17-11. Isaías. Cap. 10.º.

 

 

"Bastón y vara de la cólera de Dios"

 

 


 

Entre vosotros no hay categoría social exenta de culpa 

 vosotros que sois grandes ahora, ¿qué haréis cuando, en la medida de vuestro mal obrar, se alce contra vosotros la ira de Dios y la de los oprimidos?

  Yo, más poderoso que Satanás, no bien juzgo llegada la hora de un nuevo diluvio, os tomo y me valgo de vosotros, los unos contra los otros: naciones contra naciones y, a escala menor, pariente o amigos contra parientes ...

   ¡Oh, bienaventurados estos cristos que vosotros desconocéis, pero a los que mi Corazón recoge como perlas preciosas en un joyero!

  Oh vosotros, que sois ya ahora vivientes del espíritu, precursores de Cristo en su segunda venida, antítesis de los precursores del Anticristo...

 


 

Dice Jesús:

"Al llevar a cabo obras de maldad os hacéis instrumentos de Satanás. Grandes y humildes no os diferenciáis en el obrar. Sois dominantes y ladrones. Los grandes, con abuso de poder y latrocinio. Los pequeños, con una prepotencia y latrocinio muco mayores de lo que su condición haría pensar que fuesen capaces. Y, aún así no se sienten satisfechos y ansían alcanzar otro grado mayor a fin de poder oprimir y robar más.

 

Entre vosotros no hay categoría social exenta de culpa

 

Entre vosotros no hay categoría social exenta de culpa. Y aquellos de entre vosotros que son moralmente honrados o santos por amor de Dios, constituyen vuestras víctimas preferidas porque, subversores como sois de la Ley del amor, pagáis con odio al que os dispensa amor y bondad, sois malos con los buenos y torturáis a quien, en nombre de Dios, no os devuelve mal por mal.

Mas, aunque no os lo parezca, no penséis que hayáis de quedar impunes. Las gentes ven el castigo del grande y les pasa inadvertido el del pequeño porque el grande, al caer, produce fuerte estrépito y el pequeño, en cambio, pasa sin llamarles la atención entre los muchos casos del mundo. Mas ya, desde esta vida, no quedaréis sin castigo. Os tomo cuando y donde menos lo pensáis. Lo demás vendrá después en la otra vida donde no habrá piedad para los duros de corazón.

 

vosotros que sois grandes ahora, ¿qué haréis cuando,

 en la medida de vuestro mal obrar, se alce contra

vosotros la ira de Dios y la de los oprimidos?

 

Pues bien, vosotros, vosotros que sois grandes ahora, ¿qué haréis cuando, en la medida de vuestro mal obrar, se alce contra vosotros la ira de Dios y la de los oprimidos? ¿No la sentís cernerse ya sobre vosotros y ascender cargada de rayos y pletórica, rompiendo  todos los diques? Y cuando la nube reviente y desborde la tromba, ¿a dónde iréis vosotros que derramasteis el odio, el dolor y la injusticia a lo largo de vuestro camino, sembradores locos y endemoniados, usurpadores del pan de los demás y destructores del bien ajeno?

¿Cómo no pensasteis, cuando contabais con el tiempo, en prepararos con las riquezas injustas un refugio junto a los corazones de los hombres y de Dios? ¡Cuánto bien podíais haber hecho, viviendo bendecidos, y pasar así, bendecidos, a la Vida de la gloria verdadera! Y ¿cómo podréis vivir sin fe y sin amor cuando seáis sojuzgados al igual que vosotros sojuzgasteis a otros?

 

Yo, más poderoso que Satanás, no bien juzgo llegada la

hora de un nuevo diluvio, os tomo y me valgo de vosotros,

los unos contra los otros: naciones contra naciones y,

a escala menor, pariente o amigos contra parientes ...

 

Os hacéis instrumentos de Satanás. Pero Yo, más poderoso que Satanás, no bien juzgo llegada la hora de un nuevo diluvio, os tomo y me valgo de vosotros, los unos contra los otros: naciones contra naciones y, a escala menor, pariente o amigos contra parientes y amigos, haciendo del hombre castigo del hombre, castigando las culpas del hombre a través de las culpas del hombre, su semejante. ¿Oprimís vosotros? Pues bien, Yo permito que otros os opriman a vosotros. ¿Robáis una patria?  Pues bien, Yo permito que otros os roben a vosotros la vuestra. Bien dice Isaías: "Bastón y vara de la cólera de Dios". Esto sois el uno para el otro cuando sobrepasáis la medida.

