12 diciembre 1943
El alma, por deseos que tenga de ser
de Dios, se ve sujeta a las
distracciones impuestas por las
necesidades de la existencia.
Reducidas a aquel minimun que Yo mismo acepté, no constituyen culpa sino deber y prudencia.
Los amadores saben ya cantar su melodía que los ángeles y santos se detienen a escuchar...
¿Quiénes son los gigantes del amor? Son las almas-víctimas.
Más que las enfermedades e infortunios les atormentan las miserias espirituales
Todo se detiene ante este dominador que pasa haciendo valer sus derechos.
Dice Jesús:
"El alma, por deseos que tenga de ser de Dios, se ve sujeta a las distracciones impuestas por las necesidades de la existencia.
Reducidas a aquel minimun que Yo mismo acepté,
no constituyen culpa sino deber y prudencia.
No es preciso ser su esclavo para verse distraído por ellas. Ni aunque lleguéis a ser tan espirituales que más parezcáis alma que cuerpo, mientras la carne revista vuestra alma del modo que la cáscara recubre al fruto, estaréis sujetos a las exigencia de la carne. Reducidas a aquel minimun que Yo mismo acepté, no constituyen culpa sino deber y prudencia.
Yo no prediqué la destrucción de la carne por la carne con un ensañamiento morboso contra ella como el practicado por ciertos ascetismos en religiones esparcidas por el mundo. Yo, y os lo demostré con el ejemplo, enseñé que no hay que preocuparse de la carne que muere sino del alma inmortal. Enseñé a no temer lo que puede matar vuestro cuerpo sino lo que da muerte a vuestro espíritu. Enseñé que, si se os da a escoger entre la preservación del cuerpo y del alma, debéis siempre escoger aquello que preserva al alma. Mas no os enseñé a torturar la carne únicamente por equivocada interpretación religiosa y mucho menos por un motivo religioso hipócrita.
En verdad os digo que, por más que ayunéis con la boca,
si después no ayunáis con el corazón dejando de
perjudicar con las obras, con las palabras y hasta
con el pensamiento a vuestro prójimo, me resulta
detestable vuestro ayuno
En verdad os digo que, por más que ayunéis con la boca, si después no ayunáis con el corazón dejando de perjudicar con las obras, con las palabras y hasta con el pensamiento a vuestro prójimo, me resulta detestable vuestro ayuno que da muerte a vuestra alma porque las prácticas sin la caridad no hacen sino amontonar piedras para la lapidación de vuestro futuro eterno.
Como os digo: "No matéis vuestra alma con los actos de la carne", así os digo también: "No matéis vuestra carne con un comportamiento, no digo contrario a la santidad sino simplemente exaltado". Sed santos en vuestro espíritu, en vuestros pensamientos, en vuestros afectos, en vuestras obras y vuestra carne.
¿Cómo conseguir, por tanto que la vida no os distraiga y que el alma, como reina vuestra que es, mantenga la carne sujeta a un imperio que no resulte injusto?
Con el amor. Él es vuestro maestro que, al modo de
un director de orquesta, regula todos vuestros actos
Con el amor. Él es vuestro maestro que, al modo de un director de orquesta, regula todos vuestros actos que, lo mismo que los varios instrumentos de una orquesta, se funden en un sonido único pleno de armonía que bien puede ser una sencilla frase melódica, un fragmento más complejo o una sinfonía sublime tal vez, todo ello acomodado a la medida de vuestro amor.
Los gigantes del amor logran alcanzar el coro pleno e imponente de una superexcelsa sinfonía a la que se unen los ángeles y los santos que no ven sean diferentes de ellos los gigantes del amor que, por más que vivan en la tierra, son en ella como serafines.
Los amadores saben ya cantar su melodía que los ángeles
y santos se detienen a escuchar...
Los amadores saben ya cantar su melodía que los ángeles y santos se detienen a escuchar, prontos a unirse a ella, cuando observan que el fervor sincero les hace progresar cambiándoles de simples amadores a gigantes del amor.
Los deseosos del amor tal vez no sepan otro que repetir una frase melódica como llamada de pardal al sol que tarda en revestirle con sus rayos dorados, pues no sabe elevar su vuelo a lo alto en busca del sol como lo hace la alondra al despuntar la aurora e impulsa a su cuerpo, contrarrestando el peso del mismo con su deseo, más allá del alcance de su propia capacidad de vuelo y, superando en su canto las posibilidades propias de resistencia, cae, al fin, rendido por su deseo al fundirse con el rayo dorado. Pues bien, aun esa breve y tímida llamada –por ser sincera y representar todo cuanto la criatura puede dar– es bendecida por Dios, preservando de la contaminación los actos de aquel ser.
