14 diciembre 1943.
2.º misterio glorioso
La generosidad
la ascensión del señor a los cielos
Manantial eterno de nuevos espíritus, el Padre crea las almas en el Cielo
Existe una maternidad mucho más alta
Puedo ser tu maestra en esta ciencia del sacrificio
Se ha de ofrecer esta renuncia para su gloria y por los hermanos
Dice María:
"Hay generosidades personales cuya fragancia emana únicamente de las almas que están identificadas con mi Señor y cuyo perfume es aspirado tan sólo por Dios o por quien vive ya en el reino de Dios.
Es generosidad saber renunciar a la libertad y recluirse
en un convento privándose de aquellos placeres humanos
que Dios permitió y fueron bendecidos por mi Hijo
Es generosidad saber renunciar a la libertad y recluirse en un convento privándose de aquellos placeres humanos que Dios permitió y fueron bendecidos por mi Hijo al entrar en el campo de sus designios creadores perpetuando, por medio de las criaturas, la obra del Creador.
Manantial eterno de nuevos espíritus, el Padre crea
las almas en el Cielo
Manantial eterno de nuevos espíritus, el Padre crea las almas en el Cielo. Semillas destinadas a ser, a su vez, semilla, se revisten de carne y, llegadas a ser varón y mujer, crean en la tierra, mediante la unión de dos carnes en una, nuevas envolturas para las nuevas almas destinadas a bajar a la tierra poblándola de criaturas de Dios.
No hay satisfacción mayor, fuera de la de amar al Señor, que la de ser madre de una criatura propia y decir: "Yo te he formado, yo te he nutrido y llevado, yo te he dado mi sangre y mi leche. Tus carnes son las mías y tu pensamiento el mío porque tienes el pensamiento y la razón de ser de tu madre".
Existe una maternidad mucho más alta
Existe una maternidad mucho más alta, si bien nada tiene ella de humana, hallándose comprendida en la grande, insuperable y suprema dicha de amar al Señor porque el amor total a nuestro Señor santísimo nos hace amar a las criaturas hasta el punto de venir a ser madres para ellas, prontas a darles la vida a través de nuestro dolor con el fin de aumentar la gloria del Eterno mediante el aumento de los ciudadanos de su Reino.
Pero se da otra generosidad aún más excelsa: la
generosidad heroica dentro de su general generosidad.
Supone generosidad ofrecerse víctima por el mundo y es grande esta generosidad porque os hace semejantes a mi Jesús, Víctima inocente, santa, aniquilada por el amor. Pero se da otra generosidad aún más excelsa: la generosidad heroica dentro de su general generosidad.
Dios, de una grandeza para vosotros inconcebible, compensa con torrentes de delicias a las almas generosas. Se comunica a ellas mediante espirituales contactos. Proporciona luces que son palabras y palabras que son luces. Da vitalidad que es descanso y descanso sobre su Corazón que es vitalidad. Se hace sostén del alma generosa poniéndose a su vera cuando ve que la generosidad de la criatura fue tan vehemente que no le permitió medir sus fuerzas, llegando, como mi Hijo, a doblarse bajo un peso exorbitante que ella no rehuye sino que únicamente demanda le sea aliviado por un momento a fin de poder ponerse nuevamente en pie y seguir hasta la cumbre, pues sabe que en el sacrificio total es donde ha de alcanzar la felicidad.
Ahora bien, se da la suprema heroicidad en el sacrifico cuando una criatura lleva su amor hasta saber ser generosa en la renuncia, incluso, a este consuelo de contar con la ayuda y la presencia sensible de Dios.
Puedo ser tu maestra en esta ciencia del sacrificio
María, Yo la probé. Yo lo sé. Puedo ser tu maestra en esta ciencia del sacrificio porque no es ésta una simple instrucción sino Ciencia. Quien a este punto llega no es ciertamente alumno antes profesor en la más difícil de las ciencias: la de saber renunciar no sólo a la libertad, a la salud, a la maternidad, al amor, mas también al consuelo de Dios que hace soportables todas las renuncias y, lo que más es, las hace dulces y deseables. Entonces es cuando se apura el acíbar que bebió mi Hijo y resulta comprensible la soledad que envolvió mi corazón desde la mañana de la Ascensión hasta mi Asunción. Es la perfección del sufrimiento. Con todo, María, yo era feliz dentro de mi sufrir. Esto en mí no era egoísmo antes encendida caridad.
