría es la de los imprudentes.

 

La cuarta categoría es la de los imprudentes. Son vías francas por las que todo discurre. No se rodean de una santa defensa de fe y de fidelidad a Dios. Acogen la Palabra con gran satisfacción y se abren para recibirla; pero, con el pretexto especioso de que hay que ser condescendientes, se abren de igual suerte a todo género de doctrina.

Sí. Hay que ser muy condescendientes con los hermanos y no desairar a ninguno; pero hay que ser rigurosos en las cosas de Dios. Sí, hay que rogar por los hermanos, instruir a los hermanos, perdonar a los hermanos y defenderlos contra ellos mismos con un verdadero amor sobrenatural; mas sin hacerse cómplices de sus errores y continuando siendo rocas de granito frente a la disgregación de sus doctrinas humanas. Nada pasa que no deje rastro. Y es por ello gran imprudencia poner un estilete delante del corazón. Podría quitaros la vida o, al menos, produciros heridas difíciles de curar y que siempre dejan cicatriz.

Bienaventurados aquellos que son únicamente terreno de Dios y así continúan siéndolo con vigilancia asidua. Bienaventurados aquellos que, por ser blandos cual tierra recién movida, no tienen piedras para sus hermanos ni guijos para la Palabra.

El amor háceles almas adoradoras de la Palabra y almas compasivas para con los extraviados que se encuentran alejados de Ella. El amor es su más firme defensa y nada malo podrá dañar a su espíritu en el que crece, cual opulenta espiga, la Palabra de Vida. Y tanto más crece dando fruto: aquí como treinta, allí como cincuenta y más allá como cien, en la medida que en ellos es más dilatado el amor.

Y para quien lo posee de un modo absoluto, la Palabra viene a constituir su propia palabra, puesto que ellos dejan ya de ser, al hacerles su amor una misma cosa con Dios."

C. 43. 516-521

A. M. D. G.