(10-11)
Isaías: "¿Dónde habré ya de golpearos
si añadís nuevas prevaricaciones?"
Las víctimas, María, soportan dos cruces sobre sus débiles espaldas
Dice Isaías: ¿Dónde habré ya de golpearos si añadís nuevas prevaricaciones?
Las obras de vuestra mente (la cabeza) son obras dañadas
Falsos cristianos, me producís asco.
No queráis pecar. No lo queráis tan sólo. Lo demás lo haré Yo que os amo divinamente
No es la violencia la que proporciona pan y riqueza, tenedlo por seguro
Dice Jesús:
"Pequeño Cristo que has caído bajo la cruz, levántate, tómala y camina vertiendo lágrimas y derramando sangre.
No siempre la caída es por una culpa. Las víctimas caen por el dolor de las culpas de los demás y por conocimiento del fruto de aquel dolor. Y son éstas las caídas más santas, caídas semejantes a las mías por ser caídas de caridad.
Las víctimas, María, soportan dos cruces sobre sus
débiles espaldas
Las víctimas, María, soportan dos cruces sobre sus débiles espaldas: la de Jesús que ellas se prestan a llevar y la que habría de ser para castigo de sus hermanos. Para las víctimas, a las que se les descubre el futuro, semeja un mar el océano de dolor formado por los pecados de los hombres y, sin que el velo de su llanto se lo impida, háceseles patente todo el llanto futuro.
De nada sirve, María taparse los ojos. Es la mente la que ve porque, al estar unida a la mía, comparte con ella sus percepciones admirables. Es éste un don, si bien idéntico al que me hizo la soldadesca de Pilatos para coronarme rey: es un don punzante. Son espinas. Son espinas aquí. Se fiel a ellas. En la otra vida serán rosas.
Mira más allá del llanto, de las tinieblas, del océano
de dolor humano cuyas olas te anegan y envuelven
Mira más allá del llanto, de las tinieblas, del océano de dolor humano cuyas olas te anegan y envuelven -porque la posición de la víctima es semejante a la del rompeolas de un puerto que recibe sobre sí el embate de las tempestades del mar abierto rompiéndolas a expensas de ser destrozado- tras el horro que el mundo forja para sí, mira la tierra de paz, el amor beatífico y la vida extática que te aguardan.
Al otro lado de este tormento está tu Jesús que te espera. Al otro lado de estas llamas, el frescor de los jardines eternos. Allí ya no habrá más sed, más hambre, más cansancio, más dolor. Yo seré para ti fuente y manjar, descanso y felicidad. Reposarás sobre Mí oyéndome decirte que te amo y tú pudiéndome decir que me amas. Más allá de esta pobre vida se encuentra el verdadero amor. Más allá de esta pobre vida se encuentra el verdadero amor. Al presente es la hora de la cruz. Un poco más todavía y vendré.
Dice Isaías: "¿Dónde habré ya de golpearos si añadís
nuevas prevaricaciones?"
Escribe ahora para los sordos de espíritu. Dice Isaías: "¿Dónde habré ya de golpearos si añadís nuevas prevaricaciones?" Y continúa con la descripción de un cuerpo destrozado, descripción que me la han aplicado a Mí a la hora de la Pasión.
Mas no soy Yo, sois vosotros los que, con vuestro pecar, os habéis reducido a tal condición. Y si Yo estaba hecho una llaga y completamente lívido, era tan sólo porque en aquel momento me encontraba del modo que lo estáis vosotros ahora: en el ápice de la pericia en el pecar.
Las obras de vuestra mente (la cabeza)
son obras dañadas
Las obras de vuestra mente (la cabeza) son obras dañadas. Muy difícilmente es recto vuestro pensamiento. Corrompidos y devorados como estáis por la triple concupiscencia, no podéis alumbrar sino pensamientos enfermizos. Vuestras acciones y vuestras obras van marcadas con el sello de vuestras enfermedades mentales, espirituales. Vuestros sentimientos, salidos de un corazón tan dañado como vuestra mente, están más abrasados aún por la lujuria y por la soberbia. Llamarlos sentimientos resulta inexacto pues son menos aún que sentidos, tenedlo por cierto, hombres hambrientos de sensualidad y de egoísmo. No es ya el amor el que os mueve, es el interés, la voluptuosidad y el orgullo. Profanadores de vosotros mismos, ponéis vuestros miembros y vuestros órganos al servicio de vuestros deseos malsanos.