Como supe igualmente dar cumplimiento, por grados ascendentes, a todas las ofrendas y a las separaciones todas teniendo siempre presente en mi espíritu que la ofrenda y la separación que lo traspasaban eran conformes con la voluntad de Dios, mi Señor, y aumentaban su gloria; como supe separarme sucesivamente de mi Hijo para la preparación a su misión, a su predicación, a su captura, a su muerte y a su sepultura, –de todo lo cual conocía su breve duración– así supe sonreír y bendecirlo sin tener cuenta de las lágrimas del corazón, al rayar el alba del cuadragésimo día de su vida gloriosa, cuando, sin testigos, como en la mañana de la Resurrección, vino a darme su beso antes de ascender al Cielo.
Yo, Madre, perdía al Hijo que, con su presencia, me
proporcionaba gozo inefable. Pero yo, su primera
creyente, sabía que terminaba para Él su estancia
en este mundo enemigo
Yo, Madre, perdía al Hijo que, con su presencia, me proporcionaba gozo inefable. Pero yo, su primera creyente, sabía que terminaba para Él su estancia en este mundo enemigo que, por más que ya no podía dañarle, por ser a la sazón inasequible a las insidias humanas, no dejaba por ello de serle hostil.
Abriéronse los Cielos para recibir en la gloria al Hijo que tornaba al Padre tras el dolor. De nuevo se juntó el Amor trino sin necesidad de más separaciones. El que llegase a faltarme la luz y la respiración al no estar ya mi Jesús en el mundo; el que faltase en el aire su aliento que lo santificara; el que Él, tras haber sido "Hijo del hombre" volviese a ser "Hijo de Dios" revestido para siempre de su gloria divina, fue mi último "¡Fiat!" no menos pronto y generoso que aquel de Nazaret.
Siempre el "fiat" a los quereres de Dios, ya venga a unirse con nosotros o se nos aleje para subir a prepararnos la mansión en su Reino. Rodearle de amor cuando está con nosotros, vivir de amor dirigiendo la mirada allí donde Él se encuentra para recordarle que su esclava le ama y está esperando su sonrisa de invitación para morir en un rapto de gozo que es anticipo luminoso del fúlgido y eterno día del Paraíso tras haberle acogido, servido y escuchado mientras estuvo con nosotros y vivir sin menguar un solo grado en el amor por más que ya no esté Él presente de una manera visible con nosotros.
Se ha de ofrecer esta renuncia para su gloria y por
los hermanos
Se ha de ofrecer esta renuncia para su gloria y por los hermanos a fin de que nuestra soledad se trueque para ellos en divina compañía y el silencio, que ahora nos produce decaimiento, se cambie a Palabra para tantos que se encuentran en necesidad de ser evangelizados por el Verbo.
Nosotros, María, tenemos los recuerdos. Otros, en cambio, no tienen nada. Nosotros tenemos la certeza de que Él está trabajando en proporcionarnos la morada. Otros, por el contrario, miran al tiempo cual si fuera un río que desemboca en la nada. Digo "nosotros" porque te asocio a mis pensamientos de entonces.
Demos, da, –y contigo cuantos con generosidad quieren alcanzar las cimas de la generosidad– si es que se te pide, esta renuncia a fin de que tu tesoro lo sea igualmente de otros muchos y los indigentes del espíritu sean revestidos de aquella Luz y los analfabetos de aquella Ciencia que, una vez infundidas, no cesan ya de ser vivificadoras y activas y que la Bondad divina concedió a sus predilectos para hacer de ellos sus elegidos."
C. 43, 641-644
A. M. D. G.