22-12-1943.
Deuteronomio. Cap. 9-11
Reconocer los beneficios recibidos es,
aun entre los hombres, una obligación
y señal de nobleza de corazón.
Dice Jesús:
"Reconocer los beneficios recibidos es, aun entre los hombres, una obligación y señal de nobleza de corazón. A los desagradecidos les juzgáis severamente. Y con razón.
Cuando, por la bondad de Dios, triunfáis y veis
prosperar vuestras empresas, ¿cómo no tenéis una
palabra de agradecimiento para Aquel que os
proporcionó tal satisfacción?
Pues bien, ¿cómo habrá de juzgaros Dios a vosotros? Cuando, por la bondad de Dios, triunfáis y veis prosperar vuestras empresas, ¿cómo no tenéis una palabra de agradecimiento para Aquel que os proporcionó tal satisfacción? ¿Por qué decís: "Yo he hecho esto? ¿Por qué exclamáis henchidos de orgullo: "El Señor me ha tenido por fuerza que escuchar por ser merecedor de su ayuda"? No. Si el Padre hubiera de daros conforme a lo que merecéis, debería pulverizaros.
Mas Él, por más que sois duros de mente y de corazón, rebeldes y viciosos, sacrílegos y mentirosos, no falta por eso a la promesa que juró de ser vuestro Padre. Y lo es por más que llegue a verse desdeñado por el modo de comportarse su hijo, no siéndolo menos que cuando éste viene a ser un hombre santo y recto. Dios es santísimo y justísimo. De ahí que no os aniquile como merecéis antes os llama a Sí con acento de reconvención en el que va siempre mezclado el amor.
Con la manifestación de su poder os hace ver que,
por más que os fabriquéis otros dioses, Él es el único
Dios y que sus palabras son siempre las mismas que
se grabaron sobre la piedra en el Horeb.
Os llama una, dos y cien veces. Con la manifestación de su poder os hace ver que, por más que os fabriquéis otros dioses, Él es el único Dios y que sus palabras son siempre las mismas que se grabaron sobre la piedra en el Horeb.
Vosotros, que tenéis por más cómodo servir a un ídolo mudo e impotente (mudo e impotente en obras santas), desdeñáis la voz y los mandamientos de Dios por creerlos pesados y constrictores. Mas, ¿qué suerte más pesada ni qué dominio más constrictor que el que vosotros mismos os imponéis, ejercido por el querer de los hombres que son tan diferentes de Dios al que volvieron la cara y el corazón no pudiendo daros sino lo que os dan: dolor y Muerte?
Os digo ahora: "Orad". Aún hay entre vosotros una minoría dispuesta a escucharme, a orar y a sufrir por el mundo. Les digo a éstos: "Orad".
Es la hora de desviar, mediante la plegaria y la inmolación, el rigor del castigo iniciado. El dolor y la fe os hacen aceptos al Señor Dios vuestro. Hablad pues en favor de todos. Aprisionad a Dios con los lazos del amor. Él, a quien fuerza alguna puede atar, es como un pajarillo prendido en la red cuando un alma le envuelve con su amor. Se entrega y bendice. Hacedle presentes a Dios sus beneficios, no porque necesite que se los recordéis sino para hacerle ver que sois vosotros los que los recordáis. Mientras el mundo blasfema y mata, entonad vosotros alabanzas al Señor y amadle. El amor es más poderoso que la fuerza y vence, incluso, al infierno. Todo, queridos míos, lo vence el amor.
El amor doblegará a Dios, erguido ante el desamor
de todo un mundo, y obtendrá de Él el único milagro
que os puede salvar
El amor doblegará a Dios, erguido ante el desamor de todo un mundo, y obtendrá de Él el único milagro que os puede salvar. El amor abrirá el corazón de los hombres proporcionándoles la vista espiritual con la que puedan ver su horror interno personal que viene a resolverse en horror colectivo. El amor hará retornar a los hombres por los caminos de Dios. Cuando lleguéis a amar ya no cometeréis el mal, ese tremendo mal conscientemente querido, como ahora lo hacéis.
No resulta pesado seguir a Dios. Él otra cosa no pide sino amor, obediencia y respeto a su Majestad que está sobre toda autoridad terrena. Cercenad en vuestro corazón, como en una espiritual circuncisión, cuanto viene a ser argolla de pecado que le impide latir con la recta palpitación del Bien y crecer en la santa Caridad.
En vosotros está escoger entre mi bendición y mi maldición. Yo respeto vuestra libertad. Lo que hago tan sólo es ilustraros sobre los frutos de una y otra. Mi bendición os proporcionará paz y pan, tranquilidad en vuestros días y prosperidad en vuestros negocios. Mi maldición os dejará con vuestras guerras y estragos y, de suyo, os dará sequías o temporales, pestilencias y hambre, ya que el castigo de Dios no puede proporcionaros nada con que satisfacer vuestros dos bajos amores: el vientre y la bolsa.
Escoged. Y no digáis que no os amo porque no impongo el bien. Demasiados de entre vosotros suplican a Satanás para que realice en favor de ellos sus prodigios. Destruiríais el Bien si llegara a imponéroslo.
Lo que primero importa es que no seáis vosotros del
pueblo adorador de la bestia sino del pueblo de los
que se acuerdan de Dios
Lo que primero importa es que no seáis vosotros del pueblo adorador de la bestia sino del pueblo de los que se acuerdan de Dios. Entonces el Mal se verá compensado con el Bien y neutralizado por él. Y no sólo esto sino que el bien que hiciereis atraerá el Bien desde el Cielo cada vez en mayor proporción porque Dios no busca otra cosa que derramarse con su amor sobre vosotros y conozcáis así la era de paz prometida a los hombres en mi nacimiento."
C.43, 661-663
A. M. D. G.