2 DICIEMBRE 1943. Ageo. Cap. I y II
La felicidad del hombre disminuye al
apartarse de Dios y de lo sobrenatural
El primero en morir es el gozo sobrenatural
Volved a Dios, os digo una vez más
Con todo, vendré. Vendré a hacerme cargo del Reino para mi segunda venida y para mi triunfo final.
No enarboléis bandera en la que no creéis
Dice Jesús:
"Cuando el hombre se aparta de Dios y de lo sobrenatural para darse a su yo y a las cosas naturales, sucede siempre que disminuye al propio tiempo la felicidad que consigo lleva inherente la posesión de estas últimas.
El primero en morir es el gozo sobrenatural
El primero en morir es el gozo sobrenatural, esa seguridad y esa paz que confieren fortaleza en las vicisitudes de la vida haciendo que el hombre no se sienta solo así se vea en un desierto o sobreviviente en un pueblo destruido porque advierte sobre sí y en su derredor el amor de un Padre y la asistencia de fuerzas inmateriales pero sensibles a sus sentidos espirituales. ¡Dichosos los que disfrutan de este gozo! Ellos están en posesión de las riquezas eternas.
El segundo en perecer es el bienestar natural. No miréis con envidia a quien, no obstante vivir en descuerdo con Dios, os parece que tenga su plato a rebosar. No sabéis cuáles ni cuántas otras cosas puedan faltarle en su casa ni cuánto tiempo haya de durarle su plato lleno.
De todas formas, sabed que cuanto más se acreciente para el rebelde contra Dios su bienestar actual, tanto más aumenta el rigor de su más allá. No estarán los Epulones en el seno de Abrahán sino los Lázaros de corazón rico en obras santas y en obediencia a la Voluntad santa.
Los rebeldes al Señor y lo mismo quienes de Él no se
acuerdan, viven afanados en aumentar su bolsa y sus
graneros, sus casas y haciendas, sus cargos y honores.
¡Ilusos infelices...!
Los rebeldes al Señor y lo mismo quienes de Él no se acuerdan, viven afanados en aumentar su bolsa y sus graneros, sus casas y haciendas, sus cargos y honores. ¡Ilusos infelices que, cuanto más trabajan por saciarse, más les roe la carcoma del pecado, lo mismo que hace el ratón en un saco de trigo que, por más que se rellene siempre está menguando puesto que pesa sobre sus obras el castigo de Dios!
¿Cómo? ¿Cómo es que hoy día habéis hecho del presente que muere término de vuestra existencia y ya no tenéis en vuestro espíritu ojos para ver a Dios ni latidos para pensar en Él? ¿Han prosperado vuestras empresas? ¿Habéis acrecentado vuestras riquezas? ¿Es mayor vuestra felicidad? No. Como llamarada en un pajucero, tuvieron un rápido flamear que sedujo a los simples (no de espíritu) pero que sólo duró lo que dura el fuego alimentado con paja que al punto se apaga dejando como residuo un poco de ceniza que el viento disipa y que resulta desabrida al paladar y molesta a los ojos. Vuestro aparente triunfo se resolvió en derrota y en dolor, desbaratándoos a vosotros y a cuantos sedujisteis.
Volved a Dios, os digo una vez más
Volved a Dios, os digo una vez más. Por encima de los intereses individuales y aún nacionales, hay otro interés más alto: el de Dios. Y a él debierais conceder siempre la primacía. Si así fuese, no caeríais en los errores ni en los delitos, ya sean individuales o nacionales, en que caéis, por cuanto los intereses de Dios no se forman de cosas malas sino santas. Y donde hay santidad no caben el error ni el delito.
Obrando como lo hacéis, no sólo movéis a Dios a castigaros en vuestros campos, en vuestros rebaños, enviándoos hambre y sequía, sino que impedís se derrame de los Cielos un rocío mucho más vivificador que el de la noche que cubre de perlas los tallos de los prados y hace crecer las mieses y las hierbas. Es el rocío de la gracia en los corazones el que vosotros no dejáis que os venga. Es Cristo el que no puede obrar en vosotros.
Resulta inútil decir: "Que lluevan los cielos al Justo sobre la tierra". Bajó Él una vez, mas vosotros habéis continuado siendo, y cada vez lo sois más, tierras estériles y pedregal árido. Os veis encerrados en vuestros espíritus saturados de carne y de sangre, ahogados por la carne y por la sangre y así el Salvador no puede entrar a salvaros.
Con todo, vendré. Vendré a hacerme cargo del Reino
para mi segunda venida y para mi triunfo final.
Con todo, vendré. Vendré a pulsar sin descanso, y una por una, las puertas de los corazones y donde encuentre quien me abra, entraré a morar en paz. Vendré, ya que todavía soy el Deseado de los justos y de los santos que hay eh la Tierra. Vendré a hacerme cargo del Reino para mi segunda venida y para mi triunfo final.
Atraeré a Mí al mundo de los vivientes del espíritu y las razas y naciones convergirán en Mí para contemplar mi Gloria coronada con una cruz. Fluirá la Paz, pues que soy el Señor de la paz que se derramará, como río de leche, sobre el mundo para virginizarlo de candor después de tanta sangre derramada que grita a Dios su dolor desde todos los continentes al haber sido extraída violentamente de las venas a manos de los hermanos.
Yo lavé con mi Sangre la derramada sobre esta Tierra
desde Abel hasta el día en que morí. Mas después, el delito
del odio humano, que es fruto satánico, ha dejado inundada
la Tierra y, así, no hay terrón de vuestro planeta que no
sepa a sangre.
