24-11.

 Isaías. Cap. 41-42-43.

 

 

Pásmase de estupor el Universo ante

 

un Dios que encarna parte de Sí mismo.

 

 


 

El Vencedor, mi Hijo santo, vino a acosar a las fuerzas del Mal poniéndolas en fuga y a establecer el pacto de alianza y de paz entre Dios y el hombre.

   A qué pues desconfiar en todas vuestras necesidades, en todas vuestras penas y en todas vuestras desventuras Amadme pues con un super-amor y amad en igual medida a mi Verbo que vino a daros la Vida.

   por donde pasa y en donde se queda mi Hijo santo, allí brota a raudales la gracia del Señor y florecen los lirios y las rosas,...

  No abriguéis temor de estar junto a Nosotros que os amamos.

   Sin el Padre no habríais podido tener al Hijo y sin el Hijo no habríais podido tener al Espíritu

   No prestéis oídos a voces falsas que os predican una doctrina distinta de la que fue portador mi Hijo.

   El Primogénito de todos vosotros, el Consagrado ab aeterno al Señor, habla con la voz de su amor, enseña con el ejemplo y redime con su sacrificio.

  Echó mano de su indestructible poder de Dios ... no para reinar sino para haceros reinar a vosotros: sobre el mal, sobre las enfermedades y sobre la muerte

  No os fijéis en los azotes, ... Fijaos en los tormentos espirituales que inferís a mi Santo con vuestras resistencias a sus llamadas.

 


 

Dice Jesús (Ahora bien, sobre una copia mecanografiada, hace constar M.V.: "Habla el Padre Santísimo. Todo el dictado es de Dios Padre"):

"Ante un Dios que encarna parte de Sí mismo (La indestructible trinidad de Dios aparece afirmada seguidamente al igual que en los dictados del 1 de julio (2.ª parte), 19 de agosto, 11 de octubre, 25 de octubre (2.ª parte), 5 de noviembre ( final) y 29 de diciembre.) para hacer de esa parte salvación de sus criaturas culpables, pásmase de estupor el Universo y se postra en adoración silenciosa antes de entonar el cántico de las esferas y de los mundos que se llenan de júbilo al ver la Perfección que baja a traer el Amor al planeta cubierto por el pecado.

 

El Vencedor, mi Hijo santo, vino a acosar a las fuerzas

del Mal poniéndolas en fuga y a establecer el pacto de

 alianza y de paz entre Dios y el hombre.

 

El Vencedor, mi Hijo santo, vino a acosar a las fuerzas del Mal poniéndolas en fuga y a establecer el pacto de alianza y de paz entre Dios y el hombre.

El pasa ahora también entre vosotros sin dejar más huella que la de su amor, huella que sólo los puros y rectos de corazón reconocen y siguen, ya que la Paz atrae a los pacíficos, la Misericordia a los buenos, la Justicia a los justos y la Pureza a los puros. Él viene todavía y, tomándoos de la mano, os dice: "No temáis, que he venido para ayudaros".

 

¿A qué pues desconfiar en todas vuestras necesidades,

 en todas vuestras penas y en todas vuestras desventuras?

 Amadme pues con un super-amor y amad en igual medida

a mi Verbo que vino a daros la Vida.

 

¿A qué pues desconfiar en todas vuestras necesidades, en todas vuestras penas y en todas vuestras desventuras? Tenéis entre vosotros a Aquel cuyos deseos no sabe desatender el Padre por cuanto mi Hijo colmó con creces todos mis deseos y, en consecuencia, le debo justa correspondencia.

Si reflexionarais, cristianos, hijos de mi Hijo, a los que os engendró a la Gracia con su sacrificio de Hombre y de Dios; si os dierais cuenta de las condiciones en que os colocó, habríais, no ya de adorarme y amarme de por vida sino de amarme y adorarme durante cien y más vidas que os fuese dado vivir. Amadme pues con un super-amor y amad en igual medida a mi Verbo que vino a daros la Vida.

 

por donde pasa y en donde se queda mi Hijo santo, allí

brota a raudales la gracia del Señor y florecen

los lirios y las rosas,...

 

Si creyerais en Él, aun cuando estuvieseis muertos, volveríais a vivir y, aun cuando fueseis tierra árida y sin vegetación, os cubriríais de verdor y de refrescantes aguas, ya que, por donde pasa y en donde se queda mi Hijo santo, allí brota a raudales la gracia del Señor y florecen los lirios y las rosas, crecen las palmeras y los olivos y, a mayor altura que los cedros, las virtudes en el corazón de los hombres.