¿Quiénes son los gigantes del amor?
Son las almas-víctimas.
¿Quiénes son los gigantes del amor? Son las almas-víctimas.
Vosotros las diferenciáis en: víctimas de la justicia, víctimas de expiación y víctimas del amor. Mas ¡no acertáis en ello! La víctima lo es siempre de amor.
El que expía, ¿por qué expía? Por amor de los hermanos por los que paga la parte de expiación que a ellos habría de corresponder. Es el amor del prójimo llevado hasta el heroísmo.
El que es víctima de la justicia, ¿a quién se ofrece? A Dios ofendido al que se le brinda consuelo por la ofensa recibida. Es el amor de Dios llevado hasta el heroísmo.
El amor es el sacrificador eterno. El que inmoló al Dios hecho Carne, el que inmola la carne y también vuestra alma a la que hace semejante a Cristo Redentor.
El alma-víctima se encuentra segura de su salvación cual si se viera ya dentro de mi Reino eterno puesto que todos sus latidos, sus movimientos, sus palabras, sentimientos y actos están santificados por el amor que los preserva por completo de toda contaminación humana.
El alma-víctima ora por más que no rece. Toda su vida es una oración.
El alma-víctima penetra en Mí y del Centro de mi Corazón, que le llama "Hermana", toma gracias y bendiciones que distribuye entre sus hermanos. No existen limitaciones para mis víctimas. Todo lo mío es de ellas que ha querido ofrecer su ser al Sacrificador eterno.
El alma-víctima se encuentra tendida sobre un acúleo cuyas puntas son el dolor y el amor. Dolor por no ver a Dios amado en la medida que su amor heroico háceles ver que debe ser amado.
Más que las enfermedades e infortunios les atormentan
las miserias espirituales
Más que las enfermedades e infortunios les atormentan las miserias espirituales que, al modo de las ruinas en un país asolado por el enemigo, cubren los ánimos de sus semejantes borrando en ellos la importancia de Dios y sepultando su santo Nombre bajo los escombros del pecado. Más que el dolor en sí, resúltales altamente doloroso sentir la propia incapacidad de alcanzar lo que constituye su sueño, esto es, la perfección en el amor puesto que sería deseo suyo entregar a Dios un don que fuese digno de su Perfección Y si Yo estuve sujeto con tres clavos a mi altar, ellas lo están igualmente por cuanto mi amor, el suyo y su dolor son los tres clavos que las tienen crucificadas hasta la muerte que otra cosa no es sino exhalar su espíritu sobre mi seno tras haber "dado cumplimiento a todo".
¡Mi amor! Océano de fuego que de lo alto de los Cielos se precipita sobre un alma y, con un continuo fluir de sus ardientes ondas, la consume cual si fuese blanda cera penetrada por una llama. Hambre insaciable que es común a dos que se aman y así, Cristo quiere devorar a su criatura para hacer de ella algo suyo y la criatura quiere aspirar hacia sí a Dios para hacer de Él su vida.
Todo se detiene ante este dominador que pasa haciendo
valer sus derechos.
Todo se detiene ante este dominador que pasa haciendo valer sus derechos. La existencia, la inteligencia, los afectos, se abren y le dejan paso y así él entra y sale libremente porque el amor es el rey de todas las cosas. El alma toma entonces los padecimientos de su esposo amado haciéndolos suyos. Ser martirizada día a día con este fin y ver con los ojos del espíritu tornar la luz a los corazones que se vuelven a Dios supone para ella el mayor de los tesoros ya que el amor convierte sin necesidad de palabras y arrastra sin necesidad de cordeles.
Ni los líderes, ni los científicos, ni los doctos sino los
saturados de amor son los que aciertan a dar
con los caminos de las victorias
El amor es la fuerza que rige el universo como es también el amor el que lo salva. Ni los líderes, ni los científicos, ni los doctos sino los saturados de amor son los que aciertan a dar con los caminos de las victorias que llevan al Bien haciendo saltar con su ardido impulso las cadenas satánicas que os esclavizan al Mal que os odia.
Y si el amor de los creyentes hubiera de hacerse acreedor al milagro de otros tiempos mejores que vosotros con vuestro género de vida habéis interrumpido, éste sería el amor de las víctimas, amor el más semejante a la perfección del mío que opone un dique al empuje que asciende de Satanás para destruiros entre maldiciones de desesperación y abre las puertas del Perdón fundiéndolas con el fuego de su holocausto."
C. 43, 634-638
A. M. D. G.