El mismo día 8 de diciembre a las 6 de la mañana.

 

 

¡Mamá!, ¡Hijo!, fueron las palabras

 

 cuando me encontré con mi Hijo

 

camino del Gólgota

 

 


 

Estábamos rodeados de la Blasfemia, de la Crueldad, del Desprecio y de la Curiosidad.

   Nos miramos

.   Nuestras miradas se encontraron, se enlazaron y se apartaron lacerando nuestros corazones

   Desde el momento de mi Concepción Inmaculada tuve bajo mi calcañal sin culpa la cabeza de Satanás

 


 

Dice María:

"Cuando en la ira el Viernes Santo me encontré con mi Hijo en un cruce que llevaba al Gólgota, no salieron de nuestros labios otras palabras que: "¡Mamá!", "¡Hijo!".

 

Estábamos rodeados de la Blasfemia, de la Crueldad,

del Desprecio y de la Curiosidad.

 

Estábamos rodeados de la Blasfemia, de la Crueldad, del Desprecio y de la Curiosidad. Resultaba inútil, frente a estas cuatro Furias, hacer manifestación alguna de nuestros corazones con sus latidos más santos. Se habrían abalanzado sobre ellos para herirlos aún más porque cuando los hombres llegan al colmo del Mal son capaces de cualquier delito, no sólo contra el cuerpo, mas también contra la mente y contra los sentimientos de sus semejantes.

 

Nos miramos.

 

Nos miramos. Jesús, que había hablado ya a las mujeres compasivas instándoles a que llorasen por los pecados del mundo, no hizo sino mirarme fijamente a través de los velos del sudor, del llanto, del polvo y de la sangre que formaban una costra en sus párpados.

Sabía que yo rogaba por el mundo y que hubiera querido volcar el Cielo en su auxilio aliviándole, no el suplicio, pues éste debía cumplirse en virtud de un decreto eterno, sino la duración del mismo. Lo hubiera querido aun a costa de un martirio de toda mi vida. Mas veíame impotente. Era la hora de la Justicia.

El sabía que yo le amaba más que nunca y yo, a mi vez, sabía cuánto me amaba Él y que, más que el velo de la piadosa Verónica y que cualquier otra asistencia, habríale consolado el beso de su Madre. Pero, hasta esta tortura era precisa para redimir las culpas del desamor

 

Nuestras miradas se encontraron, se enlazaron

y se apartaron lacerando nuestros corazones

 

Nuestras miradas se encontraron, se enlazaron y se apartaron lacerando nuestros corazones. Y después la chusma zarandeó y llevó a empellones a la Víctima hacia su altar ocultándola de la otra víctima que se encontraba ya sobre el altar del sacrificio y que era yo, la Madre dolorosa.

Cuando os veo tan duros, tan obstinados en el pecado y compruebo que nuestra doble tortura infinita no ha bastado a haceros buenos, pienso qué otro tormento mayor hubiera sido preciso para neutralizar en vosotros la ponzoña de Satanás y no doy con él puesto que no cabe tormento superior al nuestro.

 

Desde el momento de mi Concepción Inmaculada tuve bajo

 mi calcañal sin culpa la cabeza de Satanás

 

Desde el momento de mi Concepción Inmaculada tuve bajo mi calcañal sin culpa la cabeza de Satanás. Mas él, al no poder corromper mi cuerpo ni mi alma con su veneno, lo espurreó como ácido infernal sobre mi Corazón de madre que, si es inmaculado por la gracia de Dios, se encuentra dolorido, a no poder más por obra de Satanás que lo ha herido valiéndose de los hombres que han dado muerte a mi Hijo desde la hora del Getsemaní hasta el fin del mundo.

La Madre te dice, hija que tan querida me eres, que las ofensas que inferís a mi Hijo suben como flechas para herirme en la beatitud del Cielo volviendo a abrir cada una de ellas la herida del Viernes Santo. Más numerosas que las estrellas en el firmamento de Dios son las heridas que por vosotros lleva mi corazón. Y no tenéis compasión de la Madre que os entregó su vida.

Volveré a hablarte hoy porque quiero tenerte todo el día conmigo. Hoy más que ningún otro día soy Reina en el Cielo y llevo conmigo tu alma.

Eres una niña que sabe poco de su Madre. Mas cuando sepas tantas cosas de mí y llegues a conocerme, no como a esa estrella lejana de la que tan sólo se percibe un destello y se sabe su nombre ni como a un ser ideal e idealizado sino como a una realidad viva y amorosa, con mi corazón de Madre de Dios y Madre de Jesús, de Mujer que comprende los dolores de las mujeres por cuanto no le fueron excusados los más atroces y para entender los de los demás no tiene sino recordar los suyos, entonces me amarás como amas a mi Hijo, esto es: con todo tu ser."

C. 43, 615-617

A. M. D. G.