6-12

 Zacarías. Cap. 8, v. 7-12-12-16-22

 

 

No puedo dejar de ser Salvador

 

de mi pueblo

 

 


 

Dice Jesús:

"Siendo como soy Salvador de las gentes, no puedo dejar de ser Salvador de mi pueblo. Mío, no sólo por ley antigua sí que también por ley nueva.

Procedo, en lo humano, de esa raza y si ella me escarneció, me traicionó y me mató; si ella hizo todo esto por tener su alma hastiada y pringada con el magma de la culpa al que no lava mi Sangre; siendo esta raza sarmiento que no quiere injertarse al tronco de la cepa divina, no es menos cierto que también morí por ella y que sobre la misma tengo derechos de Rey y amor de Creador.

 

Los descendientes de los que me rechazaron Con

paciencia, comprensión, esfuerzo y bondad

los atraeré a Mí.

 

Los antepasados de éstos de ahora rechazaron el don del Eterno y reclamaron mi Sangre para saciar su odio contre la Verdad. Con paciencia, comprensión, esfuerzo y bondad los atraeré a Mí.

Las obras del hombre, buenas o malas, están siempre supeditadas a un fin sobrenatural porque la maldad humana es recogida por Dios y, al contacto de sus manos, se transforma en instrumento de bien.

Nada deja Dios de intentar, en su providente obrar, para alcanzar su fin que no es otro que el de congregar en un solo núcleo a los seres humanos para el último día, igual que de un solo núcleo se desparramaron por la Tierra dividiéndose al modo de riachuelos que se desbordan de la copa de una fuente.

 

La obra ya se ha iniciado y los perseguidores que dañan y

 ofenden lo que es humano no saben que están preparando

 con su iniquidad el día grande del Señor...

 

La obra ya se ha iniciado y los perseguidores que dañan y ofenden lo que es humano no saben que están preparando con su iniquidad el día grande del Señor en el que, cual ovejas dispersas, reuniré al pie de la Cruz a mi inmenso rebaño, rebautizaré con el nombre de "corderos" a los hijos salvajes de la grey que antes fue mía y expulsaré a aquellos que, al socaire de mi enseñanza, son los áspides y lobos de la sociedad humana.

Cuando sepáis reconocerme y llorar con el corazón contrito, Yo cambiaré, deicidas, vuestra secular condena en perdón y en bendición, ya que no puedo echar en olvido las buenas obras de vuestros antiguos Padres que ruegan desde el Reino por vosotros que andáis errantes. Despojaos pues también vosotros, que fuisteis los primeros en recibir el regalo de la Ley, de todo aquello que desagrada a Dios.

Los mismos preceptos que doy a mis nacidos del místico trabajo de la Cruz, los promulgo también para vosotros que hicisteis de la cruz un patíbulo sacrílego y una fuente de condenación.

 

Decid la verdad, servid a la Verdad y venid a Ella.

 

Decid la verdad, servid a la Verdad y venid a Ella. Golpeaos el pecho por todos aquellos que se burlaron de la misma y pretendieron darle muerte, consiguiendo únicamente darse muerte a sí mismos puesto que la Verdad es inmortal en su naturaleza divina. No os zaféis de sus enseñas por motivos humanos sino, una vez junto a ella, amadla como a esposa recién tomada. Mas no es posible engendrar mientras no se haga de dos una sola cosa, no buscando el placer de los sentidos sino poniendo como fin la santidad. Sed rectos y sinceros con todos, especialmente con Dios cuya mirada penetra los corazones traspasándolos de parte a parte y, viéndolos tan bien o mejor que los científicos y bacteriólogos, lleguen a detectar en vuestros cuerpos las enfermedades que os consumen y los gérmenes que os roen.

En vuestras relaciones con Dios y con los hombres poned en juego el amor a la verdad. No seáis traidores. Ahora hace veinte siglos, instigado e incitado por falsarios y malvados, lo fue uno de vuestra raza. Borrad con vuestro comportamiento noble y leal aquella afrenta que desde hace siglos os oprime.

 

Para ser amados es preciso hacerse amar.

 

Para ser amados es preciso hacerse amar. Lo habéis olvidado muchas, demasiadas veces. Sed amantes de la paz. Es el distintivo de Cristo al que vuestros padres mataron atrayendo sobre vosotros esa guerra inacabable que con intervalos de tregua estalla y resurge como enfermedad endémica en el cuerpo de la Tierra no concediéndoos seguridad ni reposo. Debéis ahora aprender a amar esta paz a fin de poder ser de Cristo, dando fin con ello al eterno éxodo de vuestra raza.

No hay palmo de tierra en el mundo que no grite bajo vuestros pies y os expulse. Hasta vuestra tierra antigua. Mas si Yo, Señor del mundo, llego a extender mi mano y a abrir mi boca para decir: "¡Basta!" Estos son míos de nuevo", la Tierra no podrá ya perseguiros. Para protegeros, se extenderán sobre vosotros los toldos sobrenaturales del Cielo.

Recordad cuando, por favoreceros, perseguí a los poderosos, abrí el mar, hice brotar fuentes en la aridez de los desiertos y llover alimento de los cielos; cuando puse a mis ángeles para abriros paso por entre los enemigos a fin de introduciros en el País que prometiera a los primeros santos de la Tierra. Soy siempre aquel Dios poderoso y compasivo y lo soy doblemente ahora, puesto que no soy  únicamente el Padre Creador sino el Hijo Salvador, ahora que la Tercera Persona ha llevado a cabo el milagro de la Encarnación de un Dios para hacer de Él la víctima expiatoria de toda la Humanidad.

Os estoy aguardando para poder decir a la Tierra: "Paz"; y al Cielo: "Ábrete para recibir a los vivientes. Llegó a su fin el tiempo". Venid. Ahora que estoy en el Cielo, mi Corazón no es distinto del que tenía sobre el Gólgota cuando rogaba por vuestros padres y perdonaba a Dimas."

 

Dice Jesús dirigiéndose a mí:

"He dictado este fragmento hoy que puedes escribir, en vez de mañana que no podrás hacerlo. Pon la fecha de mañana (En efecto, la fecha del 6-12, colocada al comienzo del dictado, aparece escrita fuera de la raya del cuaderno, de donde resulta puesta con posterioridad.) La serie de los dictados debe llevar, como el péndulo, un movimiento regular. Un día se comprenderá mejor el porqué de disponerlo así. Descansa ahora sobre mi Corazón."

C. 43, 600-603

A. M. D. G.