26 diciembre 1943

 

 

a pocos se les concedió ver a María

 mientras prestaba a su Humanidad

los más tiernos cuidados que una

madre prodiga a su recién nacido.

 

 


 

advertirás que he recorrido en sentido inverso el curso de las visiones en una forma totalmente sobrenatural

   Me aparecí a ti, por la bondad de mi Hijo, como portadora de la Eucaristía viva. Seguidamente como Madre del Salvador y más tarde exaltada en el Cielo

   Acaso no me hice cargo, espiritual y corporalmente, en el Calvario, de mi misión de Madre

   Diles esto a los que lloran. Diles que crean en mí,

 


 

Dice María:

"A muchos que alcanzaron las sublimidades de la mística les fue concedido ver a mi santo Hijo niño e, incluso, estrecharlo contra su corazón. Mas a pocos se les concedió verme mientras prestaba a su Humanidad los más tiernos cuidados que una madre prodiga a su recién nacido.

Esto equivale a introducir a mi fiel en la intimidad más profunda de nuestra Familia y de mi vida. Es haceros cada vez más fácil y perfecto el amor que habéis de tributar a mi Jesús del que podéis admirar su humildad, su delicadeza, su debilidad de neonato y recibir de su boquita vagiente una de las más profundas lecciones de sacrificio y de caridad impartidas por Él durante su vida terrena.

 

advertirás que he recorrido en sentido inverso el curso

de las visiones en una forma totalmente sobrenatural

 

María, si paras mientes en ello, advertirás que he recorrido en sentido inverso el curso de las visiones en una forma totalmente sobrenatural y, por ello, diferente del que habría seguido un humano, el cual, de ordinario, comienza de lo más humilde para ir subiendo a lo más encumbrado porque lo limitado de su aliento no le permite remontar el vuelo a grandes y súbitas alturas. Yo, en cambio, como sé que para fascinar vuestros sentidos se impone lo grandioso, he seguido otro camino: El mío.

He atraído y cautivado tu atención espiritual con visiones de gloriosa belleza. Después, cuando ya te he visto prendada y enamorada de mí, te he instruido y preparado para los más íntimos conocimientos de tu Madre y para las lecciones más profundas de mi vida y de la de mi Niño, para las lecciones-base de la humildad que son el antídoto contra el veneno de Lucifer que, a partir de Adán, tanto os daña y desvía del sendero de Dios.

 

Me aparecí a ti, por la bondad de mi Hijo, como portadora

 de la Eucaristía viva. Seguidamente como Madre del

Salvador y más tarde exaltada en el Cielo

 

Me aparecí a ti, por la bondad de mi Hijo, como portadora de la Eucaristía viva. Seguidamente como Madre del Salvador y más tarde exaltada en el Cielo. Y tras estas silenciosas visiones de luz y de gozo que, a modo de celestes redes, te han envuelto y traído a mí, te he instruido. Si tu alma, por pesadez espiritual, se hubiera resistido a esas dulces redes, te habría dejado. Mas tú te has envuelto en ellas haciendo de esas visiones tu dicha, tu deseo y tu acicate para ser cada vez mejor. Y, así, entonces, tras la Reina, te he mostrado a la Madre a fin de consolarte a ti que careces de ella, remontarte hasta mi humildad y hacerte partícipe de mi gozo.

Siempre vengo en el momento preciso. Te amaba desde siempre. Mas cuando leí en el pensamiento de Dios que habrías de quedar presto sin madre, te reclamé a Jesús. Él fue quien preparó el encuentro y la unión. ¡Sea por ello bendito! Y vine yo.

 

¿Acaso no me hice cargo, espiritual y corporalmente,

en el Calvario, de mi misión de Madre?

 

¿Acaso no me hice cargo, espiritual y corporalmente, en el Calvario, de mi misión de Madre? Como os tomé en Juan a vosotros, huérfanos de Cristo y, a la vez, miembros de la Iglesia naciente que quedó sin su Padre, así también os tomo a vosotros cuando quedáis huérfanos de padre y madre.

Por su unión con el Amor y al contacto con el Corazón del Hijo que se alimentaba del mío, tomó mi corazón la infinitud del Corazón de Dios y así os amé a todos vosotros, huérfanos de la Tierra, y, sólo con que lo queráis, os doy mi brazo como sostén, mi hombro para vuestro apoyo, mi seno para vuestro descanso y mi corazón para amaros.

Y si no a todos les es dado, no por mi voluntad sino por la falta de ellos, sentir mi abrazo con la sensación de una carne que ahora es ya casi espíritu por el amor que la sutileza, sí, en cambio, estoy al lado de todos aquellos hijos que lloran porque ya no tienen madre.

 

Diles esto a los que lloran. Diles que crean en mí,

 

Diles esto a los que lloran. Diles que crean en mí, no sólo como Reina deificada sino también como verdadera Mujer a la que no le son desconocidas las ternuras maternales. Diles que me llamen cabe su llanto con el más amable de los nombres, con aquel que me llamó mi Hijo desde su infancia hasta su ascensión al Cielo y después: "¡Madre!". Yo seré su "madre".

¿No ves qué hermoso es mi Niño? ¿Entiendes ahora por qué cuanto te figurabas resulta para ti una sombra y carece de valor? Ves tú, al desnudo, cómo fue mi Maternidad sublime, delicada cual rosa nacida en un paraje nevado de invierno, pura como amanecer de abril, santa como un himno angélico y humilde cual correspondía a la Vencedora de la Soberbia eterna.

No puedes retener en la memoria aquellas palabras para ti extrañas. Cierto que podría enseñártelas; mas no quiero hacerlo porque, de cualquier manera, no las entenderías y ello no serviría sino de pábulo a la curiosidad científica de los indiscretos profanadores del misterio. Conserva su armonía en tu corazón como el sonido luminoso de un río de perlas y continúa en tu adoración.

Yo estoy contigo."

C. 43, 672-674

A. M. D. G.