29 diciembre 1943

 

 

Al Dios Desconocido

 

 


 

Pablo de Tarso anunció a los atenienses en su Areópago a aquel Dios desconocido

   Mas vosotros conocéis a ese Dios verdadero porque Yo os lo revelé hace siglos y siglos

  La casa a mi Nombre no me la edificarás tú, hombre, sino el hijo tuyo que saldrá de tus entrañas, él será el que edifique una casa a mi Nombre

 El Hijo del hombre nacido de una mujer de estirpe santa y a Mí consagrada,... será el que de Sí mismo haga la Casa sobre la que aparece grabada la Gloria de mi Nombre

  Cómo ibais a poder albergar vosotros a Dios en un templo que fuese infinito y santo cual a la Divinidad corresponde

  ¡oh hijos de mi Hijo!, esculpid de nuevo con vuestro dolor que torna a Dios, ...el santo Nombre de Jesucristo sobre el ara de vuestro corazón sin Dios, sobre el templo profanado de vuestra mente.

 


 

Dice el Padre Eterno:

"Escribe, pues hay quien lo está deseando y piensa en ello.

 

Pablo de Tarso anunció a los atenienses en su Areópago

a aquel Dios desconocido

 

Pablo de Tarso, un tiempo sinedrita convencido y perseguidor encarnizado de los discípulos de Cristo, vuelto ya a la Luz por obra de una fulguración divina y convertido en apóstol incansable de mi Hijo, anunció a los atenienses en su Areópago a aquel Dios desconocido al que ellos habíanle dedicado un altar.

También ahora hay muchos altares vivos desprovistos de su Dios sobre cuya desnudez religiosa podrían escribirse estas palabras al menos: "al Dios desconocido".

Pues ni aún estas palabras escriben, superando en su paganismo a los Atenienses de un tiempo, los cuales, no sintiéndose satisfechos con sus simulacros desprovistos de auténtica vida y, no hallándose ofuscados por la anemia religiosa que a vosotros os invade, percibían que, más allá del mentido Olimpo de sus dioses a los que habían atribuido sus propias pasiones y vicios, existía un Dios verdadero y santo al que invocaban dándole a conocer mediante aquel altar a Él dedicado sobre el que aún no había estatua ni nombre alguno a la espera de que la Revelación divina se los ofreciese.

 

Mas vosotros conocéis a ese Dios verdadero porque Yo

os lo revelé hace siglos y siglos

 

Mas vosotros conocéis a ese Dios verdadero porque Yo os lo revelé hace siglos y siglos y, no contento con habéroslo revelado, os mandé al mismo Dios, no mediante una falaz aparición o fugaz permanencia, sino revestido de Carne humana y viviendo entre vosotros por espacio de toda una vida.

A aquella Perfección de la Perfección de Dios,  –y recordad, hombres, que Dios es Caridad y que el compendio y la perfección de la Caridad se halla en Cristo que se encarna para daros la Vida–  a aquella Perfección que bajó para actuar entre vosotros, Yo le di un nombre, nombre santo elegido por Mí por cuanto en su Nombre está el compendio de su Perfección y de su misión sublime. Nombre sólo por Dios conocido en su verdadero significado. Nombre ante el cual palpita con más encendido ardor la Divinidad, brilla con más beatífico esplendor el Paraíso con sus teorías de ángeles y de santos, se estremece el abismo y las fuerzas del Universo doblegan su poder reconociendo el nombre del Rey por el que todas las cosas fueron hechas.

 

"La casa a mi Nombre no me la edificarás tú, hombre,

 sino el hijo tuyo que saldrá de tus entrañas, él será

 el que edifique una casa a mi Nombre."

 

En el nombre tres veces santo y poderoso de Jesús está el esplendor y la gloria de Dios, Uno y Trino, ya que Él es el Santo de los santos en el que está, como en el Templo de Dios, el Dios vivo, verdadero y perfecto lo mismo que en el Cielo, eterno y operante cual rueda continua sin soldadura alguna que no cesa en su movimiento por espacio de los siglos y siglos anteriores al hombre, como tampoco durante los siglos y siglos subsiguientes a él. Por lo que, con propiedad, se dice en el Libro: "La casa a mi Nombre no me la edificarás tú, hombre, sino el hijo tuyo que saldrá de tus entrañas, él será el que edifique una casa a mi Nombre." (

 
El Hijo del hombre nacido de una mujer de estirpe santa

 

 y a Mí consagrada,... será el que de Sí mismo haga la Casa

 

 sobre la que aparece grabada la Gloria de mi Nombre

 

El Hijo del hombre nacido de una mujer de estirpe santa y a Mí consagrada, concebido por querer del Espíritu Santo sin gravamen de carnalidad sino por la sola infusión del amor, el Nacido de María que no abrió, al nacer, el seno virginal, como tampoco al concebirlo violó nadie aquel seno a Mí consagrado, el hijo, ¡oh Humanidad!, tuyo por parte de Madre e Hijo mí por su origen divino, será el que de Sí mismo haga la Casa sobre la que aparece grabada la Gloria de mi Nombre.