Yo lavé con mi Sangre la derramada sobre esta Tierra desde Abel hasta el día en que morí. Mas después, el delito del odio humano, que es fruto satánico, ha dejado inundada la Tierra y, así, no hay terrón de vuestro planeta que no sepa a sangre. De estos terrones empapados de sangre humana se desprenden miasmas que os vuelven cada vez más feroces. Nada queda, sino mi poder, que pueda purificar cuanto os rodea y lo que tenéis en vuestro interior. Y, cuando llegue la hora, vendré a limpiar del odio humano a vosotros y a la Tierra a fin de que aparezca presentable a Dios con sus vivientes.
La última lucha será de odio puramente satánico y
entonces no estarán para odiar sino Satanás y sus hijos.
La última lucha será de odio puramente satánico y entonces no estarán para odiar sino Satanás y sus hijos. Ahora odiáis todos. Aún los santos de entre vosotros odian más o menos a sus enemigos y vecinos, con lo que facilitáis la acción de Satanás y obstaculizáis la de Dios en los individuos o naciones.
Vosotros, que me sois más queridos, vosotros al menos, no abriguéis sentimientos de rencor o de menosprecio. Por todos morí, tenedlo en cuenta. Italianos, franceses, ingleses, españoles, alemanes o rumanos, todos se encuentran teñidos por igual con mi Sangre. A todos os fijé con mi Sangre al tronco de la Cepa divina. ¿A qué pues odiaros? Ni divisiones de razas ni diferencias de cultos justifican vuestro rencor.
Yo sólo soy juez. El que se ensaña en nombre de la Fe o de la Patria contra un semejante suyo es contrario a la Caridad y, por tanto, a Dios. No maldeciré a los que sean mandados a combatir pues enseñé la obediencia a la autoridad. Pero mi anatema está ya dictado y retumbará como un trueno en el firmamento el día del Juicio contra todos aquellos que, bajo falsa capa de patriotismo y de defensa de la Fe, se arroguen el derecho de robar y de matar en servicio propio.
No enarboléis bandera en la que no creéis
No enarboléis bandera en la que no creéis. No aparentéis defender lo que en vuestro corazón despreciáis. No digáis: "Tocó llamada el defensor de Dios y de la Patria, de la causa de Dios y de la Patria". ¡Mentirosos! Sois vosotros los primeros en atentar contra ésta y contra Aquel y dañáis, no a Dios que está por encima de vuestros atentados, sino a la Patria. Comenzad a defender a Dios y a la Patria en vosotros y no vendáis la Fe ni la Patria por un plato de lentejas o por treinta malditos denarios.
¡Destructores y mentirosos! ¡Adúlteros de la Fe y de la Patria! ¡Escarnecedores de vuestra doctrina y de vuestra mente, porque decís una cosa y luego hacéis otra, porque sabéis que está mal lo que hacéis y lo hacéis lo mismo, porque abrazáis una idea o la Fe y después la traicionáis por un bajo amor, porque os mentís a vosotros y a los demás y porque destruís lo que otros cultivaron para dejároslo en herencia!
¡Crueles, que desbaratáis hasta la obra de Dios y aniquiláis el templo de vuestro cuerpo en el que hay un alma muerta y hasta el mismo templo de Dios, ya que en las iglesias son raros, rarísimos los fieles y ministros que estén "vivos"!
¿De qué sirven los ritos que cumplís con vuestra alma
muerta? ¿No recordáis que han de ofrecerse a Dios hostias
vivas, perfectas y primicias? Tornad a Dios. Tornad a
Cristo. Tornad, sacerdotes, para que seáis "sacerdotes".
¿De qué sirven los ritos que cumplís con vuestra alma muerta? ¿No recordáis que han de ofrecerse a Dios hostias vivas, perfectas y primicias? Mas vosotros ofrecéis los residuos, los deformes y muertos. Muertos, porque cuanto tocáis con vuestra alma muerta lo matáis; deformes, porque deformáis cuanto entregáis a Dios con vuestra alma enferma, y los residuos, porque reserváis para Él lo que os sobra después de haberos hartado dándoos satisfacción.
Tornad a Dios. Tornad a Cristo. Tornad, sacerdotes, para que seáis "sacerdotes". Tenéis necesidad de su consagración, de este óleo que se derrama del Sacerdote eterno. Demasiados de vosotros os habéis quedado reducidos a lámparas faltas de aceite y los fieles se extravían porque no disponen de luz en las tinieblas. Llevadles la Luz. Yo soy Luz del mundo. Pero mal podéis llevarme si no me tenéis en vosotros.
Y no insultéis a mi portavoz si os dice esto, antes agradecédselo porque os pone en conocimiento de la verdad y os facilita modo de preservaros de las lacras del alma y de lavaros de tanto polvo como la ensucia. Si la verdad es amarga y os desagrada, pensad que es culpa vuestra el que se os tenga que decir. No debierais haceros merecedores de esta verdad. Sería mejor. Mas ya que la habéis merecido, no abriguéis rencor contra mi portavoz que os la dice con lágrimas. Que si Yo la elegí para esto es porque la amo y veo en su espíritu una morada en la que siempre soy recibido con respeto de súbdito a Rey y con simplicidad de niño para su padre.
Dije Yo: "El que me ama hace las mismas obras que Yo hago". Porque Yo vivo en mis amadores, víctimas que se aniquilan en el amor hasta morir en él y obre en ellos las maravillas de mi poder."
C. 43, 584-588
A. M. D. G.