(15-12-43)

 Levítico. Cap. 10.º, v. 6-7

 

 

Al ver a los hombres agitarse ...

dando muestras de desvarío en su

injusto dolor, no os asociéis a ellos

 

 


 

Predilectos míos os transmito mi orden en estos tiempos de ira

   Llamad a esta hora por su nombre y prestadle las atenciones que merece que son las expiatorias y no las imprecatorias

  Destila sobre vosotros el óleo del amor y de vosotros se desborda sobre el mundo. El mundo se salvará por vosotros.

 


 

Dice Jesús:

 

Predilectos míos os transmito mi orden en estos tiempos

 de ira

 

"Predilectos míos, que vivís encerrados dentro del arco formado por mis brazos cual si fuese el recinto del antiguo tabernáculo, os transmito mi orden en estos tiempos de ira que no han venido por vosotros sino por los pecados del mundo.

Al ver a los hombres agitarse y revolverse en la general desgracia dando muestras de desvarío en su injusto dolor, no os asociéis a ellos. Compadeced las comunes desventuras pero reconociéndolas como señales de la Justicia divina, no entregándoos a desequilibrios humanos.

 

Llamad a esta hora por su nombre y prestadle las

 atenciones que merece que son las expiatorias y no

 las imprecatorias

 

Mi Espíritu ha abierto vuestras pupilas confiriéndoles una visión de la que el ojo humano carece. Vosotros veis más allá del confín de la tierra y conocéis la verdad de las cosas. Llamad a esta hora por su nombre y prestadle las atenciones que merece que son las expiatorias y no las imprecatorias como generalmente hacen los hombres atrayendo sobre sí más ira del Cielo.

Aflíjanse los culpables ya que son los causantes de la hora presente. Postrados vosotros ante mi gloria, bendecidla y permaneced en Mí pues la humanidad perjura e idólatra, no obstante hallarse bajo un castigo, aún se atreve a reconvenir al Dios único y santo.

 

Destila sobre vosotros el óleo del amor y de vosotros

 se desborda sobre el mundo. El mundo se salvará

 por vosotros.

 

Destila sobre vosotros el óleo del amor y de vosotros se desborda sobre el mundo. Sois vosotros los que lo atraéis, vosotros, vasos preciosos en los que se hacen incienso los sacrificios de vuestra vida, lámparas encendidas que viento alguno puede apagar  y que dirigís vuestro espíritu, ardiendo en llamas, hacia mi altar.

No echéis en olvido vuestra elección ni profanéis el sello real con impurezas humanas. Permaneced en el Tabernáculo bendiciendo por quien maldice y rogando por quien se halla necesitado de toda misericordia. El mundo se salvará por vosotros."

C. 43, 645-646

A. M. D. G.