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 Zacarías. Cap. III

 

 

Yo soy Aquel que venció a Satanás

 

 


 

Molestias sin cuento acarreome desde que vine al mundo

   La batalla entre ambos no llegará a su fin hasta tanto venga a ser juzgado el hombre en todas sus individualidades.

  Para purificaros del mayor de los pecados obedecí al deseo del Padre. El mayor de los pecados era la desobediencia al mandato de Dios.

   qué os parece a vosotros, sacerdotes, a quienes resulta pesado el ligero yugo del cumplimiento de vuestro deber, que resultó fácil para Mí ser sacerdote

 


 

Dice Jesús:

"Yo soy Aquel que venció a Satanás.

 

Molestias sin cuento acarreome desde que vine al mundo

 

Molestias sin cuento acarreome desde que vine al mundo desencadenando contra Mí el odio del poder ciego y ávido que siempre se imagina que puedan otros arrebatarle sus bienes usureados, azuzando contra Mí a la clase dirigente indigna que se sentía reprochada por mi buen comportamiento. Hasta mi palabra resultaba un reproche para ellos que, aún sin hablar, les hería por cuanto la santidad constituye reconvención para los indignos. Me suscitó enemigos y traidores e hizo dudar de Mí a discípulos y amigos. Me cercó en el desierto, me oprimió con sus terrores en el Getsemaní y, no satisfecho aún, me arrebata de continuo con su seducción los corazones de los hombres.

 

La batalla entre ambos no llegará a su fin hasta tanto

 venga a ser juzgado el hombre

en todas sus individualidades.

 

La batalla entre ambos no llegará a su fin hasta tanto venga a ser juzgado el hombre en todas sus individualidades. Mas la victoria final será mía y eterna. Ahora la Bestia infernal, siempre vencida y, por ello, cada vez más feroz, me aborrece con un odio infinito y, al objeto de herir mi Corazón, perturba la Tierra. Ahora bien, Yo soy el debelador de Satanás. Por donde él discurre manchando, paso Yo purificando con el fuego del amor. Y si no hubiera continuado, con inagotable paciencia, mi obra de Maestro y de Redentor, estaríais ya, al presente, transformados todos en demonios.

 

Para purificaros del mayor de los pecados obedecí

al deseo del Padre. El mayor de los pecados era la

 desobediencia al mandato de Dios.

 

Para purificaros del mayor de los pecados obedecí al deseo del Padre. El mayor de los pecados era la desobediencia al mandato de Dios. De ella derivaron sed de poder, soberbia y concupiscencia: las tres Furias que os tienen sojuzgados bajo su domino cuando no sabéis exterminarlas con una vida realizada en Dios. Con mi obediencia reparé Yo esa desobediencia primera.

Para purificaros de los demás pecados me cubrí con las ropas miserables de iniquidad que constituían vuestros vestidos y para extraer de los mismos la maldad de toda la estirpe humana, los empapé en mi Sangre lavándolos con ella.

Más tarde llegó la gloria; pero antes fue el dolor. Más tarde llegó el derecho de juzgar; pero antes estuvo el deber de expiar. Más tarde fui constituido fundador del nuevo Templo en el que se encuentra la fuente santísima del Espíritu septiforme; pero antes hube de ser Yo la Víctima inmolada para purificar la Casa de Dios.

 

¿qué os parece a vosotros, sacerdotes, a quienes resulta

 pesado el ligero yugo del cumplimiento de vuestro deber,

que resultó fácil para Mí ser sacerdote?

 

Y ¿qué os parece a vosotros, sacerdotes, a quienes resulta pesado el ligero yugo del cumplimiento de vuestro deber, que resultó fácil para Mí ser sacerdote? ¿Quién de vosotros, por muy agobiado de preocupaciones que esté, se vio oprimido por tormentos semejantes a los míos? ¿No sabéis que esas almas que os confío las adquirí con mi muerte? No consintáis que se pierdan. Arrancádselas a Satanás a costa de vuestra vida igual que se las arranqué Yo al precio de la mía.

Para aprenderlo no tenéis sino estudiarme a Mí. No es preciso ser sabios. Buscad únicamente a Dios y Dios, es decir, Yo, os iluminaré."

C. 43. 592-593

A. M. D. G.