5-12. Zacarías.

Cap. 7.º, v. 4-14

(a las 2 de la mañana).

 

 

No vine a abolir la Ley y los

 

Profetas sino a confirmarla

 

y perfeccionarla

 

 


 

El hombre es arrastrado a una errada interpretación

  Cuando llegué a ser Maestro, encontré la Ley, clara y rectilínea en su origen, hecha un embrollo de imposiciones y un montón de fórmulas que la hacían impracticable a los fieles

   Y el Mesías se fue a otra parte, a la región menospreciada pero en la que una Toda Santa y un Justo eran dignos de acoger y tutelar al Germen de Dios.

  Una vez más vengo a repetir cómo habéis de hacer para presentar a Dios vuestros sacrificios y oraciones

 


 

Dice Jesús:

"No vine Yo a abolir la Ley y los Profetas sino a confirmarla y perfeccionarla modificando todas aquellas inexactitudes y añadidos que el hombre habíale puesto, parte por imperfección propia y parte también por haber sobrepuesto al alma la parte humana.

 

El hombre es arrastrado a una errada interpretación

 

El hombre es arrastrado a una errada interpretación. Es imperfecto, tanto en sus sentidos místicos como naturales. Sólo viviendo en Mí llega a perfeccionar los primeros, siendo entonces cuando opero Yo en él. El hombre, de suyo, tiende a complicar las cosas porque, en su tenaz e indestructible soberbia, le atrae siempre la seducción de corregir, incluso, la obra de Dios.

Al ser hijos de Dios, sois dioses. Mas Dios es siempre el Mayor, el Perfecto, el que por sí mismo se genera. Vosotros, en cambio, sois los menores, los que llegáis a ser perfectos cuando vivís en Dios ya que por Dios fuisteis engendrados. Así pues, ¿por qué queréis siempre modificar con vuestras complicaciones lo que Dios hizo en su simplicidad que es una de las características de su naturaleza: perfecta en su simplicidad?

 

Cuando llegué a ser Maestro, encontré la Ley, clara y

 rectilínea en su origen, hecha un embrollo de

imposiciones y un montón de fórmulas que la hacían

 impracticable a los fieles

 

Cuando llegué a ser Maestro, encontré la Ley, clara y rectilínea en su origen, hecha un embrollo de imposiciones y un montón de fórmulas que la hacían impracticable a los fieles. Por supuesto que las cargas y las fórmulas eran para los humildes. Aquellas fórmulas y aquellas cargas las habían impuesto los poderosos; pero ellos no las llevaban.

Los sacerdotes, escribas y fariseos me causaron aversión y repugnancia. Y si bien vi entre ellos algún alma leal a la que amé divinamente, vi también la muchedumbre de los otros, más numerosa que un rebaño de cabrones salvajes que con el hedor de sus trapicheos, de su hipocresía, de su impiedad y de su dureza apestaban la Casa del señor al que exigían todo lo más terrible para los pobres de la Tierra.

¿Ayunaban acaso y se sacrificaban por Mí aquellos sepulcros malolientes? No, sino por conveniencia humana y ser alabados. Cómodo resultaba en Israel ser Doctores de la Ley y formar parte del pueblo elegido. Mas no había sinceridad en sus deseos y ofrecimientos para ver de atraer al Mesías y sus bendiciones.

 

Y el Mesías se fue a otra parte, a la región

menospreciada pero en la que una Toda Santa y un Justo

 eran dignos de acoger y tutelar al Germen de Dios.

 

Y el Mesías se fue a otra parte, a la región menospreciada pero en la que una Toda Santa y un Justo eran dignos de acoger y tutelar al Germen de Dios.

Y ahora, hijos, ¿ayunáis y oráis acaso por los intereses de Dios? No. Vuestras naturales privaciones que podrían ser para vosotros una equivalencia del ayuno, no las sobrelleváis con resignación antes hacéis de ellas motivo de odio y de continuas maldiciones necias y sacrílegas. Vuestras plegarias aparecen manchadas y mutiladas por vuestros sentimientos internos y Dios las mira como a algo inmundo puesto sobre la piedra del altar. Dios las reduce a ceniza volviendo el humo de las mismas contra la tierra.

 

Una vez más vengo a repetir cómo habéis de hacer para

 presentar a Dios vuestros sacrificios y oraciones

 

Una vez más vengo a repetir cómo habéis de hacer para presentar a Dios vuestros sacrificios y oraciones de modo que su perfume puro suba, como holocausto de víctima perfecta, desde el altar hasta el trono de Dios:

"Juzga según verdad; sed misericordiosos y compasivos con los hermanos cualesquiera que sean; no oprimáis a las viudas y huérfanos, a los humildes y débiles de la Tierra; no abriguéis en vuestro corazón sentimientos de rencor ni de venganza o malas obras contra vuestros semejantes. Amad, en suma, porque el amor es el compendio de la Ley y el que ama ya lo tiene hecho todo siendo el amor el incienso que aromatiza las hostias propiciatorias y el agua lustral que purifica la piedra de vuestro altar."

No endurezcáis vuestro corazón y vuestro oído más de lo que ya lo tenéis y no lo cerréis a la Voz de Dios que habla a través de sus "portavoces" como lo endurecieron un tiempo los antiguos a la Voz de Dios que les habló por medio de los Profetas.

Si a Mí no me escucháis, es de justicia que Yo tampoco os escuche a vosotros y que no me tengáis ya por Dios, por Padre ni Salvador. Entonces conoceréis la ira del Señor plena e inexorable y, por haber rehusado el Pan de la Palabra de Dios, morderéis el polvo y, cual fieras carentes de comida, os despedazaréis los unos a los otros, muriendo entre horrores para pasar a otro horror mucho más tremendo y eterno."

C.43, 598-600

A. M. D. G.