Lc.

 

 

La Presentación en el Templo.

(Comentario SOBRE ALGÚN PASAJE)

 

 


 

La maravilla era diferente en ambos cónyuges

   Los secretos del Altísimo se hallaban como depositados dentro del arca cerrada en el Santo de los Santos y sólo yo, Sacerdotisa suprema, los conocía ...

   Yo lo entendí. Lo sabía mucho antes

   ¡Oh! Jesús devolvió, como sólo Él podía hacerlo, a mi José, en la hora de su muerte, todos los consuelos, en pago de cuanto recibiera de aquel Justo.

 


 

 

Dice María (a las 10 de la mañana del 5-12) (La indicación de la hora y del día, puesta por nosotros entre paréntesis, aparece añadida con posterioridad por María Valtorta.):

"Al hablar de la Presentación en el Templo, dice Lucas: "que el padre y la madre se quedaban maravillados de las cosas que se decían del Niño".

 

La maravilla era diferente en ambos cónyuges

 

La maravilla era diferente en ambos cónyuges. Yo, a quien el Espíritu Esposo había revelado todo el futuro, me maravillaba sobrenaturalmente adorando la Voluntad del Señor que, en su deseo de redimir al hombre, se revestía de carne manifestándose a los vivientes del espíritu. Me maravillaba una vez más de que Dios me hubiese escogido a mí, su humilde esclava, para ser la Madre de la Voluntad encarnada. José se maravillaba igualmente, si bien humanamente, por cuanto él no sabía más de lo que habíanle dicho las Escrituras y revelado el ángel. Yo callaba.

 

Los secretos del Altísimo se hallaban como depositados

 dentro del arca cerrada en el Santo de los Santos y sólo

 yo, Sacerdotisa suprema, los conocía ...

 

Los secretos del Altísimo se hallaban como depositados dentro del arca cerrada en el Santo de los Santos y sólo yo, Sacerdotisa suprema, los conocía y la Gloria de Dios, con su destello cegador, ponía un velo ante los ojos de los hombres. Eran abismos de fulgor a los que sólo el ojo virginal besado por el Espíritu de Dios podía mirar fijamente. He aquí por qué, tanto yo como José, estábamos maravillados. Diversa, aunque igualmente maravillados.

Y de manera idéntica ha de ser también interpretado el otro pasaje de Lucas: "Pero ellos no entendieron lo que les había dicho", cap. 2.º, v. 50.

 

Yo lo entendí. Lo sabía mucho antes.

 

Yo lo entendí. Lo sabía mucho antes. Y si bien permitió el Padre mi angustia de madre, no me ocultó el profundo significado de las palabras de mi Hijo. Con todo, callé por no mortificar a José a quien no se le había concedido la plenitud de la gracia.

Yo era la Madre de Dios; mas esto no me eximía de ser mujer respetuosa para con el Bueno que para mí era compañero amoroso y hermano vigilante. Nuestra familia no conoció fisuras en terreno alguno ni circunstancia. Nos amábamos santamente siendo nuestra única preocupación ésta: el Hijo.

 

¡Oh! Jesús devolvió, como sólo Él podía hacerlo, a mi José,

en la hora de su muerte, todos los consuelos, en pago de

 cuanto recibiera de aquel Justo.

 

¡Oh! Jesús devolvió, como sólo Él podía hacerlo, a mi José, en la hora de su muerte, todos los consuelos, en pago de cuanto recibiera de aquel Justo. Jesús es modelo de hijos como José lo es de maridos. Mucho fue el dolor que recibí del mundo y a causa del mundo; mas mi santo Hijo y mi justo Esposo no me hicieron derramar otras lágrimas que las motivadas por su dolor. Desde que José no estuvo a mi lado y yo quedé constituida primera autoridad terrena de mi Hijo, no tuve ya por qué aparentar, callando, que no entendía. Nadie, por tanto, podía sentirse mortificado de verse superado en comprensión y así dije en Caná: "Haced lo que Él os diga". Y lo dije porque sabía que Jesús nada me niega y que, tras sus solemnes palabras, estaba ya el primer milagro, suscitado por mí, que mi Hijo me ofrecía como blanca rosa brotada de un rosal en primavera.

Es preciso, María, saber leer el Evangelio. Los hombres no saben leerlo. Yo te guiaré de la mano y te explicaré lo que Jesús no te explique. Soy la Madre, tanto de Él como tuya. Quiero que mi niña conozca a su dulcísimo Jesús, a nuestro Jesús, como pocos le conocen.

Cuanto más le conozcas, más le amarás. y cuanto más le ames, más felicidad me proporcionarás."

C. 43, 605-606

A. M. D. G.