Así pues, estaría bien que aquellos para los que la lucha es próspera y les sonríe la victoria, no se creyesen ser para siempre los predilectos de Dios y, menos aún, que se tuviesen por tan perfectos que llegaran a creerse merecedores ante Dios de todo éxito humano.

No. Si aquel que triunfa hace mal uso de su triunfo, a ese tal Yo le heriré y le abatiré hasta el polvo. Yo soy el Rey, el Señor y nadie más grande que Yo. Yo soy el Justo y desconozco la parcialidad. Mi mirada contempla a todos con una luz igual. Idéntico es el tronco del que procedéis e idénticas vuestras obligaciones para con Dios, Creador vuestro, como idéntico es para todos vosotros su pensamiento. El más civilizado, como el salvaje que, fuera de su selva virgen, lo ignora todo. Penetrando como penetro la verdad de vuestros pensamientos y la inocencia de vuestros sentimientos, ¡cuántas veces miro con amor al salvaje que se postra adorando aquel simulacro que para él es dios y, mediante ese simulacro se hace bueno, y aparto mi vista con desdén del civilizado que niega a Dios, al que conoce, con su palabra blasfema, con su pensamiento negador y con sus obras malditas!

Una vez transcurrida la hora del castigo, Yo, no lo olvidéis, pronuncio mi "Basta" y reúno a las turbas heridas y dispersas dándoles paz y pan porque soy Padre, y si no estuvierais ebrios de sangre o intoxicados con el deseo de beberla, os proporcionaría de continuo paz y pan. Con tanta mayor premura y con tanta mayor abundancia y seguridad os daría pan y paz, cuanto mayor fuera el número de los justos de Dios entre las turbas de locos mezclados en el común azote, no para su castigo cuanto para vuestra redención, ya que el Bien, si ha de florecer, precisa siempre de lágrimas de santos y de holocaustos de redentores.

 

¡Oh, bienaventurados estos cristos que vosotros

 desconocéis, pero a los que mi Corazón recoge como

perlas preciosas en un joyero!

 

¡Oh, bienaventurados estos cristos que vosotros desconocéis, pero a los que mi Corazón recoge como perlas preciosas en un joyero! ¡Oh, bienaventurados estos ángeles que, en medio del coro de blasfemias y obscenidades en que perecéis, saben cantar el "Gloria" y el "Sanctus" a su Dios! Purificadores en esta tierra de los miasmas producidas por vuestras culpas, viven ardiendo como turíbulos y ofrecen a Dios el fuego más sagrado: el del amor. Por éstos Yo llegaré a realizar el milagro del perdón, el milagro de reunir los restos de mi pueblo y el de hacerles comprender que sólo en Dios está la salvación. Los demás, aquellos que no quieren ser mi pueblo  –tened en cuenta que Yo no mido con vuestra medida– irán en seguimiento de la enseña de su rey.

No debe perecer el mundo sin que el ejército de Cristo quede agrupado bajo su caudillaje. Dispersos, heridos, abatidos, reducidos a la condición de las arenas que el viento desparrama en las riberas del mar, oiréis la orden y vendréis a Mí. Porque llegará un momento en que Yo seré Rey de estos pobres reinos sin corona y de estos súbditos sin rey. Veo ya a los espíritus de aquel tiempo atender la llamada y avanzar luchando contra los obstáculos sembrados por siglos de error y venir hacia la Luz y hacia la Verdad. Digo "espíritus", porque sólo los vivientes del espíritu podrán reconocer la Voz que les llama.

 

Oh vosotros, que sois ya ahora vivientes del espíritu,

 precursores de Cristo en su segunda venida, antítesis

de los precursores del Anticristo...

 

¡Oh vosotros, que sois ya ahora vivientes del espíritu, precursores de Cristo en su segunda venida, antítesis de los precursores del Anticristo que realizan en su nombre la obra preparatoria de la desolación, disponedme los caminos con vuestros holocausto! Lo precursores del hijo de Satanás aparecen revestidos de dignidad humana; los precursores del Hijo de Dios llevan la misma corona de su Rey y su trono y su cátedra son la cruz y el dolor.

Mas, como siempre, y particularmente ahora en que con el Dolor debéis vencer al Pecado, es siempre el dolor el que salva y siempre el sacrificio el que redime. Y ahora el mundo, si ha de ser redimido, tiene necesidad de estar cubierto, no tanto de espigas cuanto de almas heroicas y de víctimas de caridad."

C. 43, 542-545

A. M. D. G.