Martes 12-3-1946
tEME QUE LA CONDENA DE LA oBRA dañe a José
¡Marcha, vé y habla a tus compañeros para que con su ministerio instruyan a quienes deben juzgar!
me aflijo por José, como también por el resto de la familia
y asimismo por Marta y por otros
que desconfiarían ya del juicio y de la caridad de la Iglesia
Pienso... Y, más que nada, pienso en el daño irreparable que se irrogaría a José, recién nacido a la Gracia, si advirtiese sordera en la Iglesia, él que, no obstante haber sido pecador y sacrílego, ha sentido a Dios en las palabras llegadas de más allá de la Tierra. Y de esto, sólo por esto llegaría a temer una injusta condena. Por él me aflijo, como también por el resto de la familia y asimismo por Marta y por otros que desconfiarían ya del juicio y de la caridad de la Iglesia; pero muy en particular por él, por él de quien he lanzado a Satanás con sacrificios que sólo Dios conoce. ¡No permitas, Señor, que tal suceda con esa alma que os es y me es tan querida!.
Ayer, al escribir al Padre Migliorini, no me acordé de hacerle saber esta mi congoja de cuya realidad es Dios testigo... (En este punto, ocupando el espacio de una línea, aparece añadida con escritura diminuta una anotación entre paréntesis que, aunque borrada con la pluma, hemos logrado descifrar: Nota mía del 9-12-1947: "En efecto, aún conociendo mi martirio de estos veinte últimos meses y, en particular, después del choque con el P. Migliorini de junio del año en curso, José ya no quiere saber más de curas... Yo espero únicamente en la aprobación de la Obra para reconducirle a la práctica de los Sacramentos...")
"¡Marcha, vé y habla a tus compañeros
para que con su ministerio instruyan a quienes deben juzgar!".
Azarías, ángel mío, como le dije al buen compañero Rafael que me dejase a mí para ayudar al Padre, y al victorioso Miguel que derrotase a Lucifer en sus astucias de las que, sin duda, ha de echar mano en su totalidad estos días para dañar y causar dolor, y al luminosísimo Gabriel que llevase el decreto de Dios a los hombres propuestos para decretar, así te digo a ti: "¡Marcha, vé y habla a tus compañeros para que con su ministerio instruyan a quienes deben juzgar!". Y te digo también: "Una luz, Azarías, una luz tan sólo al tiempo que Satanás, invisible, que no está presente pero que actúa a distancia, lanza sus hedores para infundirme temor".
Y dice Azarías: "Abre el libro al azar y lee. Ahí tienes el consuelo".
Obedezco y se me abre en el capítulo 1.º de Ezequiel, del versículo 10 en adelante. leo y me pierdo en la visión beatífica. Desparece el dolor; mas no hay respuesta para mí que no soy Ezequiel. ¡Soy una nada!.
Dice Azarías: "Sigue, sigue hasta que yo te diga basta".
Leo el capítulo 2.º y el 3.º hasta el versículo 14 inclusive. Llegó la respuesta... amarga y dulce a la vez. Amarga para el mundo y dulce, dulcísima para mi porque Él, mi Señor, me conforta...
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A. M. D. G.