18-11. Isaías. Cap. 11.º
Sigo hablando a mis precursores
No os sentiréis defraudados en dicha hora, seguidores amorosos del Amor hecho carne
Triunfo de vuestro triunfo será, hijos, aquella hora.
Dice Jesús:
Sigo hablando a mis precursores, a aquellos que con su holocausto preparan los caminos del Señor y evangelizan con el procedimiento único de su santa vida.
Regocijaos, siervos míos fieles, que no os contentáis
con salvar vuestra alma sino que os ofrecéis para que
venza la Luz a las Tinieblas y alcance la salvación a
muchos que ahora no se preocupan de ella.
Regocijaos, siervos míos fieles, que no os contentáis con salvar vuestra alma sino que os ofrecéis para que venza la Luz a las Tinieblas y alcance la salvación a muchos que ahora no se preocupan de ella. Cuando llegue mi hora, no estaré solo para reinar. vosotros estaréis conmigo. Ya desde esta tierra estaréis conmigo durante mi Reinado de amor y de paz. ¿Acaso no os prometí que estaréis donde Yo esté y que tendréis un puesto en mi Reino? como dignatarios de una corte, vuestros espíritus serán mi corona en la tierra sirviéndome cual luminosos ministros y heredarán aquella posesión de la Tierra que Yo prometí a los mansos y que se convertirá en posesión del Cielo cuando ya no exista la Tierra.
Mucho antes de aquella hora, vosotros, los justos, poseeréis el Cielo. Él está abierto para recibiros en la hora de vuestro tránsito fuera de la cárcel actual. Mas entonces será posesión fúlgida, completa, manifiesta a todas las criaturas, asunción a la gloria, incluso de la carne con que conquistasteis el Cielo al hacer de la misma, mediante la fidelidad a vuestro Dios, el principal instrumento de sacrificio.
Vencedores de Satanás, corruptor de la carne,
vencedores de la sensualidad que se agita en vosotros
como secuela del pecado y por instigación de Satanás,
poseeréis el Universo junto a vuestro Dios
Vencedores de Satanás, corruptor de la carne, vencedores de la sensualidad que se agita en vosotros como secuela del pecado y por instigación de Satanás, poseeréis el Universo junto a vuestro Dios y seréis espejos de Dios que se manifestará con todo su esplendor en vuestras carnes glorificadas. Seréis, ¡oh hijos santos!, semejantes al Padre, semejantes a Jesús, Hijo mío santísimo (Sobre una copia mecanografiada anota María Valtorta: "Comienza aquí a hablar Dios Padre en lugar del Hijo".), semejantes a María, nuestra Reina.
Tenéis la semejanza intelectiva con el Padre y la humana con los dos gloriosísimos Vivientes del Cielo y, puesto que el gozar de Entendimiento es como poseer la Palabra y el Amor y, como donde está Uno están los otros Dos de la Trinidad perfecta, vosotros, al tener la semejanza con el Padre, alcanzaréis aquella Perfección que le hizo al hombre semejante a Él y lo eligió por hijo.[(Señalando este punto con una crucecita, anota asimismo María Valtorta en una media hoja de carta que después cose con hilo a la página del cuaderno: "No necesita, dice, sino la semejanza humana porque, al asemejarse al Dios Padre, se tendrá también la semejanza del Hijo en cuanto Dios. Por tanto, quien es semejante a Dios, Espíritu creador, no tiene sino tomar la semejanza física del Dios encarnado y de su Madre que fue la creada a perfecta imagen y semejanza de Dios (explicación dada Por N.S. en el dictado del 18-11)"].
Antes de aquella hora seréis los dignatarios de mi Hijo, contemplaréis el milagro de amor de una Tierra saturada de paz que vuelve a escuchar a Dios y conoceréis cuál habría sido el modo de vivir del hombre de no haberse envilecido a sí mismo mediante su contubernio con Satanás.
No os sentiréis defraudados en dicha hora,
seguidores amorosos del Amor hecho carne
No os sentiréis defraudados en dicha hora, seguidores amorosos del Amor hecho carne. Cuanto ahora oís publicar como palabra de mi Hijo a sus más predilectos, lo sentiréis resonar por los cuatro ámbitos del globo y veréis a los hombres acudir sedientos de la Ciencia verdadera. A los hombres, no a brutos vestidos de hombre, ni a demonios con rostro humano, ni a los eternos Judas que venden a mi Hijo, hiriendo con su venta al Amor trino que es indisolublemente Uno.
Si ahora es el tiempo en que escuadrones de ángeles, al mando de Dios, luchan contra escuadrones de demonios que intentan someter la Tierra, entonces será el tiempo en que escuadrones de justos ararán la Tierra preparándola para la Palabra que habrá de reinar por única vez sobre la Tierra antes de la desaparición del mundo.
Donde está el Maestro allí están sus discípulos y vosotros allí estaréis. Y, puesto que amasteis al Maestro más que a vosotros mismos, allá estaréis vosotros en donde Él habrá de impartir su última lección.
Y después con Él, en fila luminosa en dirección a la Luz que torna a los Cielos, volveréis a aquella morada para rogar por los vivientes de la última hora y aguardaréis la Hora del Juicio en el que, asimismo, estaréis junto a mi Hijo, no ya Salvador sino Juez del mundo, por cuanto el tiempo de la salvación habrá ya pasado y estará completo el número de los elegidos.
Triunfo de vuestro triunfo será, hijos, aquella hora.
Triunfo de vuestro triunfo será, hijos, aquella hora. Y porque os amo, dígoos que no debéis poner límite alguno a vuestra voluntad activa de conquistar la santidad, porque aquella hora será tal para vosotros, que mil vidas inmoladas por ella y los tesoros de la tierra dejados por aquel tesoro, no bastarían a establecer comparación con la gloria de aquel instante y con la beatitud de la eterna posesión de Dios."
C. 43, 545-547
A. M. D. G.