¿En dónde está vuestro espíritu? En el carnero donde se descompone cuanto muere. ¡Qué de tiempo os he deparado para vuestro espíritu! Mas vosotros lo habéis maleado hasta el punto de suspirar por la galera, pervirtiéndolo con obras propias de galeotes y de esta suerte a todos vosotros, pues mutuamente os causáis la ruina sin que haya bálsamo para vuestras llagas por cuanto perseguís y matáis a quienes os lo habrían de proporcionar.
Aún venís a Mí alguna que otra vez. Mas ¿por qué venís? ¿Acaso por hacerme cómplice de vuestras acciones homicidas? Dios no se presta a matar. ¿Venís por el miedo de ser muertos? Pues entonces, ¿por qué matáis? De nada sirve presentarme ofrendas cuando tras la mesa impoluta veo chorrear sangre de vuestras manos, podré de vuestros corazones y, dominando el murmullo falaz de vuestras preces, oigo silbar los malvados pensamientos que bullen en vuestras mentes.
Falsos cristianos, me producís asco.
Falsos cristianos, me producís asco. Al veros cabe mi altar me parecéis Judas. No es traicionando a los hermanos, no es robando, no es matando, no es mintiendo, no es fornicando ni corrompiendo como habéis de decir que sois mis fieles. Ya os dije con mis últimas palabras de Maestro -y, hasta entre vosotros, cuando uno se encuentra en la agonía, jamás miente- qué habéis de hacer para ser mis amigos y tener al lado a mi Padre y vuestro. Os dije que debéis ser puros, buenos, caritativos y obedientes; os dije que debéis dar crédito a mi Palabra y seguir mis enseñanzas; os dije que, para no morir, habéis de permanecer unidos conmigo.
¿Habéis hecho esto? No. Y por ello morís. Aparto mi vista de vosotros porque sois para Mí otros tantos discípulos traidores. Y si bien es cierto que, por ser todo Amor, habría querido redimir hasta al Iscariote, no es menos cierto que cuando lo tuve a mi lado en la Mesa y en el Huerto después de que concertó la infame venta, estremeciose todo mi ser con un movimiento de asco.
No os cierro las puertas de la Vida y de la Paz. Mas por el reino de la Vida y de la Paz no deben transitar seres impuros. Sumergíos en las cisternas benditas en las que la púrpura de mi Sangre purifique vuestras estolas manchadas. Sumergíos en las llamas del amor sacrificando vuestros lúbricos amores a un amor que os haga dignos de vuestro origen y de vuestro fin. Yo me destruí a Mí mismo para hacerme fuego purificador de los pecados de los hombres.
No queráis pecar. No lo queráis tan sólo. Lo demás lo haré
Yo que os amo divinamente
No queráis pecar. No lo queráis tan sólo. Lo demás lo haré Yo que os amo divinamente. Decíos: "No queremos pecar" y tratad de cumplirlo. Cual enfermos aquejados de una grave enfermedad ya superada, veréis cómo día a día va remitiendo la fiebre del mal y aumentando el vigor de la salud. Recobraréis el gusto de lo que es bueno y provechoso. La tranquilidad que ahora buscáis en vano a través de vuestros pasatiempos obscenos y de vuestras ocupaciones impregnadas de un egoísmo despiadado, tornará a vosotros por medio de la justicia y de la compasión de nuevo practicadas por vosotros. El ser buenos, ¡oh hijos!, vuelve al alma como la de un niño: confiada, jovial, dúctil y pacífica.
El reino de los Cielos, ya os lo dije, es del que se hace semejante a los niños. Y tendréis ya sobre la tierra un anticipo de aquel reino feliz si acudís al Padre con el alma vuelta inocente porque Dios ama a los niños y ante un alma que sabe hacerse niña por su amor y torna pura, buena, amorosa y fiel abre los diques de su Misericordia desbordando torrentes de gracias.
El mundo que agoniza tiene necesidad de este baño de Misericordia para limpiar todas las suciedades y la sangre toda, haciendo acopio de bienes para las necesidades de los hombres.
No es la violencia la que proporciona pan y riqueza,
tenedlo por seguro
No es la violencia la que proporciona pan y riqueza, tenedlo por seguro. La violencia no cuenta con la bendición divina y donde ésta falta, por más que sembréis trigo, nacerá cicuta y si criáis corderos, éstos se cambiaran a hienas.
No, hijos. Volved al Señor, y Dios repetirá para vosotros, una vez restituidos a su morada, el milagro del antiguo maná. Nada es imposible para Dios, como nada tampoco es imposible para el hombre que vive en Dios.
C. 43, 521-524
A. M. D. G.