Al ser inseparables en nuestra Trinidad, en Cristo se encuentran el Padre, el Hijo y el Divino Espíritu. El Hijo no es sino la Palabra del Padre que tomó forma para ser vuestra Redención. Mas su aniquilamiento no fracciona la unión de las Tres Personas ya que la Perfección de Dios no conoce límites ni separaciones.

 

¿Cómo ibais a poder albergar vosotros a Dios en un

 templo que fuese infinito y santo cual a la Divinidad

 corresponde?

 

¿Cómo ibais a poder albergar vosotros a Dios en un templo que fuese infinito y santo cual a la Divinidad corresponde? Sólo Dios mismo podía ser templo para Dios y llevar su Nombre sin menoscabo ni ofensa. Solo Dios podía habitar en Sí mismo y vivificar Él mismo los templos del hombre sobre los que ya no resulta mendaz el nombre puesto por el hombre por cuanto es el Nombre que Yo os indiqué.

Sólo Dios podía, ¡oh cristianos!, daros su Nombre como señal de salvación para todas las castas de la Tierra, ese Nombre que han de leer los ángeles sobre la frente de los que no han de morir para siempre y que, en virtud de tal Nombre, serán preservados de los azotes de la última hora al igual que preservó de la segunda muerte a los elegidos que, en la morada del cielo, cantan la santidad del Nombre de mi Hijo.

¡Ay de aquellos que reniegan de ese Nombre y le ofenden sustituyendo su marca santa por la demoníaca de Satanás o que, debido tal vez a la postración de su espíritu, llegan a olvidarlo como si una sustancia corrosiva lo borrase de su yo que recibe Vida de tal Nombre!" La Muerte, la verdadera Muerte aguarda a los desconocedores del Nombre de mi Hijo al que conferí todo poder y todo juicio y ante cuyo Nombre se pliega mi Majestad a todo milagro lo mismo que en el Universo deberían doblarse todas las criaturas en adoración santa y suave.

 

¡oh hijos de mi Hijo!, esculpid de nuevo con vuestro dolor

 que torna a Dios, ...el santo Nombre de Jesucristo sobre

el ara de vuestro corazón sin Dios, sobre el templo

profanado de vuestra mente.

 

¡Oh hijos de mi Hijo!  –al que su Nombre le llevó hasta empurpurarse de Sangre divina sobre la cima del Calvario y destellar, como única luz del mundo oscurecido entre las tinieblas del Viernes Santo, a fin de ser advertencia que desde lo alto de la Cruz os indica el cielo para el que fuisteis hechos y brilla a través de los siglos para seguir recordándoos el cielo y nunca como ahora relampaguea para llamaros a Sí en esta ira por vosotros provocada, invocada y querida en la que perecéis entre borbotones de sangre y risotadas de demonios–  ¡oh hijos de mi Hijo!, esculpid de nuevo con vuestro dolor que torna a Dios, con vuestra esperanza que nuevamente se eleva a Dios, con vuestra fe a la que las lágrimas rebautizan, con vuestro amor que vuelve a encontrar el camino de la Caridad, el santo Nombre de Jesucristo sobre el ara de vuestro corazón sin Dios, sobre el templo profanado de vuestra mente. Despojad, tanto a ésta como a aquel de los simulacros de un culto que os ocasiona la muerte del espíritu y, en su lugar, poned encima de ellos al dios verdadero... Amad, cantad, invocad, bendecid y creed en el Nombre de mi Hijo.

En el Nombre del Justo, del Santo, del Fuerte, del Dominador y del Vencedor. En el Nombre de Aquel ante quien no resiste el Padre y por quien el Espíritu derrama sus ríos de gracia santificante. En el Nombre de Aquel ante quien no resiste el Padre y por quien el Espíritu derrama sus ríos de gracia santificantes. En el Nombre del Misericordioso que os ama hasta el extremo de haber querido conocer la vida y la muerte de la tierra y hacerse Alimento para nutrir vuestra debilidad y Sacramento para permanecer entre vosotros aun después de su retorno al Cielo llevando en vosotros a Dios."

C. 43, 681-684

A. M. D. G.