Cuando de una tierra corrompida, cual flor en un montón de estiércol, veis surgir un santo; cuando de la nulidad de un hombre veis elevarse un atleta de Cristo; cuando veis brillar una luz allí donde no había sino tinieblas y donde antes reinaba el silencio oís resonar una voz que ilumina e instruye en el nombre de Dios, alzad la mirada y vuestra alma para dar con el poder creador de tal prodigio: el mío que, igual que formó al hombre del barro, puede del hombre formar al santo, al portador de Dios, al tabernáculo de Dios, al arca santa sobre la que se posa mi Gloria y desde la que mi Sabiduría habla a los espíritus.

 

No abriguéis temor de estar junto a Nosotros

que os amamos.

 

No abriguéis temor de estar junto a Nosotros que os amamos. No rompáis nuestra Unidad amando a Uno y no a los Otros. Nosotros nos amamos y estamos unidos por el amor. Haced otro tanto vosotros.

No debe hacer el Hijo que os olvidéis del Padre. Él no lo hace. Él os enseña a amarme y de sus labios santos brotó la oración perfecta dirigida al Padre de los Cielos. No debe hacer el Hijo que os olvidéis del Espíritu Santo. Él no lo hace. Y, como en los umbrales de su predicación os enseñó a pedirme a Mí, así, en los umbrales de su Pasión, os enseñó a amar al Paráclito que habría de ser el Iluminador de la Verdad enseñada.

 

Sin el Padre no habríais podido tener al Hijo y sin el Hijo

 no habríais podido tener al Espíritu

 

Sin el Padre no habríais podido tener al Hijo y sin el Hijo no habríais podido tener al Espíritu. Sin el Espíritu no podríais comprender la Palabra y, sin comprender la Palabra, seguir, como justos, sus dictámenes y conquistar la posesión del Padre.

Como elipses de luz, las causas y los efectos van de Dios: polo superior, a vosotros: polo inferior, y de vosotros revierten a Dios. No podéis situar corte alguno en la mística parábola. La Unidad es irrompible. Mas si llega a romperse por obra de un amor deforme, no podéis ya, sin peligro, remontaros de nuevo a la Perfección porque, con vuestro desorden, borráis la estela de la Caridad que atrae hacia sí, cual red divina, a los espíritus de aquellos que alcanzaron a comprender lo que es Dios y aman a Dios, Espíritu perfecto, con un amor sin mezcla de humanidad.

 

No prestéis oídos a voces falsas que os predican una

 doctrina distinta de la que fue portador mi Hijo.

 

No prestéis oídos a voces falsas que os predican una doctrina distinta de la que fue portador mi Hijo. ¿Cómo han de poder estos pregoneros de "palabras nuevas" decir palabras de Vida si no está en ellos la Vida y son más falaces que los simulacros de los dioses falsos? No hagáis de ellos dioses pues es abominable hacerse creer tales lo mismo que creerlo. Uno sólo es Dios: Yo y Aquel a quien Yo mandé, que se encarnó por obra del Amor. Los demás son seres inicuos vendidos a Satanás y vendedores vuestros a la Serpiente maldita.

Mirad a mi santo Hijo, a mi Cristo, obediente cual siervo por amor al Padre, Él, el Eterno, igual a Mí. Él es el que arrancó la amargura de mi seno y me atrajo los hijos que de Mí se habían separado. Mi espíritu está en Él porque Yo soy uno con Él que se hace ministro del Pensamiento del Padre. Comparadle con vuestros mentidos "mesías" y veréis cuán dulce y perfecto es mi Hijo, el Deseado de las gentes, el Salvador del mundo.

 

El Primogénito de todos vosotros, el Consagrado

ab aeterno al Señor, habla con la voz de su amor, enseña

con el ejemplo y redime con su sacrificio.

 

En Él, con plenitud de todas las virtudes en grado de perfección, se encuentran la Justicia y la Misericordia; mas, como es bondadoso y santo, no se impone, no grita, no amenaza ni oprime. El Primogénito de todos vosotros, el Consagrado ab aeterno al Señor, habla con la voz de su amor, enseña con el ejemplo y redime con su sacrificio. Es como el agua benéfica que cae de los cielos en abril para lavar y vivificar las flores y las tierras llevando la vida allí donde las tormentas arrasaron la floresta. Es como luz que desciende para mostrar el camino, pero tan suave que no os percatáis de ella hasta que la perdisteis. Es como voz que llama para conducir a la Verdad sin que salgan de sus labios palabras duras contra las miserias del hombre.

