ENSEÑANZAS QUE NACEN 

DE LA PRESENTACIÓN 

DEL NIÑO JESÚS EN EL TEMPLO

 


 

#la verdad se manifiesta no al sacerdote sumergido en sus ritos, y ausente en el espíritu, sino a un sencillo fiel.   

#Simeón llevó una larga vida antes de "ver la Luz", de saber que las promesas se habían cumplido. Jamás dudó. Jamás se dijo: "Es inútil que siga esperando y que siga orando". Perseveró.   

#Anna. También ella, que era profetisa, vio en Mí, recién nacido, al Mesías.   

#Vosotros -que aunque pocos para contrabalancear a quienes hacen que el Señor siga irritado, seguid siéndole fieles en esta hora terrible que tenemos encima y que de momento en momento crece- poned vuestras cuitas a los pies de Dios. Él os mandará su ángel, como mandó el Salvador al mundo. No temáis. Seguid unidos a la Cruz. Ella siempre ha vencido las asechanzas del demonio, que llega a través de la ferocidad humana y las tristezas de la vida a tratar de aumentar la desesperación, esto es, de separar de Dios los corazones que de otra manera no podría acaparar."

 


 

Dice Jesús:

Dos enseñanzas nacen para todos de lo anterior.

 

LA VERDAD SE MANIFIESTA NO AL SACERDOTE , 

SINO A UN SENCILLO FIEL 

 

La primera: la verdad se manifiesta no al sacerdote sumergido en sus ritos, y ausente en el espíritu, sino a un sencillo fiel.

El sacerdote que siempre estaba en contacto con la Divinidad, que no tenía otro cuidado más que lo que se refiere a Dios, que siempre tenía los ojos puestos en lo alto, debía haber comprendido quien era el Niño que se ofrecía en el templo esa mañana. Pero para que lo hubiese comprendido, era necesario que hubiese tenido un corazón despierto, no uno medio somnoliento. El Espíritu de Dios puede, si quiere, sacudir y hacer  estremecer como un rayo y un terremoto aun al corazón más endurecido. Lo puede, pero generalmente, como es un Espíritu de orden, como Dios es Orden en su ser y en su obrar, se derrama y habla no digo ya donde hay razón suficiente de recibir su efusión -y si es así pocas veces se derramaría, y tú no conocerías sus luces- sino donde ve la "buena voluntad" de merecer su efusión.

¿Cómo se explica esta buena voluntad? Con una vida, en lo que es posible, según Dios. Con la fe, obediencia, pureza, caridad, generosidad, oración. No con las acciones exteriores sino con la oración. Hay menor diferencia entre la noche y el día, que no entre las acciones exteriores y la oración. Esta es una comunicación del alma con Dios, de la que salís vigorizados y decididos a pertenecer más a Dios. La otra es una costumbre cualquiera, que se hace con diversos motivos y siempre egoístas, que os deja como sois, aun más os carga con culpa que es de mentira y pereza.

Simeón tenía una buena voluntad. La vida no le había ahorrado ni trabajos ni pruebas. Sin embargo nunca perdió su buena voluntad. Los años y las vicisitudes no habían arrancado ni sacudido su fe en el Señor, en sus promesas, ni fatigado su buena voluntad para hacerse siempre más digno de Dios. Y Dios, antes que los ojos de su fiel siervo se cerrasen a la luz del sol en espera de abrirse al Sol de Dios que brilla desde el cielo abierto después de que Yo subí con mi muerte, le mandó el rayo del espíritu que lo guiase al templo, para ver la Luz que había llegado al mundo.

"Llevado del Espíritu Santo" dice el Evangelio. ¡Oh, si los hombres supiesen qué perfecto Amigo es el Espíritu Santo! ¡Qué Guía! ¡Qué Maestro! Si amasen e invocasen a este Amor de la Santísima Trinidad, a esta Luz de Luz, a este Fuego del Fuego, a esta Inteligencia, a esta Sabiduría! ¡Cuánto más sabrían de lo que saben!

 

SIMEÓN LLEVÓ UNA LARGA VIDA 

ANTES DE "VER LA LUZ". JAMÁS DUDÓ

 

Mira, María; mirad, hijos. Simeón llevó una larga vida antes de "ver la Luz", de saber que las promesas se habían cumplido. Jamás dudó. Jamás se dijo: "Es inútil que siga esperando y que siga orando". Perseveró. Obtuvo "ver" lo que no vio el sacerdote, lo que no vieron los sinedritas ensoberbecidos: al Hijo de Dios, al Mesías, al Salvador en forma de niño, que no hacía más que sonreír. Simeón obtuvo que Dios le sonriese, como primer premio de su vida honesta y piadosa, por medio de mis labios infantiles.

 

ANNA, QUE ERA PROFETISA, VIO EN MÍ, 

RECIÉN NACIDO, AL MESÍAS.

 

Segunda lección: las palabras de Anna. También ella, que era profetisa, vio en Mí, recién nacido, al Mesías. Y esto, teniendo en cuenta su dote de profecía, es natural, pero piensa, pensad en lo que, movida por su fe y caridad, dice a mi Madre. Y procurad iluminar vuestro espíritu que se estremece en estos tiempos de tinieblas, y en esta fiesta de la Luz.

"Quien ha dado el Salvador a su pueblo, no dejará de tener el poder de dar su ángel que consuele tu espíritu y vuestro espíritu". Pensad que Dios se entregó a Sí mismo para destruir la obra de Satanás en los espíritus, ¿y no podrá enjugar vuestro llanto, desconcertar a estos "satanases" y enviar la paz de su Cristo? ¿Por qué no se lo pedís con fe? Fe verdadera, prepotente, una fe ante la que la severidad de Dios, irritado con tantas culpas vuestras, caiga con una sonrisa y llegue el perdón que es ayuda, y venga su bendición cual arco iris sobre la tierra que se inunda bajo un diluvio de sangre que vosotros mismos habéis provocado?

Pensad: el Padre, después de que castigó a los hombres con el diluvio, se dijo a Sí mismo y a su Patriarca: "No maldeciré más la tierra por causa de los hombres, porque los sentidos y deseos del corazón humano están inclinados al mal desde su adolescencia; así pues, no castigaré más a ningún ser viviente como lo hice". Y ha guardado su palabra. No ha enviado otro diluvio, pero cuántas veces se os dijo y habéis dicho a Dios: "Si nos salvamos esta vez, si nos salvas, no haremos más guerras, jamás", y luego hacéis peores. ¡Cuántas veces habéis sido falsos y mentirosos para con el Señor! Y con todo Dios os ayudaría una vez más si la gran masa de los fieles lo invocase con fe y con un grande amor.

Vosotros -que aunque pocos para contrabalancear a quienes hacen que el Señor siga irritado, seguid siéndole fieles en esta hora terrible que tenemos encima y que de momento en momento crece- poned vuestras cuitas a los pies de Dios. Él os mandará su ángel, como mandó el Salvador al mundo. No temáis. Seguid unidos a la Cruz. Ella siempre ha vencido las asechanzas del demonio, que llega a través de la ferocidad humana y las tristezas de la vida a tratar de aumentar la desesperación, esto es, de separar de Dios los corazones que de otra manera no podría acaparar."

I. 179-182

A. M. D. G.