(11-12-43)
Cómo hizo mi Padre la Tierra.
pLEGARIA DE MARÍA
Dice Jesús:
"Cuando el Creador hizo la Tierra, la sacó de la nada aglomerando los gases del éter, ya creado y convertido en firmamento, en una masa que, al girar, se solidificó a modo de alud meteórico que iba creciendo en torno a un núcleo primero.
Hasta vuestra Negación admite la fuerza centrípeta
Hasta vuestra Negación (llamo negación a la Ciencia que pretende explicarlo todo negando a Dios) admite la fuerza centrípeta que permite a un cuerpo, no sólo girar sin perder parte alguna de sí, mas también atraer todas las partes a su centro. Ahí tenéis esas máquinas que, por grandiosas que os parezcan, no hacen sino repetir de un modo microscópico la fuerza centrípeta hecha por Dios al crear los mundos, sujetándolos a girar en torno al sol, su pernio fijo, sin lanzarse fuera de las rutas celestes a ellos señaladas, turbando el orden creado y provocando cataclismos de un poder destructor incalculable.
La Tierra, al formarse así en su carrera de proyectil nebular que se solidifica atravesando los espacios, debió, por fuerza, de tomar para sí emanaciones y elementos procedentes de otras fuentes que quedaron encerrados dentro de ella en forma de fuegos volcánicos, de azufres, aguas y minerales diversos que afloran a la superficie dando testimonio de su existencia misterios que, con toda vuestra ciencia, no lográis explicar con exacta verdad de la Tierra, planeta creado de la nada por Dios, mi Padre.
¡Cuántas fuerzas benéficas hay todavía ignoradas por
vosotros que sois maestros en descubrir y en aplicar
las fuerzas maléficas!
¡Cuántas fuerzas benéficas hay todavía ignoradas por vosotros que sois maestros en descubrir y en aplicar las fuerzas maléficas! Estas últimas se las demandáis al Mal que os las enseña para haceros, en su nombre y a su servicio, torturadores suyos y de vuestros semejantes. Por el contrario, no le demandáis al Bien sus fuerzas benéficas que paternalmente os las enseñaría como les enseñó a los primeros hombres, no obstante ser culpables y estar condenados por Él, los medios y maneras de usarlas en orden a su existencia terrena.
Ahí tenéis manantiales benéficos y jugos saludables que aún desconocéis cuyo conocimiento de tanta utilidad os sería. Y no sólo eso sino que hay algunos que conocéis pero que no queréis utilizar prefiriendo otros que son verdaderas drogas del infierno, causa de ruina para vuestra alma y para vuestro cuerpo.
¿Acaso dejan por ello de darse esos manantiales en
cuyas aguas se encuentran disueltas sales...?
¿Acaso dejan por ello de darse esos manantiales en cuyas aguas se encuentran disueltas sales tomadas de minerales encerrados en las entrañas de vuestro planeta aflorando a través de estratos por las venas del suelo hasta salir a la superficie, frías o calientes, insípidas, incoloras, inodoras o bien con sabor, color y olor perceptibles a vuestros sentidos? No. Continúan formándose en las entrañas de la Tierra, al modo de la sangre en vuestro cuerpo, mediante un proceso de asimilación y transformación continuas, como sucede con el alimento que se hace sangre en vuestro estómago nutriendo los tejidos, las médulas, los órganos y las células que, a su vez, son productores de sangre. Ellos continúan rezumando al igual que lo hace el sudor a través de los tejidos, y obedecen. Si así no fuese, sobrevendrían explosiones terrestres y la Tierra, como caldera sin escape, deflagraría causándoos la muerte.
María, Yo quiero que tú seas como uno de estos
manantiales.
Yo te nutro mediante un proceso de asimilación a Mí, dispuesto por mi bondad. Pero no te preocupes de si vienen o no a ti los enfermos del espíritu a beber lo que de ti rezuma que es mi Palabra sino que debes de continuar tu misión de manantial que se llena dejándose beber o, en el caso de que no beban de él aquellos a quienes particularmente se ofrece y más obligados están por no estimarlo saludable y santo, se desborda sin que de él se beneficien quienes, por tal circunstancia, no se ponen en contacto con él.
Nunca dejaré de alimentar en ti la fuente de mi Palabra. Me basta con que tú me des amor, humildad, voluntad y espíritu de sacrificio. Mas si tienes amor, ya lo tienes todo puesto que el amor es el generador de todas las virtudes. El que ama es humilde para con el amado en el que aprecia toda perfección. El que ama arde en deseos de contentar al amado. El que ama no repugna el sacrificio siempre que éste haya de ser útil al amado. Esto se da hasta en los amores humanos; pero se centuplica cuando el amor es sobrehumano.
Así pues tú, que ya sabes de los frutos de la humildad y del sacrificio, dos potentes imanes que me atraen con todos mis dones sobrenaturales, aumenta hasta el aniquilamiento y hasta el delirio la humildad y el sacrificio.
¡Honor a las víctimas, que son los locos del amor divino, los arrebatados por él, los vencedores del mundo al que ponen bajo sus pies, los conquistadores de Dios y de Cristo, Víctima suprema!".
Plegaria de la Virgen al Verbo
"¡Oh santa Palabra!, don entregado a los amados de Dios, vestidura de fuego que ciñes de esplendores, Vida que eres la Vida de aquellos a quienes te das, seas cada vez más amada por ellos (como yo te amé) con fervor y humildad.
Obras, Palabra santísima, en estos tus hijos, puesto que yo los tomé por míos al pie de la Cruz para dar consuelo a mi desgarro de Madre a la que le mataron su Hijo adorado y condúcelos al Cielo por esplendentes senderos de verdad y de ardientes obras. Condúcemelos al Corazón sobre el que Tú dormiste de niño y posaste después de muerto, en el que aún hay gotas de tu Sangre santísima y de mi llanto, a fin de que, a su contacto, desaparezca cuanto les queda de humano y, resplandecientes con tu Luz, entren contigo en la Ciudad donde todo es eterna perfección y en la que Tú, Hijo mío santísimo, reinas y reinarás."
La misma plegaria dicha por los fieles.
"¡Oh santa Palabra!, don entregado a los amados de Dios, vestidura de fuego que ciñes de esplendores, Vida que eres la Vida de aquellos a quienes te das, seas cada vez más amada con fervor y humildad.
Obra, Palabra santísima de mi Señor Dios, en estos hijos tuyos y de María a los que Ésta tomó por suyos al pie de la Cruz para consuelo de su Corazón de Madre a la que le mataron su Hijo adorado y para gloria de tu Corazón Divino. Condúcelos hasta tu Corazón y hasta el inmaculado de tu Madre sobre el que Tú dormiste de niño y posaste después de muerto, en el que aún hay gotas de tu Sangre y de su llanto maternal, a fin de que, a su contacto, desaparezca cuanto les queda de humano y, resplandecientes con tu Luz, entren contigo en la Ciudad donde todo es eterna perfección y en la que Tú, Hijo santo de Dios, Palabra encarnada del Padre, reinas y reinarás."
C. 43, 631-634
A. M. D. G.