30 noviembre 1943

 Miqueas. Cap. 5.º, v. 1-5.

 

 

Belén, la predestinada a recibir

 

al Salvador.

 

PROFECÍAS

 

 


 

El Esperado de las gentes, aquel cuyo cetro es una cruz, cuya ley la constituyen el amor y el perdón, cuya obra es la redención, debía nacer donde muriera Raquel al dar a luz al hijo de su dolor

   Le fue dado el Hijo a la Virgen que nunca pensara en conocer la maternidad.

   Después el Hijo del hombre volverá a subir al Cielo saliendo del sepulcro como piedra disparada por un arco.

   Rey de un reino que no tendrá fin, dominará eternamente con la fuerza de su amor todo cuanto existe y que Yo puse por escabel de sus pies traspasados.  

 


 

Dice Jesús (Más bien nuestro Eterno Padre):

Se te expuso (26 de noviembre) la razón por la que, entre todas las ciudades de Judá, fue predestinada Belén a ser la que habría de recibir al Salvador. Grande, no tanto por la muerte de Raquel y por el cetro a ella venido con la estirpe de Judá (Esta palabra: "Judá" es poco legible en el manuscrito y se encuentra sobrepuesta a otra que parece ser: "David".), sino más bien por haber acogido al verdadero Rey al que, hasta el fin de los tiempos, mirarán todas las gentes, ya con amor sin límites o con odio igualmente ilimitado.

 

El Esperado de las gentes, aquel cuyo cetro es una cruz,

cuya ley la constituyen el amor y el perdón, cuya obra

es la redención, debía nacer donde muriera Raquel

al dar a luz al hijo de su dolor

 

El Esperado de las gentes, aquel cuyo cetro es una cruz, cuya ley la constituyen el amor y el perdón, cuya obra es la redención, debía nacer donde muriera Raquel al dar a luz al hijo de su dolor, proporcionando a Jacob el hijo tan amado como lo es para el hombre su diestra, debía nacer de Aquella, mucho más grande que Raquel en sus méritos y en el dolor, que fue madre, no por obra de la carne sino por obra del Espíritu Santo, y por un querer del Eterno dio a luz a su Unigénito en contra de su pensamiento humano.

 

Le fue dado el Hijo a la Virgen que nunca pensara en

conocer la maternidad.

 

Le fue dado el Hijo a la Virgen que nunca pensara en conocer la maternidad. El pan de la obediencia lo partió María antes que Jesús quien, al igual de su Padre, no fuerza a los suyos a obedecerle sino que, si ha de entregarse a ellos, les pide una adhesión de amor. María dio pues a luz al Mesías, Señor del mundo, que permanecerá en su tierra (Palestina) hasta tanto esta tierra culpable no le eche fuera de su seno, tiñendo sus vestidos, no con la sangre de la uva sino con su Sangre divina.

 

Después el Hijo del hombre volverá a subir al Cielo

saliendo del sepulcro como piedra disparada por un arco.

 

Después el Hijo del hombre volverá a subir al Cielo saliendo del sepulcro como piedra disparada por un arco. Mas ¡ay de aquel lugar que le rechazó! y ¡ay, también, de aquellos corazones homicidas! Por todas las desolaciones que infligieron al Santo serán ellos desolados pasando a la historia, a través de los siglos, con el sobrenombre de deicidas.

Engendrado como Hijo de Dios desde los días de la eternidad; engendrado como hijo del hombre en el tiempo fijado por Dios, Él dominará, mas no con ropaje y corona de humano dominio. Ahora bien, por más que no reinó en la tierra de Judá y que ésta le trató como a malhechor, su reinado, os lo juro, vendrá también sobre ella.

 

Rey de un reino que no tendrá fin, dominará eternamente

 con la fuerza de su amor todo cuanto existe y que Yo puse

por escabel de sus pies traspasados.

 

Reuniré en su diestra a todas las castas, pues a todas las redimió mi Hijo, y escogeré, de entre ellas, a las que en sí tienen sed de Verdad. Rey de un reino que no tendrá fin, dominará eternamente con la fuerza de su amor todo cuanto existe y que Yo puse por escabel de sus pies traspasados.

Y, bienaventurados aquellos que se conviertan a su amor o le permanezcan fieles hasta el fin. Estos, junto con Él, heredarán la Tierra; y la Paz, de la que Él es Artífice, será su patrimonio por los siglos de los siglos."

 

También aquí me doy cuenta, al leer lo escrito, que quien habla es Nuestro Padre.

Son las 9 de la mañana. El otro fragmento, el del día 29, lo escribí por la tarde en medio de atroces sufrimientos que me torturaron durante todo el día hasta culminar, a las 18, en una crisis de asfixia.

Jesús me tenía n su poder desde primeras horas de la noche: desde que me dijera: "Busca el punto de las 70 semanas". Y le aseguro (P. Migliorini) que esto me había hecho también sufrir durante el día. Estaba como trasoñada. Hasta los demás se percataron de ello. Y, con todo, no veía el momento deque llegase la noche porque sentía que Jesús la esperaba para hablar. Me encontraba tan cansada que, se lo digo como si fuera en confesión, escribí maquinalmente dictándome Jesús palabra por palabra. Me dormía tiesa y se me cerraban los ojos. No bien terminó, cerré el cuaderno sin tener cuenta de más y sólo esta mañana me he enterado de cuanto maquinalmente había escrito.

¡Buen Jesús! ¡Qué secretaria tan lerda debí esta hecha! Mas si Él está contento...

A pesar de ello, advierta asimismo usted que no hay tachaduras ni omisión de palabras a no ser una en la segunda, otra en la tercera y una más en la cuarta página. Señal de que, si bien todo, incluso mi espíritu, se hallaba extenuado hasta el extremo de no percibir las palabras de Jesús, su fuerza guiaba mi mano.

C. 43, 580-582

A. M. D. G.