Dejó el abrazo del Padre para hacerse embajador de mi Ley ante vosotros y se inmoló a sí mismo a vida oscura y trágica muerte para que en el pacto de alianza entre la humanidad y Dios se estampara un sello que no hay fuerza alguna que lo pueda arrancar: el de su Sangre que aparece como espléndida firma al pie del tratado de perdón.

 

Echó mano de su indestructible poder de Dios ... no para

 reinar sino para haceros reinar a vosotros: sobre el mal,

 sobre las enfermedades y sobre la muerte

 

Echó mano de su indestructible poder de Dios al que no anuló su nueva condición de hombre, no para reinar sino para haceros reinar a vosotros: sobre el mal, sobre las enfermedades y sobre la muerte. Empleó su Sabiduría, no para esclavizaros, sino para elevaros. Hizo de Sí moneda de rescate, camino y puente para ayudaros a superar los obstáculos que os interceptaban el Cielo, comprando éste para vosotros.

Y sobre Él, el Inocente, hube yo de cargar mi mano por cuanto eran infinitas vuestras culpas pasadas, presentes y futuras e infinito, por tanto, había de ser el sacrificio ofrecido para anularlas. ¿Podéis vosotros, acaso, medir este volumen de sacrificio? No, no lo podéis. Sólo Yo conozco los sufrimientos de mi Criatura divina.

No os fijéis en el suplicio material que duró pocas horas. No solamente en aquella hora llegó a sufrir el Verbo. Durante siglos y siglos mezclose en su beatitud de Dios el río indescriptible de angustias de su dolor. Dolor por las ofensas a su Padre amadísimo, dolor por los desprecios a las luces del Paráclito, dolor por las ofensas al Verbo en vano entregado a las turbas, dolor por las culpas futuras que habrían de poner sus pies soeces sobre la santidad de su Yo santísimo, y dolor por la inutilidad de su sacrificio para gran parte de los vivientes.

 

No os fijéis en los azotes, ... Fijaos en los tormentos

 espirituales que inferís a mi Santo con vuestras

resistencias a sus llamadas.

 

No os fijéis en los azotes, en las espinas, en los clavos con que fue martirizada su Carne por los ciegos de entonces. Fijaos en los tormentos espirituales que inferís a mi Santo con vuestras resistencias a sus llamadas.

Y ¿quiénes más sordos y ciegos que vosotros? No tenéis rotos los tímpanos, ni las pupilas, sino el espíritu, haciendo con ello que la Ley sublime que mi Hijo vino a traeros y que aún os trae, no penetre en vosotros o, si penetra, salga al punto como de una criba sin fondo.

De donde, como secuela de esta vuestra deformidad espiritual de la que sois autores voluntarios, tenéis las guerras atroces en las que, aparte vidas y haciendas, perdéis cada vez más el amor y con él a Dios.

Ahora bien, no todos vosotros sois leprosos ni ensatanados. Entre vosotros, raros como en el hueco de las ostras, hay fieles de mi Hijo y míos. A ellos les digo: "Permaneced fieles y yo os juro que estaré con vosotros. Sed los pregoneros de mi Verbo y testigos de nuestra Justicia, de nuestra Misericordia y de nuestra Santidad. En esta vida nos tendréis a vuestro lado y en la otra lo estaréis vosotros al nuestro contemplando las obras de la Divinidad. Cuando Aquel en quien delegué todo juicio venga a separar el trigo de la cizaña y a bendecir a los corderos maldiciendo a los áspides y a los carneros, vosotros estaréis en torno a Él formando círculos de luz festiva, rodeando la Luz grandiosa y regia de la Divinidad encarnada. Vosotros seréis el nuevo pueblo de Dios, el pueblo eterno sobre el que reinará mi bendito y santísimo Hijo y anunciaréis sus alabanzas a las estrellas y a los planetas ya que todo cuanto se hizo lo fue para que sirviese de trono a la víctima, al Héroe, al Santo en el que no hay mancha y en el que se posa la complacencia del Padre. Y así, astros y planetas deben, a la hora de su triunfo, formar una alfombra de perlas al Rey del mundo que pasa seguido de su cortejo de santos para entrar en la Jerusalén eterna cuando esta vicisitud de la creación haya concluido con la destrucción de la Tierra y con el Juicio de las Gentes". "

Al comienzo de este dictado he escrito: "Dice Jesús". Mas, como usted (P. Migliorini.) ve, es aquí el Padre Santísimo el que habla enalteciendo a su Hijo.

C.43, 559-563

A. M. D. G.