15-11
El Padre te mira
El Dios Eterno, nuestro Padre, está sobre ti.
Esta comunicación la tuve de improviso mientras estaba corrigiendo unos folios mecanografiados,
Descripción de la visión del Padre
Dice Jesús:
"El Padre te mira. Como pajarillo que se siente abrigado y seguro bajo los vigilantes cuidados de sus padres, así te encuentras tú bajo la mirada de Dios que te contempla con amor. Piensa que estás cobijada, caldeada y nutrida por el Amor.
El Dios Eterno, nuestro Padre, está sobre ti.
El Dios Eterno, nuestro Padre, está sobre ti. Mira y siente esta fuerza que se derrama sobre ti desde lo alto de los cielos, esta sonrisa que te inunda de alegría sobrenatural, esta luz que te calienta y dirige. Necesitas verla con el ojo de la mente para poder hacer hoy de ella tu pan.
Otro alimento te será dado y bien amargo por cierto. Mas él de tal manera nutrirá tu espíritu, que su amargor será incapaz de ocasionarte la muerte."
Esta comunicación la tuve de improviso mientras estaba
corrigiendo unos folios mecanografiados,
Esta comunicación la tuve de improviso mientras estaba corrigiendo unos folios mecanografiados, habiéndola recibido en unos momentos en que leía folios nada placenteros y otros míos personales. Eran dictados de una severidad general tremenda. Y al mismo tiempo tuve la visión intelectual del "amor del Padre".
Digo "amor del Padre" por cuanto no podría decir haber visto al Eterno Padre del modo que veo al Hijo: humanamente. Mas, ciertamente, lo vi. Y si, al hablar un día de María Santísima (12 de septiembre), dije que vi el cuerpo espiritualizado de María al modo de una emanación de luz en la luz, aunque siempre en forma de cuerpo, ahora podría decir que he visto una luz inmensa, de una alegría incomparable, en la que se transparentaba una idea de rostro. Digo idea porque era como si esa inmensa luz lo velase acumulando sobre él estratos y más estratos de esplendor a fin de hacérmelo capaz de ver con mis pobres ojos humanos.
Descripción de la visión del Padre
Un rostro vuelto hacia mí y dos brazos extendidos como para protegerme o abrazarme. Nada más. Eso que entreví era de una belleza incomparable. La mirada viva, de una perenne juventud y, a la vez, penetrada de una dignidad propia de edad madura con un mirar bondadoso de anciano. Su semblante, igualmente, era majestuoso aunque sin muestras de vejez o de excesiva juventud. Un rostro, en fin, perfecto en la edad y en la forma.
¡Pobres palabras mías, qué pena me causa vuestra insuficiencia para la descripción!
Mas lo que, de verdad, resulta indescribible es lo que mi Jesús denomina "la sonrisa" del Padre. Es un rictus carente de voz, pero que encierra en sí todas las palabras más reconfortantes. Y yo, lo mismo que un pajarillo llegado hasta el trance de temblar de soledad y de miedo, de frío y de inanición, me siento penetrar y caldear por ella, perfectamente segura.
Sea bendito el Altísimo que, a una pobre criatura como yo, le permite comprender su paternidad santísima.
C.43, 537-539
A. M. D. G.